Puerto Alegre (Martes, 26-11-2013, Gaudium Press) Mons. Jaime Spengler, el Arzobispo más joven que ha ocupado la sede de Puerto Alegre, en el estado de Río Grande del Sur, Brasil, escribió reciente artículo sobre la Cruz. Al principio del texto, el prelado afirma que nada parece más conocida que la Cruz, pues caminando por las ciudades de la región es posible encontrarla en numerosos lugares, allí delante de nuestros ojos.
Según el Arzobispo, para algunos la Cruz no dice nada; para otros es el recuerdo de un evento histórico sucedido en Jerusalén hace casi dos milenios, y que, posteriormente, determinó la historia y la cultura, la Fe y la esperanza de tantos hombres y mujeres; para otros ella causa malestar y repulsión; y por eso desean que sea alejada, retirada de los espacios públicos, retirada de toda visibilidad. Más allá de toda posible polémica, tenemos que reconocer que ella, la Cruz, es un símbolo dominante.
«Para nosotros los Cristianos, la Cruz es el recuerdo del empeño y de la entrega que hizo Jesús de Nazaret de sí, contra toda forma de determinismo, fatalismo, de ‘non sense’. A partir del evento de la Cruz y del crucificado es ofrecida al ser humano de todos los tiempos la indicación de que la contradicción, el dolor, el sufrimiento, la muerte no son fatalismos, sino indicaciones de la condición humana y de las posibilidades del humano», completa el prelado.
¿Se sabe lo que es la Cruz?
Otra pregunta abordada por el Mons. Jaime es que aún entre los cristianos existe, a veces, la impresión de que ya se sabe de qué se trata cuando se usa la expresión «Cruz». Para el obispo, nosotros pensamos ya saber lo que es la Cruz, y esta impresión de ya saber no nos permite coger su esencia. En verdad, conforme el prelado, poseemos de ella representaciones e imágenes vagas, palabras o un sentimiento más o menos fuerte de rechazo, odio, miedo, repugnancia, indiferencia; o si asumida, la comprendemos, tal vez, como sacrificio de resignación, humillación, aniquilación, abnegación.
«¿Qué es la Cruz?», cuestiona el Arzobispo. Con un pasaje de la Biblia, él mismo responde la pregunta: Es escándalo y locura (cf. 1Cor 1,23); es escándalo que no puede ser anulado (cf. Gl 5,11). De acuerdo con Mons. Jaime, tal anulación sucede allá donde lo estético se sobrepone a lo ético, ignorando lo religioso; allá donde todo se decide a partir de informaciones generalizadas; allá donde se está interesado en mostrar hechos.
«Ahora, la Cruz y su significado perturban e inquietan, pues apuntan a aquello que significa ser cristiano. Es locura para el mundo sustentado y orientado por la imagen, pues la Cruz dice de una realidad que incide en la carne, en la existencia real de todo ser humano auténticamente cristiano».
Además según el prelado, el escándalo y la locura de la Cruz dicen que el ápice del ser humano, su realización y felicidad, su salvación solo es posible en la Cruz. ¡Él explica que eso ocurre porque el cristianismo solo puede ser comprendido a partir del encuentro con la persona de Jesucristo, el lanzarse a su seguimiento y en la decisión de imitarlo hasta la muerte, si fuera necesario!
«Sin esto, la Cruz y el cristianismo pueden ser vistos como mero hecho cultural. No que esto no sea expresión de innúmeras realizaciones; sin embargo, esto sería expresión de reduccionismo, pues la Cruz y el cristianismo sobrepasan el factor cultural», añade.
Con relación a los hombres y las mujeres que viven en la fe y a partir de la Fe, el Arzobispo destaca que la Cruz es expresión de amor.
Él cree que la Cruz habla del amor de Dios por cada ser humano, y que delante de la Cruz, el ser humano de todos los tiempos, de todas las culturas es invitado a renovar la fe en la fuerza del amor; es convocado a creer que incluso delante de las situaciones más diversas, Dios es capaz de vencer al mal y a la muerte; es provocado a disponerse a una vida nueva, transformada, resucitada.
«¡En la Cruz está conservada la semilla, el germen de la esperanza de la vida! El vivir a partir de la Fe y en la Fe concede al ser humano de todos los tiempos un norte, una meta, un objetivo que no está en él mismo. Esto porque sabemos que no es el poder que redime, sino el amor. Sabemos que el mundo y el ser humano son salvados no por crucificadores, sino por el amor expresado de forma escandalosa y loca en lo alto de una Cruz», enfatiza.
Por último, Mons. Jaime afirma que el mundo puede querer ignorar la Cruz. Él evalúa que la ciencia y la técnica emprendieron caminos que dispensan cualquier referencia a la Cruz; la institución escuela encuentra dificultades de presentar a los niños, adolescentes y jóvenes la Cruz y sus implicancias; la institución familia, tal vez, no sienta más la necesidad de introducirla en el ámbito de la Fe con sus desdoblamientos.
«No faltan voces que proclaman que tal situación es expresión de un momento histórico-cultural; otros apuntan a dificultades de lenguaje; otros además indican el fin de una época, y que, por tanto, estaríamos viviendo un cambio de época. Ciertamente, todas esas indicaciones tienen sus razones».
Sin embargo, el arzobispo concluyó que los hijos e hijas de la modernidad no habrán de olvidar sus orígenes, pues conocen que en la Cruz hay vida y esperanza. ¡Ella resalta que para los cristianos la Cruz es expresión de amor, y solamente el amor transforma personas, construye relaciones, concede vida plena al mundo! (FB)
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