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Tres reyes a la búsqueda del Rey

Redacción (Miércoles, 08-01-2013, Gaudium Press) Habiendo, pues, nacido Jesús en Belén de Judá, reinando el Rey Herodes, es que unos Magos llegaron del Oriente a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los Judíos, que acaba de nacer? Porque nosotros vimos su estrella en Oriente, y vinimos a adorarlo» (Mt. 2, 1-2).

¡Cuánta poesía encierra esta sintética narración del Evangelio! Grandes y pequeños imaginan las lejanas tierras de Oriente: desierto, calor, piedras preciosas, ricos y coloridos tejidos, turbantes, camellos y hasta incluso elefantes (medio de locomoción del séquito del rey proveniente de África). Una estrella, que brilla con intensidad fulgurante, hace que los tres grandes y poderosos monarcas de Oriente, estudiosos de los astros y conocedores de las escrituras, dejen su reino y partan en busca de Aquel que es el Rey de los Reyes, Rey de todas las naciones y Sol de Justicia: un Dios hecho Niño.

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Reyes Magos adoran al Niño Dios –

Reproducción de cuadro de Fra Angelico, Basílica N. Sra. del Rosario, Brasil

Enfrentando todas las adversidades del transcurso, se encuentran ellos en las arenas doradas del desierto y siguen juntos en el camino que los llevará a Jerusalén. No miden esfuerzos, llevan sus tesoros más preciosos, se ayudan. Siendo ellos también monarcas, quieren encontrarse con el Rey, no solo para rendirle sus homenajes, sino también para adorarlo.

Un Rey Niño, un Niño Dios, nacido de una Virgen y puesto en un Pesebre… ¡Qué aparente contradicción! Entretanto ellos creen, ellos buscan, ellos llegan por fin a Jerusalén. Después de un contacto con el perverso, envidioso y orgulloso Herodes, que quería encontrar al Niño para matarlo, pues le parecía un rival, parten los Magos de Jerusalén a Belén de Judá, pues, conforme las profecías, ahí debería nacer el Salvador de todos los hombres. Una vez más contemplan la bella y rutilante estrella que les había guiado desde el Oriente y se llenan de alegría por la proximidad del encuentro con su Rey.

Llegando a Belén, encuentran a María, José y al Niño, este acostado en humilde pesebre, calentado por pajas y por el amor de su Madre. ¡Postrándose, lo adoran! Abriendo sus tesoros le ofrecen oro, incienso y mirra. Según las tradiciones orientales, ellos se postraron por tierra por reconocer en ese Niño a su Rey y su Salvador. Nadie, en Oriente, se presentaba delante de un rey sin ofrecerle regalos. Los Magos entregaron a Jesús los mejores tesoros de Oriente: el oro, como a un Rey, el incienso, como a un Dios y la mirra, como a un Hombre mortal, ya que esta simboliza el sufrimiento. De regreso, volvieron por otro camino a su tierra, pues Dios les avisó en sueños que no retornasen a la presencia del malvado Herodes.

Por la Hna. Juliane Campos, EP

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