Ciudad del Vaticano (Jueves, 19-12-2013, Gaudium Press) «Que en esta Navidad, el amor, la bondad y la generosidad entre todos sean un reflejo y una prolongación de la luz de Jesús, que desde la gruta de Belén ilumina nuestros corazones», deseó el Papa Francisco a las miles de personas presentes en la Plaza de San Pedro ayer, para la última audiencia general del año, al tiempo que invitaba a todos a manifestar su caridad hacia los más necesitados.
Foto: L’Osservatore Romano |
A menos de una semana de la conmemoración de la Encarnación del Hijo de Dios, el Pontífice meditó sobre las consecuencias que se derivan de la contemplación del pesebre de Belén.
El Verbo eterno «ha querido compartir nuestras alegrías y sufrimientos, y demostrarnos así que Dios se ha puesto de parte de los hombres, con su amor real y concreto. Y este amor, que enardece nuestro corazón, nos ‘regala’ una energía espiritual que nos sostiene en medio de las luchas y fatigas de cada día», afirmó el Pontífice en su meditación.
De ese cuadro surgen dos consecuencias. Dios se abaja y con ello nos muestra que a nuestra vez debemos ponernos a su servicio, y que debemos «ser solidarios, especialmente con los más débiles y marginados, haciéndoles sentir la cercanía del mismo Dios».
Y «la segunda: ya que Jesús, en su encarnación, se ha comprometido con los hombres hasta el punto de hacerse uno de nosotros, el trato que damos a nuestros hermanos o hermanas se lo estamos dando al mismo Jesús. Recuerden que ‘quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve’ (1 Jn 4,20)».
El Pontífice saludó de forma particular a grupos de peregrinos de lengua española provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos.
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