Redacción (Martes, 26-11-2013, Gaudium Press) San Atanasio el Grande, es uno de los mayores y más ilustres de entre los Padres y Doctores de la Iglesia.
Nació en el año 295, en la ciudad de Alejandría, de padres probablemente no cristianos y de lengua griega, sin embargo de su infancia poco se sabe. Consta que él recibió una sólida educación de base, iniciándose inclusive en la filosofía. Se estima que se convirtió relativamente joven al cristianismo, pues se sabe que a los 17 años fue escogido por el obispo Alejandro para ocupar el cargo de lector.
En el año 318, con 23 años es ordenado diácono y se torna secretario episcopal.
Nos Cuenta San Gregorio Nacianceno que él desde su conversión se aplicó a serias y profundas meditaciones sobre las Sagradas Escrituras, que, a partir de entonces fueron su principal fuente de saber.
En este período, la magna ciudad de Alejandría era azotada, siendo un foco incandescente de la herejía arriana [1].Sin embargo desde el inicio San Atanasio apoyó incondicionalmente a su obispo, uniéndose a éste que fue el primer adversario de Arrio, condenándolo en un sínodo (320).
Debido a la expansión de esta herejía, Constantino, temiendo una grieta eminente de su imperio, convocó el Concilio de Nicea (325), para solucionar tales disputas. Fue entonces, acompañando a su obispo, el diácono-secretario Atanasio. Por las vías de la Providencia, vemos entonces que entra en escena en este concilio, en medio de los obispos que tenían la primacía de la palabra, un simple diácono que comienza a ser temido por los adversarios de la fe. Nos dice San Gregorio Nacianceno sobre la participación de Atanasio: «En Nicea, los arrianos observan al valeroso campeón de la Verdad: de estatura baja, casi frágil, pero de postura firme y de cabeza levantada.
Cuando se levanta, como que se siente pasar una ola de odio a través de él. La mayoría de la asamblea mira con orgullo a aquel que es el intérprete de su pensamiento». [3] Al final, fue aprobada una fórmula de fe, que pasó a llamarse «Credo de Nicea». Arrio fue exiliado…
El 17 de abril de 328, estando listo para entregar su alma a Dios, el obispo Alejandro llevando en consideración las virtudes de su secretario, lo indica para sucederle.
Claro está que tal elección no agradó a los herejes (arrianos y melecianos), que intentaron de todos los modos contestar. Sin embargo el sufragio del clero y del pueblo ratificó, 2 meses y medio más tarde (7 de junio de 328) al indicado para asumir la sede del patriarcado de Alejandría, teniendo el reconocimiento del emperador Constantino.
Viene entonces un período muy conturbado: los 46 años de episcopado de Atanasio (328-373), época en que nuestro Santo puede mostrar todo su celo por la fe, en la que luchó contra Arrio y sus correligionarios, contra los melecianos cismáticos, contra el propio emperador Constantino, y a veces, contra ciertos defensores torcidos e intransigentes del Símbolo de Nicea. Todos los que de él intentaron librarse fracasaron… delante de su firmeza e intransigencia.
Consta que este defensor de la fe fue exiliado cinco veces. De los cuarenta y cinco años que duró su ministerio episcopal, en la sede de Alejandría, San Atanasio estuvo diecisiete años en el exilio, debido a la fluctuación política y a los incesantes ataques de los herejes, a los cuales la resistencia de él irritaba…:
La primera le fue decretada por el emperador Constantino, que lo exilió a la ciudad de Tréveris, después de haber quedado disgustado por el hecho de haberse recusado a recibir a Arrio en la comunión de la Iglesia.
Habiendo fallecido el emperador (337) San Atanasio vuelve para ocupar nuevamente su sede episcopal, pero en el año 339 un sínodo en Antioquia, por instigación del Obispo Eusebio de Nicomedia, lo depone nuevamente. Siendo así, le restó solo buscar refugio junto al Papa Julio I, en Roma.
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(Mañana: otros exilios de San Atanasio – Escritos del Santo)
1 Esta herejía afirmaba que el Hijo (Nuestro Señor) no existía antes de haber sido generado, negando así la co-eternidad suya con el Padre; afirmaba que el Hijo es la primera de las criaturas, que es una especie de «segundo dios» (déutero theós), pero que él permanece ajeno a la esencia divina del padre. Ellos separaban así el Hijo del Padre.
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