Cáceres (Viernes, 25-10-2013-Gaudium Press) El Arzobispo Emérito de Pamplona, D. Fernando Sebastián Aguilar, expresó en la homilía de la Eucaristía que celebró en la fiesta de San Antonio María Claret, para los participantes de las Jornadas Nacionales de Liturgia de España, en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Cáceres, que el santo fundador de la congregación claretiana: «es un modelo para nuestros días».
Según D. Fernando Sebastián, el Padre Claret «es el único padre conciliar del Vaticano I que ha sido canonizado y quien cuya vida y obra es precursor y modelo en estos tiempos de Nueva Evangelización y de aplicación del Vaticano II. Se puede decir de él que es un místico del apostolado, que dedicó su vida entera al anuncio del Evangelio y a la renovación del pueblo y de la Iglesia. San Antonio María Claret fue desde niño asistido y protegido por la gracia de Dios, pues desde pequeño tenía una idea precoz de lo que es la Eternidad. Valoraba, aceptaba o rechazaba las cosas según fueran buenas o malas en función de las verdades eternas, sabiendo que los que siguen la voluntad de Dios buscan la vida eterna, mientras que quienes se obstinan en hacer lo que no es correcto verán la soledad y la desesperación para toda la eternidad».
Arzobispo Emérito de Pamplona, D. Fernando Sebastián Aguilar. |
De esa consideración precoz del valor de lo eterno le vino al Santo la idea de ayudar a su prójimo, según Don Fernando Sebastián.
«Le dolía al santo catalán que las personas no se preparasen para la vida eterna y por eso, con un ardor de misionero, vemos en él algo de lo que hoy se vive en la Iglesia, la gente necesita de personas que les hablen de las cosas de Dios, que se hable de la primacía de la Palabra, de la intensificación de la primacía del Evangelio. Y San Antonio María Claret iba de pueblo en pueblo, queriendo imitar a Jesucristo itinerante. En un tiempo en que nadie hablaba de los Apóstoles él predicaba la devoción a los Apóstoles y la importancia de imitar la vida de Jesús. Igualmente, San Antonio María quiso intensificar los estudios de la Sagrada Escritura. Su lema episcopal fue un programa de vida: ‘La caridad de Cristo me apremia’. Dedicó su tiempo a vivir como Jesús, dedicó su tiempo al servicio de Jesús y a difundir la devoción a la Virgen para pedir por los otros. Considerar el corazón, el alma de la Virgen como el molde de su corazón de misionero».
D. Fernando recordó que el Padre Claret: «no se olvidaba de los laicos. Organiza la Academia de San Miguel para que seglares colaborasen con la Iglesia en la obra del apostolado. San Antonio María se anticipa en ver la descristianización de España, y por eso se dedica a renovar la Fe del pueblo, buscando el cambio de vida de la gente, evangelizándoles. Y por esto el santo nos sirve a nosotros como modelo. Nos lleva a considerar que el recuerdo de lo eterno, nos debe llevar a no apegarnos a lo transitorio, mismo cuando ello es bueno. Y por eso mismo debemos plantearnos siempre las cosas en función de la eternidad. Y tratar, de todo corazón, de llevar a nuestros hermanos hacia el esplendor de la resurrección y recordarles la primacía de la Eternidad».
«San Alfonso María de Ligorio -señaló el Arzobispo emérito de Pamplona y Obispo emérito de Tudela- nos recuerda que hay que imitar a Jesús en la sencillez y en la disponibilidad de las personas en el servicio de los demás, a vivir imitando el estilo de vida de Jesús y de los apóstoles. Y nos recuerda que la devoción a la Virgen como maestra, como modelo de Fe. A vivir con Jesús como María. A escuchar a Jesús como María y a acompañar a Jesús como María lo acompañó. Debemos dejar que Ella moldee nuestros corazones, de manera que seamos discípulos, seguidores y adoradores de Cristo».
«Nuestros tiempos de increencia tienen que ser tiempos de misión, tiempos de evangelización. Y si el Señor nos llama para dar un paso más, hay que darlo sin respeto humano y sin importarnos lo que dicen los demás. Lo que interesa es estar dentro del plan de Dios. Pidamos por la intercesión de Santo Antonio María Claret al Señor que nos dé un corazón de discípulo, un corazón de misionero, un corazón de apóstol, como él necesita para nuestras tierras y para nuestra Iglesia», concluyó Mons. Fernando Sebastián.
José Alberto Rugeles / Gaudium Press
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