Morelia (Miércoles, 08-12-2013, Gaudium Press) Mientras la Iglesia en todo el mundo prepara el nacimiento de Jesucristo a través del tiempo de Adviento, diversos países viven sus propias tradiciones religiosas que ayudan a llenar de significado la próxima llegada de la Navidad. En México se celebran las Posadas, una serie de reuniones familiares que se realizan los nueve días anteriores a la fiesta de la Navidad en honor al camino recorrido por la Santísima Virgen y San José en búsqueda de un lugar donde recibir el nacimiento del Mesías.
Las posadas recuerdan el camino de la Santísima Virgen y San José en su búsqueda de refugio en Belén. Foto: BillieS |
Sobre el sentido de estas celebraciones de arraigada tradición, el Arzobispo de Morelia, México, Mons. Alberto Suárez explicó en una artículo difundido por la Conferencia Episcopal Mexicana la forma como se vinculan al tiempo de Adviento. «Además del aspecto litúrgico en el que se consideran las ferias privilegiadas antes de la Navidad y se nos ofrecen en la oración de vísperas las célebres antífonas que inician con ‘Oh'», describió Mons. Suárez, «en nuestra cultura arraigó la bellísima tradición de las Posadas y los aguinaldos».
Nueve días en peregrinación hacia Belén
«Son nueve días de oración, de cánticos y fiesta familiar que nos recuerdan el camino recorrido por María y José, en su peregrinación hacía Belén», recordó el Arzobispo.
«La meditación de los planes sorprendentes de Dios, la contemplación de los Peregrinos y de sus virtudes, las alabanzas y las súplicas son el núcleo de una genuina Posada».
El prelado motivó a dar un sentido trascendente a los cantos que se hacen en la celebración, como el lamento de la Sagrada Familia al ser rechazada en alguno de los hogares: » Ya se va María muy desconsolada… ya se va José con su Esposa amada, porque en esta casa no les dan posada». Para el prelado, estos versos dan lugar a una auténtica preparación de Adviento: «Hemos de reflexionar sobre la dureza de corazón que sigue manteniendo las puertas cerradas a Jesús que viene a nosotros en la persona del pobre», sugirió Mons Suarez como ejemplo.
Mons. Alberto Suárez, Arzobispo de Morelia, México. Foto: Conferencia Episcopal Mexicana. |
Otras canciones en las que San José pide la ayuda de los habitantes de Belén son para el Arzobispo «otras tantas llamadas a la conversión, a una mayor caridad fraterna, a una sensibilidad ante quienes no encuentran techo o abrigo en nuestras ciudades». El prelado también reconoció otras expresiones de la piedad popular en las tradiciones, como la envidia del burrito que tuvo el privilegio de llevar sobre su lomo el peso de la Santísima Virgen en cuyo vientre estaba oculto el Salvador, » hecho hombre pequeño, el que gobierna el universo y rige la historia, carga dulce y ligera», relató.
El sentido cristiano de las tradiciones
«Las luces, las piñatas, los ponches, son elementos festivos que acompañan estas celebraciones, pero que no deberían empañar su sentido original y más auténtico», agregó Mons. Suárez. De hecho, tal como lo recordó la agencia Fides, incluso la piñata (recipiente que se rompe y que está lleno de dulces u obsequios) está inspirada en un profundo trasfondo cristiano.
La piñata, que se rompe después del momento de oración (en el que se incluye ocasionalmente el Santo Rosario) y la procesión de San José y la Santísima Virgen, fue un elemento evangelizador para los misioneros en México. «Las siete puntas de la piñata representan cada uno de los pecados capitales», describió el artículo. «Los colores vistosos significan lo atractivo que puede parecer el pecado».
Toda la mecánica del juego tiene elementos simbólicos: «Vendar los ojos es dejarse guiar por la fe. El palo representa al Evangelio, con el que se destruye al pecado. Los participantes que orientan hacia dónde hay que dar el golpe, representan a la Iglesia. La fruta simboliza la gracia de Dios derramada al destruir el pecado, es decir, al romper la piñata».
En medio de estas tradiciones cargadas de simbolismo pero con una intención de descubrir su verdadero sentido, Mons. Suárez renovó su invitación a vivir las fiestas con auténtico espíritu cristiano. «Acompañemos a María y José con ilusión, no en el sentido de algo ilusorio sino de un gran anhelo. Vivamos estos días con alma limpia, haciéndonos como niños», concluyó el Arzobispo. «Que la sencillez, y hasta una cierta ingenuidad, nos permitan gozar estas fiestas sin necesidad de lujos o excesos. La proximidad de la llegada de Jesús sea nuestra mayor alegría».
Con información de Conferencia Episcopal Mexicana y Agencia Fides.
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