Ciudad del Vaticano (Viernes, 01-11-2013, Gaudium Press) En la Santa Misa celebrada en la mañana de este jueves 31, esta vez, en la Capilla San Sebastián, localizada en el interior de la Basílica Vaticana, donde se encuentra sepultado el Beato Juan Pablo II, el Papa Francisco destacó en su homilía dos aspectos principales: la «seguridad de San Pablo», en relación al amor a Cristo, y la «tristeza de Jesús» en relación a Jerusalén.
Con base a las lecturas de la Liturgia del día, respecto a la «seguridad de San Pablo», el Santo Padre recitó las palabras del propio Apóstol: «Nadie podrá separarme del amor de Cristo» (Rm 8, 31b-39), pues, según él, Pablo amaba tanto al Señor, que lo encontró y cambió su vida, al punto de declarar su amor inseparable a Cristo.
«Sin el amor de Cristo, sin vivir este amor, sin reconocerlo, nutrirnos de este amor, no podemos ser cristianos. El cristiano es aquel que se siente atraído por la mirada del Señor, se siente amado y salvado por el Señor hasta el fin», agregó.
La «tristeza de Jesús» (Lc 13, 31-35), según destacó el Pontífice, se remite a la mirada de Jesús a Jerusalén, que en la época, no supo ser fiel a Cristo.
«Estos son dos íconos de hoy: por un lado, San Pablo, que permaneció fiel al amor de Jesús, hasta el fin, soportando todo por amor. No obstante, se sentía pecador, pero, al mismo tiempo, amado por el Señor. Por otro, la ciudad y el pueblo infiel, que no acepta el amor de Jesús o lo acepta a la mitad, según la propia conveniencia», afirmó.
Después de las reflexiones, el Santo Padre exhortó a los fieles presentes a imitar el coraje de San Pablo, que viene del amor a Jesús, además de contemplar la fidelidad del Apóstol.
Al final, el Papa Francisco pidió que el Beato Juan Pablo II nos ayude a imitar el amor que el Apóstol San Pablo nutría por Jesús. (LMI)
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