Ciudad del Vaticano (Jueves, 28-11-2013, Gaudium Press) Las bajas temperaturas en Roma no impidieron a los millares de fieles, que llenaron la Plaza de San Pedro en la mañana de este miércoles 27, para acompañar la Audiencia General del Papa Francisco.
El Santo Padre concluyó el ciclo de catequesis sobre el Credo, desarrollado durante el Año de la Fe, culminado el pasado domingo 24, en la Solemnidad del Cristo Rey del Universo.
Analizando el tema de la resurrección de la carne, en el Catecismo de la Iglesia Católica, el Papa afirmó que hay una manera equivocada de mirar a la muerte, pues ella dice respecto a todos nosotros y nos interroga de manera profunda, principalmente cuando sucede de modo escandaloso.
«Cuando consideramos nuestra vida entre dos polos, el nacimiento y la muerte, nosotros nos cerramos al horizonte de Dios», comentó.
Cuando perdemos a una persona amada, complementó el Pontífice, percibimos que, aún en el drama de la pérdida, sale del corazón la convicción de que todo no termina allí, pues hay un instinto poderoso dentro de nosotros, que nos dice que nuestra vida no acaba con la muerte.
Según el Papa, esta sed de vida encontró su respuesta real y confiable en la resurrección de Jesucristo, que no nos da solamente la certeza de la vida después de la muerte, sino ilumina también el propio misterio de la muerte de cada uno de nosotros.
Para él, «una persona tiende a morir como vivió», pues, si mi vida fue un camino con el Señor, de confianza en su misericordia, estaré listo para aceptar el último momento de mi existencia terrenal, preparándome para vivir otra vida, al lado del Padre celestial.
El Santo Padre además alentó que debemos prepararnos estando cerca de Jesús a través de la oración, en los Sacramentos y también en la práctica de la caridad.
«La solidaridad en compadecer el dolor e infundir la esperanza es premisa y condición para recibir en herencia el Reino preparado para nosotros. Quien practica misericordia, no teme la muerte, porque el mirar de frente las heridas de los hermanos y lo supera con el amor de Jesucristo. Si abrimos la puerta de nuestra vida y de nuestro corazón a los hermanos menores, entonces también nuestra muerte se tornará una puerta que nos introducirá al Cielo», concluyó. (LMI)
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