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La medida de toda verdad

Redacción (Jueves, 13-11-2013, Gaudium Press) Transcribimos abajo algunas consideraciones de Monseñor João S. Clá Dias, EP, sobre «La medida de toda la verdad»:

El Creador de todas las cosas es como un artista que establece la verdad de su obra. Al crear, él determinó también el modo de existencia de cada cosa. Así, la verdad que la criatura realiza en sí expresa una idea del divino Artista. Por eso, dice Santo Tomás que cada ser está puesto entre dos intelectos: el del Creador y el del hombre. [1] El primero es el «medidor» (mensurans) de cada cosa. A su vez, las cosas son «medidas y medidoras», o sea, ellas son definidas según la verdad y, a su turno, definen la verdad. Ya el intelecto humano es tan solo «medido» por las cosas. [2]

1.jpgCada ser individual, por menor que sea -incluso los irracionales, que reciban su forma por la acción de la naturaleza-, fue pensado por Dios. Una hormiguita que vemos cargar laboriosamente una hoja mucho mayor y más pesada que ella tiene participación en la Verdad eterna, y su verdad es medida por el divino Creador. ¿Qué decir de cada hombre, por más apagado, humilde y privado de cualidades naturales? Nosotros no fuimos «lanzados» aleatoriamente en este mundo y «olvidados» aquí.

Cada uno de nosotros es medido amorosamente en su verdad por Aquel que nos idealizó desde toda la eternidad, y bastaría el recuerdo de eso para llenarnos de admiración.

Así, la norma o medida de la verdad «es la inteligencia divina, causa ejemplar de toda verdad, tanto ontológica como lógica, en que la conformidad del acto y el objeto específicamente llega a ser identidad». [3]

La verdad se encuentra en el intelecto según este aprehende una cosa tal como ella es, y se encuentra en la cosa según ella tenga un ser que pueda conformarse al intelecto. Ahora, eso se encuentra en Dios en el más alto grado. Pues no apenas su ser es conforme a su intelecto, sino Él es su propia intelección, y esta es la medida y la causa de cualquier otro ser y de cualquier otro intelecto. Él mismo es su ser y su intelección. Se sigue que no apenas la verdad está en Él, sino que Él mismo es la suprema y primera verdad. [4]

La enseñanza de Santo Tomás a propósito de esa maravillosa conexión entre el conocimiento humano, la verdad presente en las criaturas y la Verdad del Intelecto Divino remite a la noción de participación. En palabras de Aertsen, «el origen de la verdad de Dios es concebido como ‘participatio’. Todas las otras cosas participan en la Verdad única, máxima». Y él observa que ni incluso conocer a los ángeles, que son verdaderos porque son también seres por participación, puede constituir «el fin último del deseo de conocer la verdad, en el cual consiste la bienaventuranza humana. Pues solo la contemplación de Dios, que es verdad por esencia, hace al hombre perfectamente bienaventurado». [5]

He aquí un principio teleológico de la verdad que cumple acentuar. El hombre no se perfecciona intelectualmente, según su fin, apenas en el conocer por el conocer, sino teniendo en vista el movimiento de su inteligencia en dirección a la contemplación de la Verdad suprema.

En su desdoblamiento más importante, esa doctrina de la participación en la verdad tiene necesariamente una relación directa con el Verbo encarnado, el Hijo de Dios hecho hombre, en función del cual todas las cosas fueron creadas. Y aquí tiene papel central las siguientes palabras de Jesús, en una de las últimas conversaciones con los Apóstoles antes de la Pasión:

Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. (Jn. 14, 4-7)

Refiriéndose a las palabras de Jesús, en que señala que Él es «el camino, la verdad y la vida», Aertsen dice que, según Tomás, ellas deben ser entendidas «como significando que Cristo, de acuerdo con su naturaleza humana, es la vía a la verdad; pues el fin del deseo humano es el conocimiento de la verdad. Sin embargo, al mismo tiempo, Cristo es el término del camino, pues, según su divinidad, él es la Verdad». [6]

Por Monseñor João S. Clá Dias, EP

(In CLÁ DIAS, João. Ensaio: A fidelidade ao primeiro olhar. São Paulo: IFAT, 2008. p. 36-38.)

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[1] De Veritate, q. 1, a. 2 co: Inter duos intellectus constituta.
[2] De veritate, q. 1, a. 2 co: Sic ergo intellectus divinus est mensurans non mensuratus; res autem naturalis, mensurans et mensurata; sed intellectus noster mensuratus et non mensurans res quidem naturales, sed artificiales tantum.
[3] DERISI, Los Fundamentos…, p. 368-369.
[4] Summa Theol. I, q. 16, a 5: Et suum intelligere est mensura et causa omnis alterius esse, et omnis alterius intellectus; … Ut sequitur quod non solum in ipso sit veritas, sed quod ipse sit ipsa summa et prima veritas. (Grifos nossos.)
[5] AERTSEN, Jan. Nature and Creature: Thomas Aquinas’s Way of Thought. Leiden/New York: Brill, 1988, p. 161-162.

[6] AERTSEN, Nature and Creature…, p. 161; Super Ioannem, c. 14, lect. 2.

 

 

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