Ciudad del Vaticano (Lunes, 25-XI-2013, Gaudium Press) En la homilía de la misa conclusiva del Año de la Fe, ayer en el Vaticano en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre enfatizó en la necesidad de asumir la actitud del Buen Ladrón, para que Jesús se «acuerde» de nosotros.
En la eucaristía, que fue también misa de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, participaron 1.200 religiosos entre cardenales, patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias orientales, arzobispos, obispos y sacerdotes. Al lado del altar se expusieron las reliquias del apóstol Pedro: una caja de bronce con algunos fragmentos óseos. Al final de la celebración, el Obispo de Roma entregó simbólicamente su exhortación apostólica «Evangelii gaudium» a 36 representantes del «pueblo de Dios» provenientes de 18 diversos Países. Antes de la misa se realizó una colecta para la población de Filipinas.
Foto: Radio Vaticano |
Homilía del Papa
La centralidad de Cristo fue el eje conductor de la homilía del Papa Francisco.
Centralidad de Jesús en la creación. «Cristo es el centro. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia. El apóstol Pablo, en la segunda lectura, tomada de la carta a los Colosenses, nos ofrece una visión muy profunda de la centralidad de Jesús. Nos lo presenta como el Primogénito de toda la creación: en Él, por medio de Él y en vista de Él fueron creadas todas las cosas. Él es el centro de todo, es el principio. Jesucristo, el Señor. Dios le ha dado la plenitud, la totalidad, para que en Él todas las cosas sean reconciliadas (cf. 1,12-20). Señor de la Creación, Señor de la reconciliación».
Jesucristo es en torno de quien se reúne el Pueblo fiel. «Además de ser centro de la creación y centro de la reconciliación, Cristo es centro del pueblo de Dios. Y precisamente hoy está aquí, al centro de nosotros. Ahora está aquí, en la Palabra, y estará aquí, en el altar, vivo, presente, en medio de nosotros, su pueblo. Nos lo muestra la primera lectura, en la que se habla del día en que las tribus de Israel se acercaron a David y ante el Señor lo ungieron rey sobre todo Israel (cf. 2S 5,1-3). En la búsqueda de la figura ideal del rey, estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo. Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el «hermano» alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida».
Finalmente, el Pontífice resaltó la centralidad de Cristo en la historia de la Humanidad y en la historia de cada persona:
Mientras todos los otros se dirigen a Jesús con desprecio -«Si tú eres el Cristo, el Mesías Rey, sálvate a tí mismo bajando de la cruz»- aquel hombre, que se ha equivocado en la vida hasta el final pero se arrepiente, se agarra a Jesús crucificado implorando: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino» (Lc 23,42). Y Jesús le promete: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43): su Reino. Jesús sólo pronuncia la palabra del perdón, no la de la condena; y cuando el hombre encuentra el valor de pedir este perdón, el Señor no deja jamás de atender una petición como esa. Hoy todos nosotros podemos pensar a nuestra historia, a nuestro camino. Cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno de nosotros también tiene sus errores, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos oscuros. Nos hará bien, en esta jornada, pensar a nuestra historia y mirar a Jesús y desde el corazón repetirle tanta veces, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: «¡acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino!». Jesús, acuérdate de mí, porque yo tengo ganas de ser bueno, tengo ganas de ser buena, pero no tengo fuerza, no puedo: ¡soy pecador, soy pecador! Pero acuérdate de mí, Jesús: ¡Tú puedes acordarte de mí, porque Tú estás al centro, Tú estás precisamente en tu Reino! ¡Qué bello! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, tantas veces. «¡Acuérdate de mí Señor, Tú que estás al centro, Tú que estás en tu Reino!».
El Papa Francisco concluyó su homilía invitando a todos a seguir por el camino de nunca olvidar la centralidad de Jesús.
Con información de Radio Vaticano
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