sábado, 23 de noviembre de 2024
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"Madre nuestra te celebramos con un corazón lleno de esperanza y de misericordia": Cardenal Rivera en la Fiesta de la Virgen de Guadalupe

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Foto: Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.

Ciudad de México (Viernes 13-12-2013, Gaudium Press) Con cánticos, danzas, ofrendas florales y oraciones, un sinnúmero de peregrinos -se calculan unos 6 millones-, celebraron este 12 de diciembre la Solemnidad de la Virgen de Guadalupe en la Basílica y Santuario de la Patrona y ‘Emperatriz de las Américas’ en México.

Compartimos a continuación la Homilía que pronunció el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo y Primado de México, durante la Santa Misa que presidió en el Santuario con ocasión de la solemnidad mariana:

Hoy celebramos que desde hace 482 años, Dios ha venido en medio de nosotros por medio de nuestra madre, Santa María de Guadalupe, y ha querido transformar esta tierra muerta del Tepeyac, en el vergel de la vida de Dios, tierra bendita y sagrada.

Hoy celebramos que Santa María de Guadalupe ha venido para manifestar su voluntad, su deseo, el de construir su «casita sagrada» para ofrecer aquí a su Amor-Persona, Jesucristo, centro y fundamento de este lugar, hogar del Dios Omnipotente.

Hoy celebramos que Ella realizara, en aquel frío invierno de 1531, una verdadera y profunda inculturación del Evangelio que continúa moviendo los corazones más allá de espacios y tiempos.

Hoy celebramos que Dios se ha apiadado de nosotros y ha manifestado su amor misericordioso por medio de la mirada compasiva de su propia Madre y, así, el Dueño del cielo y de la tierra ha venido a nuestro encuentro para darnos la gracia de la salvación.

Hoy celebramos que por medio de Santa María de Guadalupe, nuestro Señor, el vencedor del pecado y de la muerte, ha venido a quedarse a vivir en medio de nosotros, en nuestro corazón.

Hoy estamos celebrando que Santa María de Guadalupe es la Estrella de la primera y de la nueva Evangelización, discípula y misionera del amor de Dios, gracias a su valiente y humilde «sí» al Señor, el Reino de Dios sigue tocando los corazones; y fue san Juan Diego, el elegido por Ella, quien recibió su consuelo y su protección, su gozo y su alegría. El humilde macehual fue elegido como su mensajero digno y amado, lleno de toda su confianza, para pedir al obispo la construcción de este hogar, de esta «casita sagrada», «hogar del Dios omnipotente» en donde ahora nos encontramos todos, disponiendo nuestros corazones para construir juntos la Civilización del Amor de Dios, centrada en la Eucaristía.

Por eso, Ella es la fuente y causa de nuestra alegría, Ella es la Madre del Amor. Ella que se ha hecho de nuestra sangre y de nuestro color. Ella que ha tomado nuestra identidad y nuestra raíz, nos confirma que nuestra dignidad radica en haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, el Dueño de la vida. Este es el fundamento de nuestra felicidad: somos hijos de Dios, simplemente porque nos ama. Este amor todo lo puede, es un amor que vence al odio y al egoísmo, un amor que derrumba todo muro de división y nos da la fuerza de construir juntos el hogar de Dios en cada corazón.

Ahora comprendemos mejor la gran admiración y la inmensa alegría que suscitó entre los indígenas el conocimiento de este gran suceso, cuando Juan Diego lo transmitió; ellos fueron conscientes que este encuentro con Ella era, al mismo tiempo, un encuentro con el único y verdadero Dios y con los hermanos. La alegría no cabía en sus corazones. Y esa misma alegría sigue latiendo en nuestros corazones al ser testigos de que el Dios por quien se vive, nos ama tanto, que viene a encontrarse con nosotros. El júbilo es inmenso al entender la plenitud de este encuentro y verlo patente en cada momento, como por ejemplo en el Congreso Internacional «Peregrinación y Encuentro» que hace poco se llevó a cabo precisamente en este lugar sagrado, todos nosotros hemos sido testigos del inmenso amor de Dios, por medio de Santa María de Guadalupe, para todos los seres humanos de todos los tiempos y de todas las latitudes. ¡Un amor universal!

En este umbral resuenan las palabras del beato Juan XXIII, que pronto será canonizado, de una manera extraordinaria: «La siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive», -decía Juan XXIII- derrama su ternura y delicadeza maternal en la colina del Tepeyac, confiando al indio Juan Diego con su mensaje unas rosas que de su tilma caen, mientras en ésta queda aquel retrato suyo dulcísimo que manos humanas no pintan. Así quería Nuestra Señora continuar mostrando su oficio de Madre: Ella, con cara de mestiza entre el indio Juan Diego y el obispo Zumárraga, como para simbolizar el beso de dos razas […] Primero Madre y Patrona de México, luego de América y de Filipinas; el sentido histórico de su mensaje iba cobrando así plenitud, mientras abría sus brazos a todos los horizontes en un anhelo universal de amor.»

Mientras el también beato, Juan Pablo II que también será canonizado el 27 de Abril, proclamó: «Y América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, […] en Santa María de Guadalupe, […] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada».»

Esta inculturación la realiza en el ser humano, tomando en cuenta todo lo que le integran. Ella armoniza la fe y la razón. En el Acontecimiento Guadalupano se da la perfecta inculturación en la armonía de la fe y la razón. El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica «Evangelii Gaudium», nos señala: «En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo… Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos… son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización. Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata. El anuncio a la cultura implica también un anuncio a las culturas profesionales, científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las ciencias, que procura desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad, una original apologética que ayude a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado por todos».

Podemos ver que esto que dice el Papa Francisco es precisamente lo que logra Santa María de Guadalupe.

Es claro que todos nosotros, debemos celebrar esta gran fiesta de Santa María de Guadalupe construyendo desde nuestro corazón esa «casita sagrada», con las manos que se extienden en la misericordia, en el perdón, en la solidaridad, en la generosidad, en la justicia, en la paz y en el amor, espacialmente a favor de los hermanos más necesitados y los más desprotegidos e indefensos.

En nuestro Continente y, de manera especial, en nuestro país, en nuestro pueblo, estamos ante tremendos retos que nos deben de inspirar y motivar, e impulsar para poner todo lo que esté de nuestra parte, para hacer una realidad este encuentro pleno del amor de Dios. Este es el momento de las grandes oportunidades para demostrar nuestra fe, para disponer un corazón humilde y, así, la fuerza del amor de Dios se manifieste. Por ello recordamos las palabras de nuestra Madre: «No tengas miedo, ¿Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor y la dicha de ser tu madre?».

El Papa Benedicto XVI ya nos señalaba también: «Ella nos conduce siempre a su divino Hijo, el cual se revela como fundamento de la dignidad de todos los seres humanos, como un amor más fuerte que las potencias del mal y la muerte, siendo también fuente de gozo, confianza filial, consuelo y esperanza.»

Y a estas palabras se unen también las palabras del Papa Francisco que nos dicen que María, «como una buena madre, está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las adversidades de la vida, ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da fuerza, nos muestra el camino de su Hijo.

Sí, Madre nuestra, hoy te celebramos y vestimos de fiesta nuestro corazón, que si bien en muchos momentos se ha encontrado adolorido por las injusticias y las penas, hoy te celebramos con este corazón también lleno de esperanza y de misericordia. Hoy queremos ofrecerte las flores del perdón y de la solidaridad, y queremos llenar nuestro corazón de las flores de la verdad de tu amor. Hoy, Madre nuestra, estamos de fiesta, hoy te celebramos morenita nuestra, niña nuestra, la más consentida y amada. Hoy nos hemos vestido de fiesta con tus estrellas, pues tú eres nuestra guía por el camino de la vida. Hoy estamos de fiesta pues tú eres nuestra protección y resguardo. Hoy estamos de fiesta pues tú eres la fuente de nuestra alegría. Hoy estamos contentos y queremos cantar cantos divinos de misericordia y de esperanza. Hoy estamos de fiesta y estamos celebrando que Jesús te entregó a nosotros como nuestra Madre y por esto hoy nos hemos vestido de fiesta con el Amor.

¡Gracias Madre nuestra, porque hoy nos haces a los mexicanos y a todos los moradores de estas tierras, estar alegres, estar de fiesta!

Además de los millones de fieles, participaron en la Santa Misa en la Basílica Guadalupana Mons. Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en México, y los integrantes de los Cabildos de Guadalupe y de la Catedral Metropolitana.

Con información de SIAME.

 

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