Alberique (Miércoles, 23-10-2013, Gaudium Press) Sor Josefa Martínez, quien fue beatificada el pasado 13 de octubre en Tarragona, España, presentía su vocación al martirio.
La Beata Josefa |
Esta Hermana de la Caridad, hija de labradores, trabajó en el Hospital Provincial de Valencia junto a 100 religiosas durante 10 años, hasta cuando los marxistas se adueñaron del sanatorio y expulsaron a las religiosas. Pero ella presentía que eso no sería el final: «No hay que tener miedo. Hemos de ser valientes. Hermanas, preparémonos porque a alguna de nosotras nos tocará el martirio», les decía a sus compañeras religiosas antes de la expulsión. Y cuando efectivamente fue despedida, proféticas fueron las palabras proferidas a Sor Concepción Ayet: «Iré a Alberique, a casa de mis padres, y seré mártir como Juana de Arco».
Ya estando en casa, el 24 de septiembre de 1936 su cuñado es fusilado por su condición de católico y fiel servidor de la Adoración Nocturna. Un mes después eran arrestadas la religiosa y su hermana, Natalia. En prisión, la religiosa en voz alta rezaba a Dios pidiendo que los guardianes liberaran a su hermana.
«Señor si este carcelero es padre de familia y tiene esposa, muévele a compasión y que deje libre a mi hermana. ¡Que salve la vida de su hijo, que salve la vida de mi hermana y me maten a mí! Yo quiero morir mártir por ella, por la fe, defendiendo la vida de mi hermana y mi sobrino», decía la hoy Beata según recuerda Carmen Cubelle, su sobrina de 76 años, quien emocionada participó en la ceremonia de beatificación.
Carmen también estaba en la prisión, pues allí su madre estaba encinta de ella.
El corazón de los carceleros y verdugos permanecía de piedra. Hasta el día en que efectivamente las iban a fusilar. Era la una de mañana cuando a las dos hermanas con las manos atadas a la espalda las subieron a un camión, además de otras personas. Pero al subir, la Beata Josefa imploró de nuevo por su hermana y esta vez los futuros verdugos se compadecieron y la liberaron.
Junto a un abrazo, Sor Josefa le dijo a Natalia: «Nos veremos en la eternidad». En las afueras de Alberique, la Beata Josefa se le adelantaba a Natalia en el camino al Creador. Fue la última fusilada, a la que más hicieron sufrir por ser religiosa.
«Es una grandísima emoción, es algo muy grande tener a una beata en la familia», asegura Carmen. Cuando tiempo después su madre Natalia reconoció el cuerpo de la religiosa martirizada le encontró un crucifijo oculto. «Hemos guardado esa cruz en mi familia desde entonces, pero ahora en la parroquia de Alberique me la han pedido para que se pueda venerar en un relicario», dice Carmen.
Con información de Catholic.net y el National Catholic Register
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