Santiago (Lunes, 25-11-2013, Gaudium Press) Con banderas, pancartas, globos y un espíritu de júbilo cerca de 800 mil fieles repletaron ayer por la tarde la plaza de armas de la comuna de Puente Alto, para ser partícipes de la Misa de la Familia, ocasión en la que además se dio por concluido el Año de la Fe y se inició la Misión Territorial a que ha convocado la Iglesia de Santiago.
La celebración, que congregó a las 12 parroquias que componen la Zona del Maipo, fue encabezada por el Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati y concelebrada por el padre Miguel Hoban, Vicario de la Zona.
En su homilía, el Pastor de Santiago se refirió a la importancia de recoger las enseñanzas que dejó el Año de la Fe en cada una de las Comunidades Eclesiales de Base, a fin de incorporarlas en este nuevo proceso eclesial que comienza, marcado por la evangelización, que es la Misión Territorial.
«El agua de nuestra vida es justamente el don de la fe»
«Ciertamente, como sucede en esta tarde aquí en la Plaza de Puente Alto, habremos encontrado otros «ruidos» a lo largo de este año que nos querían separar de esa experiencia profunda de Jesucristo, presente en Su Evangelio; presente en la comunidad; presente en los pobres. Y sin embargo, la gracia de Dios, Su misericordia nos ha permitido vivir esta experiencia. Hicimos que la voz de la fe sea más fuerte que todas las demás voces», expresó monseñor Ezzati.
En su alocución, el obispo reiteró a los presentes la invitación hecha por el Papa Emérito Benedicto XVI a vivir la fe como un «entrenamiento» para atravesar el desierto y comprender qué necesitan los cristianos en el camino de la vida. «Durante la experiencia de quien camina en el desierto -tal como decía el Papa- no basta tener dinero en los bolsillos, estar adornados de joyas, tener la soberbia del poder, o tener orgullo. Sino que se necesita, en primer lugar, del agua, porque ella da la posibilidad de no perder la fuerza, no perder la energía de la vida», dijo.
Y agregó: «El agua de nuestra vida es justamente el don de la fe. Ese don que el Señor nos ha regalado en nuestro bautismo, que hemos cultivado y madurado en nuestras familias y en comunidades eclesiales, en nuestras parroquias, en nuestros movimientos. El agua de la fe es indispensable para que el hombre y la mujer no mueran en medio del desierto sofocados por el calor o por el frio de la noche».
En la libertad y conciencia de cada persona, ofrecer el don de la fe
Más adelante en su intervención, monseñor Ezzati se refirió a la Misión Territorial, exhortando a los fieles a tener siempre como «brújula» el Evangelio de Jesús, «leído, meditado, orado en el seno de la familia, en el seno de la comunidad y en nuestra parroquia».
En este sentido, precisó que «nadie que haya encontrado el camino de la felicidad en la vida deja de comunicárselos a otros. Y bien, la Iglesia nos invita a vivir este año de Misión Territorial con un fuerte espíritu misionero. A ir a todas partes con el don de nuestra fe, para ofrecerlo a la libertad, a la conciencia de cada persona».
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