Ciudad del Vaticano (Miércoles, 15-01-2014, Gaudium Press) El frío pronunciado que por estos días afecta la Ciudad Eterna, no fue obstáculo para que alrededor de 35.000 fieles concurrieran a la Plaza de San Pedro a escuchar la catequesis del Papa Francisco, quien continuó hablando del Bautismo. En la primera audiencia general del año, realizada hace una semana, el Pontífice había anunciado que realizaría una serie de catequesis sobre los sacramentos, esos «que prolongan en la historia la acción salvífica de Cristo».
Tras recordar una afirmación de la Suma Teológica, en la que Santo Tomás habla de la incorporación a Cristo por medio del Bautismo, y después de recordar la enseñanza del Concilio Vaticano II sobre la integración al Pueblo de Dios por este mismo sacramento, el Papa Francisco hizo un paralelo entre la trasmisión de la vida física y la vida de la gracia.
Foto: Radio Vaticano |
«En efecto, así como de generación en generación se transmite la vida, del mismo modo también de generación en generación, a través del renacimiento de la fuente bautismal, se transmite la gracia, y con esta gracia el Pueblo cristiano camina en el tiempo, como un río que irriga la tierra y difunde en el mundo la bendición de Dios. Desde el momento en que Jesús dijo esto que hemos escuchado del Evangelio, los discípulos fueron a bautizar y, desde aquel tiempo hasta hoy, hay una cadena en la transmisión de la fe por el Bautismo, y cada uno de nosotros somos el anillo de esta cadena; un paso adelante siempre, como un río que irriga. Y así es la gracia de Dios, y así es nuestra fe, que debemos transmitir a nuestros hijos. Así es el Bautismo. ¿Por qué? Porque el Bautismo nos hace entrar en este Pueblo de Dios, que transmite la fe».
El Pontífice puso un ejemplo insigne de como ocurre esta trasmisión de la fe y de la gracia, incluso en circunstancias excepcionales, como lo fueron las de la persecución religiosa en el Japón del S. XVII.
«Fueron numerosos los mártires [en el Japón], los miembros del clero fueron expulsados y millares de fieles fueron asesinados. No quedó en Japón ningún sacerdote, todos fueron expulsados. Entonces la comunidad se retiró a la clandestinidad, conservando la fe y la oración en el ocultamiento. Y cuando nacía un niño, el papá o la mamá lo bautizaban, porque todos los fieles pueden bautizar en circunstancias particulares. Cuando después de aproximadamente dos siglos y medio – 250 años después – los misioneros volvieron a Japón, millares de cristianos salieron a la luz y la Iglesia pudo reflorecer. ¡Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo! Pero esto es grande, ¿eh? El Pueblo de Dios transmite la fe, bautiza sus hijos y va adelante. Y habían mantenido, aún en secreto, un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había hecho transformar en un sólo cuerpo en Cristo: estaban aislados y escondidos, pero eran siempre miembros de la Iglesia. ¡Podemos aprender tanto de esta historia!», dijo el Papa.
Discípulo y misionero – La dimensión comunitaria del Bautismo
En la línea de las enseñanzas del Documento de Aparecida, el Papa Francisco recordó que el bautismo constituye al fiel en discípulo, pero también en misionero: «Existe un vínculo indisoluble entre la dimensión mística e aquella misionera de la vocación cristiana, ambas radicadas en el Bautismo. ‘Recibiendo la fe y el bautismo, nosotros cristianos acogemos la acción del Espíritu Santo que conduce a confesar a Jesucristo como Hijo de Dios y a llamar Dios «Abbá» (Padre). Todos los bautizados y las bautizadas estamos llamados a vivir y a transmitir la comunión con la Trinidad, porque la evangelización es un llamado a la participación de la comunión trinitaria’ (Documento final de Aparecida, n. 157)».
Igualmente, el Papa insistió en la dimensión comunitaria a la que introduce el Bautismo, pues «nadie se salva solo». «Somos comunidad de creyentes, y en esta comunidad experimentamos la belleza de compartir la experiencia de un amor que nos precede a todos, pero que al mismo tiempo nos pide que seamos «canales» de la gracia los unos por los otros, no obstante nuestros límites y nuestros pecados».
«La dimensión comunitaria no es sólo un ‘marco’, un ‘contorno’, sino que es parte integrante de la vida cristiana, del testimonio y de la evangelización. La fe cristiana nace y vive en la Iglesia, y en el Bautismo las familias y las parroquias celebran la incorporación de un nuevo miembro a Cristo y a su cuerpo, que es la Iglesia», expresó el Pontífice, en consonancia con lo afirmado en el Documento de Aparecida, en el n. 175.
Con información de Radio Vaticano
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