Río de Janeiro (Lunes, 04-11-2013, Gaudium Press) «La Sagrada Liturgia nos invita a rezar por nuestros queridos que fallecieron, dirigiendo el pensamiento al misterio de la muerte, herencia común de todos los hombres», afirmó el Arzobispo de Río de Janeiro, Mons. Orani João Tempesta, en su más reciente artículo.
Según el prelado, en el día de la conmemoración de los difuntos, todos somos llamados a confrontarnos con el enigma de la muerte: cómo vivir bien, cómo encontrar la felicidad.
«Canta el Salmo: bienaventurado el hombre que dona; bienaventurado el hombre que no usa la vida para sí mismo, sino que comparte; feliz el hombre que es misericordioso, bueno y justo; feliz el hombre que vive del amor de Dios y del prójimo. Así vivimos bien y no debemos tener recelo de la muerte, porque estamos en la felicidad que proviene de Dios y que permanece para siempre», observó.
Mons. Orani explicó que es tradición de la Iglesia exhortar siempre a los fieles a rezar por los difuntos.
Cuando muchos preguntan por qué rezar por los muertos, escribió el Arzobispo, el Concilio Vaticano II nos responde que «la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera» (Gaudium et spes, 18).
De acuerdo con Mons. Orani, en el Día de Finados, es imposible no recordar también cómo estamos preparándonos para el encuentro con Dios, pues «es importante que, al rezar por los hermanos que partieron, nosotros reflexionemos sobre el sentido último de nuestras vidas».
«El gesto bonito de mandar celebrar misas por sus difuntos debe ser revalorizado en nuestras comunidades, así como el de visitar los cementerios. No nos olvidemos de mandar celebrar misas por las almas del purgatorio, rezando por los que son víctimas de la violencia urbana y por las almas de los que fueron enterrados como indigentes», resaltó.
Finalizando su artículo, el Arzobispo agregó: «De la misma manera que ayudaríamos en vida a los hermanos enfermos, así, después de muertos, debemos tener piedad de los fieles difuntos, rezando por el descanso eterno de sus almas». (LMI)
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