Redacción (Miércoles, 13-01-2013, Gaudium Press) Mencionábamos en nota anterior, esa capacidad maravillosa que tiene el niño de crear un Museo Dorado, un Castillo dorado-azul de belleza utópica, a partir de la contemplación de las perfecciones que él va descubriendo en el Universo. [1]
Intentaremos ahora manifestar rápidamente la legitimidad y utilidad de ese ejercicio.
Primero hemos de recordar que todas las maravillas existentes salidas de la mano del hombre, antes de ser realidad fueron idea, de alguien que buscaba una perfección mayor. Sin ese soñar con algo más perfecto, no tendríamos ni los castillos ni las catedrales, ni los helados de todos los sabores, ni tantas cosas magníficas que se ponen hoy al alcance de nuestra contemplación.
Pero queremos sobre todo destacar lo ya apuntado en anterior nota y es el sumo contento infantil de vivir en ese Museo utópico, «en ese Castillo dorado, producido por su ‘matriz’ de perfección, y particularmente por su ‘matriz’ de belleza». «Es un museo donde puede haber árboles de navidad maravillosos, pero también cisnes arquetípicos, o colibrís de fábula, frutas maravillosas, y particularmente papás que son más que perfectos. El vivir en ese, el mundo de su Museo Dorado, es lo que constituye su fundamental felicidad».
Notre-Dame de París Foto: Diego Rodríguez Lizcano |
¿Por qué esa alegría infantil no puede ser revivida en la edad adulta? La gran objeción que se pone consciente o subconscientemente es que el mundo dorado de la infancia era completamente irreal. A ello respondemos que no. El vivir allí era un habitar en el universo de los posibles de Dios, que son algo muy real pues tienen existencia en el Ser Divino. [2] Recordemos que Juan Cruz Cruz -reconocido filósofo y maestro de filósofos de la Universidad de Navarra- basado en Santo Tomás, afirma que los entes posibles poseen un ser «aptitudinal», es decir, tienen la aptitud para ser reales, insinuando así que buscan su realización. Y muchos se convierten en realidad. Antes de ser piedra y canto, campanarios, bóvedas, torres y vitrales, la insigne Catedral de Notre-Dame tenía un ser aptitudinal, principalmente en Dios, y también después en los hombres que la idearon para hacerla realidad.
Notre-Dame de París
Foto: Gaudium Press / Sergio Hollman |
Entonces, aquel que partiendo de la contemplación de la bella realidad, y pidiendo a Dios su auxilio, deja que su espíritu ‘sueñe’, que destile lo mejor de sí para ‘pensar’ o ‘imaginar’ algo mejor, algo más perfecto, aún mayores bellas-realidades-‘utópicas’, sueñe un paraíso, ese no es un lunático, sino un peregrino hacia Dios a través de los posibles de Dios. Esa peregrinación no solo le traerá profunda alegría -el mismo tipo de contento del feliz reino de la infancia-, sino que podrá hacerlo un co-creador de maravillas junto con Dios, para beneficio de toda la sociedad.
Por lo demás, esa peregrinación de la contemplación de la bella realidad hasta los posibles de Dios y hasta Dios, auxiliada por la gracia, purifica el alma, restaura la inocencia.
Por Saúl Castiblanco
___
[1] El Ser y el Arqui-Ser: esa es la gran cuestión. 12-IX-2013. (https://es.gaudiumpress.org/content/52909-El-Ser-y-el-Arqui-Ser–esa-es-la-gran-cuestion)
[2] La civilización y los seres posibles en el mundo finito y en Dios. 10-III-2010 (https://es.gaudiumpress.org/content/14007-La-civilizacion-y-los-seres-posibles-en-el-mundo-finito-y-en-Dios)
Deje su Comentario