Redacción (Lunes, 11-11-2013, Gaudium Press):
Ya en esta situación constatamos la semejanza con la cruz de Nuestro Señor. Pues de hecho los judíos, por causa de la revuelta, no entraron a la tierra prometida, y además tuvieron que hacer un gran desvío que los llevó a este paraje agreste. Ahí ellos se rebelaron nuevamente y Dios les envió las serpientes. Habiéndose arrepentido el pueblo Dios ordena a Moisés que coloque una Serpiente de bronce sobre su bastón. Vemos ahí una semejanza con la humanidad que pecando, en la persona de Adán, con el pecado original = revuelta por los relatos de los exploradores; fue expulsada del Paraíso = Tierra Prometida, yendo a parar en este valle de lágrimas; en esta tierra de exilio = desierto, paraje árido y agresivo. Aún así el hombre se rebela nuevamente con los pecados actuales = la segunda revuelta en el desierto de Arabia. Y Dios lo libra de la esclavitud al pecado, que es de sí un tormento para el hombre = picadas de las serpientes. Pero Dios cumple su promesa y nos envía un Salvador que culmina su Obra Redentora en lo alto de la Cruz, salvando del pecado a los que lo aceptan y miran para Él pendiente en la Cruz = Dios que manda a Moisés colocar una serpiente de bronce en su bastón, curando a todos cuanto para ella miren.
El hecho de que la Serpiente de Bronce del bastón de Moisés es una prefigura de Cristo en la Cruz es indiscutible, una vez que él nos es atestado por el propio Mesías en su conversación nocturna con Nicodemo: «Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así debe ser levantado el Hijo del hombre, para que todo hombre que en él crea tenga la vida eterna» (Jn. 3, 14-15).
Sobre esta prefigura nos explica MAISTRE:
Jesucristo mismo nos explicó esta figura. Él nos enseñó que ella significaba su futura elevación en la cruz: Todos aquellos que están heridos de muerte por el pecado que entró al mundo como una serpiente, sea por el pecado original, sea por el pecado actual, serán curados y regenerados para la vida por la fe en el Hijo de Dios elevado en la Cruz. [2]
Como dijimos al inicio, el Antiguo Testamento nos traduce la espera del Mesías por los Hebreos, y de él sacamos varias fuentes que se refieren a Nuestro Señor, el Ungido, el Esperado. Por eso podemos ver en el libro de la Sabiduría una referencia de Jesús, una correlación con la prefigura en cuestión: el salvador de todos, que desde lo alto de la Cruz obró la cura de nuestros pecados: «Efectivamente cuando el cruel furor de los animales los alcanzó también, y cuando perecieron con la mordedura de sinuosas serpientes, vuestra cólera no duró hasta el fin. Fueron por poco tiempo atormentados, para su corrección: ellos poseyeron una señal de salvación que les recordaba el precepto de vuestra ley. Y quien se volvía para él era salvado, no en vista del objeto que miraba, sino por vos, Señor, que sois el Salvador de todos» (16, 5-7).
Nos explica MAISTRE los varios detalles, paralelos, entre Nuestro Señor en la Cruz y la Serpiente elevada en el bastón de Moisés:
Las picadas hechas por las serpientes ardientes eran los castigos que Dios había enviado contra los Hebreos en punición de sus crímenes. Una muerte cruel era el castigo del pecado.
La sujeción a los demonios que son las verdaderas serpientes ardientes, la pena del fuego eterno y de la muerte eterna, debería ser la recompensa del pecado de los hombres. Los pecados son también, ellos mismos, las serpientes que envenenan los hombres y los hacen morir por las heridas ardientes.
La Serpiente de bronce se parecía con las serpientes malas, con excepción del veneno que ella no tenía.
Jesucristo tomó el exterior de una carne semejante a aquella que es criminal, pero sin tomar el veneno. Él tenía una carne semejante a la carne del pecado, pero él era sin pecado. (Heb. 4, 14) y Él era Víctima por el pecado.
La serpiente, erigida por Moisés, como una señal, es elevada al aire a la vista de todo el pueblo, a fin de que los Hebreos la vean, se acuerden de sus pecados y de las heridas causadas por sus pecados, que ellos recurran desde luego a la misericordia de Dios y que ellos sean así curados.
Jesucristo, que, también Él, era una señal (Luc. 2, 14), un estandarte para los pueblos (Is. 11, 10), fue también elevado al aire y suspendido sobre el madero; de todas partes podemos verlo sobre este madero elevado, que Él escogió para mostrarse a toda la tierra. Los ojos de los fieles, heridos por el pecado, se vuelven hacia Él como el autor y consumador de su fe; viendo que están curados. Creyendo en él ellos son salvados. Confiándose en el mérito de su muerte, ellos son liberados de la muerte eterna. [3]
De este modo vemos como la serpiente ardiente es prefigura de Nuestro Señor Jesucristo, pero es de notarse que no es una simple serpiente que es la prefigura del Mesías, pues la serpiente en sí es figura del pecado, del mal. Él quiso que una serpiente puesta en la cima de un bastón fuese su prefigura; en esto vemos una alusión clarísima a Cristo crucificado, que desde lo alto de su Cruz obró la salvación del mundo, rescatando del estado de maldición a todos aquellos que, heridos por el pecado, mirasen a él, con confianza, teniendo la certeza de su remisión.
A título de curiosidad histórica no resistimos en colocar al final de este trabajo el fin que tuvo la Serpiente de Moisés. De hecho, nos cuentan COLUNGA y CORDERO:
Los israelitas, en el tiempo de Ezequías, prestaban culto a una serpiente de bronce llamada Nehustã (de nehóset, bronce), y la consideraban como siendo la utilizada por Moisés para curar a los israelitas. El piadoso rey la hizo despedazar para evitar los abusos idolátricos. [4]
Este hecho de la destrucción de la serpiente de Moisés nos es también relatado en el segundo libro de los Reyes (2 Reyes 18, 1, 3-4):
En el tercer año del reinado de Oseas, hijo de Ela, rey de Israel, Ezequías, hijo de Acaz, rey de Judá, comenzó a reinar. Hizo lo que es bueno a los ojos del Señor, como David, su padre. Destruyó los lugares altos, quebró las imágenes y cortó los ídolos de Asera. Despedazó la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque los israelitas habían hasta entonces quemado incienso delante de ella. (La llamaban Nehustán).
Por el Diác. Michel Six
Bibliografia
-Bíblia Sagrada. 142ª ed. São Paulo: Ave Maria, 2001.
-COLUNGA, Albreto, O.P.; CORDERO, Maximiliano Gracia, O.P. Biblia Comentada. Vol. I. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1960.
-FILLION, L.-Cl. Sainte Bible commenté d’après la Vulgate et les textes originaux a l’usage des Séminaires et du Clergé. Vol. I. 9ª ed. Paris: Librairie Letouzey et Ané, 1928.
-MAISTRE, Abbé. Grande Christologie, Le Livre des Figures Prophétiques. Paris: F. Wattelier et Cie, Libraires, 1873.
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[1] Ils durent descendre jusqu’à quelques lieues au nord d’Eziongaber, à l’endroit où l’ouadi El-Ithm ouvre un passage à travers les montagnes ; ils remontèrent ensuite vers le nord en longeant l’Arabie déserte. La soif, la fatigue de la marche sur le sable mouvant et sur le gravier de l’Arabah, la chaleur brûlante qu’on ressent dans cette gorge affreuse, fermée d’un côté par les rochers calcaires d’Et-Tih, de l’autre par le massif granitique des monts iduméens, excitèrent bientôt le mécontentement du peuple […]. Ils osent parler en ces termes dédaigneux (cibo levissimo ; hébr. : q‘lôqel, comum, vil) de la manne céleste.
6-7ª. Punition et repentir. La presqu’île sinaïtique, et tout partuculièrement dans l’Arabah abonde en reptiles très venimeux, d’espèces multiples. (1928, p. 500-501).
[2] Jésus-Christ lui-même nous a expliqué cette figure. Il nous a enseigné qu’elle marquait sa future élévation en croix : Tous ceux qui sont blessés à mort par le péché qui est entré dans le monde comme un serpent, soit par le péché originel, soit par le péché actuel, seront guéris et régénérés à la vie par la foi au fils de Dieu élevé sur la croix (1873, p. 199).
[3] Les morsures faites par les serpents brûlants étaient le fléau que Dieu avait envoyé contre les Hébreux en punition de leurs crimes. Une mort cruelle était le châtiment du péché.
L’assujetissement aux démons qui sont de vrais serpents enflammés, la peine du feu éternel et de la mort éternelle, devaient être la réconpense du péché des hommes. Les péchés sont aussi eux-mêmes des serpents qui empoisonnent les hommes et les font mourrir par des blessures brûlantes.
Le Serpent d’airain ressemblait aux serpents malfaisants, à l’exception de leur venin qu’il n’avait pas.
Jésus-Christ a pris l’extérieur d’une chair semblable à celle qui est criminelle, mais sans en prendre le venin. Il avait une chair semblable à la chair du péché, mais il était sans péché, (Hebr. IV, 15) et il était victime pour le péché.
Le Serpent, érigé par Moïse, comme un signe, est élevé en l’air à la vue de tout le peuple, afin que les Hébreux le voient, se souviennent de leurs péchés et des plaies causées par leurs péchés, qu’ils recourent dès-lors à la miséricorde de Dieu et qu’ils soient ainsi guéris.
Jésus-Christ, qui, lui aussi, était un signe (S. Luc, II, 14), un étendard pour les peuples (Is. XI, 10), a été de même élevé en l’air et suspendu sur le bois ; de toutes parts on peut le voit sur ce bois élevé, qu’il a choisi pour se montrer à toute la terre. Les yeux des fidèles, blessés par le péché, se tournent vers lui comme vers l’auteur et le consommateur de loi foi ; en le voyant ils sont guéris. En croyant en lui ils sont sauvés. En se confiant dans le mérite de sa mort, ils sont délivrés de la mort éternelle (1873, p. 200-201).
[4] Los israelitas, en tiempo de Ezequías, daban culto a uma serpiente de bronce llamada Nejustan (de nejóset, bronce), y la consideraban como la utilizada por Moisés para curar los israelitas. El piadoso Rey la hizo despedazar para evitar los abusos idolátricos (1960, p. 848).
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