Porto Alegre (Lunes, 20-01-2014, Gaudium Press) Mons. Jaime Spengler, arzobispo de la arquidiócesis de Puerto Alegre, en Río Grande del Sur, Brasil, escribió un artículo, con el título «Corazón y educación», donde él recuerda que Pascal, pensador del siglo XVII, afirmaba que «el corazón tiene razones que la propia razón desconoce: se percibe eso de mil modos (…)». El prelado entonces pregunta: ¿qué entendía el pensador por corazón? ¿Tendría el corazón alguna relación con el grande y noble desafío de la educación?
De acuerdo con el arzobispo, el corazón es un órgano vital del cuerpo humano, muy estudiado, acompañado y cuidado.
Para él, el arte médico realizó muchas conquistas en lo referente al cuidado de este órgano vital, pero el corazón humano tiene connotación más amplia: es considerado la sede de los sentimientos, expresión de la intimidad del ser humano, centro de las grandes decisiones existenciales y de la vida. Para más allá de consideraciones fisiológicas, el prelado quiere centrar la atención en aquello que el corazón representa.
«Podemos decir que el corazón representa el horizonte en el cual el ser humano puede alcanzar el conocimiento de sí, de sus sentimientos, pasiones, impulsos, tendencias, deseos, capacidades, valores, aptitudes. Son aspectos de la existencia humana que sobrepasan la mera racionalidad; no son aspectos contrarios a la razón, sino más profundos», explica.
¡Mons. Jaime además resalta que el ámbito del corazón contempla una amplitud de posibilidades que están más allá de la razón, sin ignorarla; indica para experiencias originarias de conocimiento! Según él, en esta perspectiva, podemos identificar un horizonte de experiencias, donde la razón lógica no puede penetrar y que, entretanto, posee datos objetivos auténticos.
Conforme el prelado, teniendo presente tales consideraciones, podremos preguntar: ¿qué la educación puede hacer por el corazón humano? ¿En qué la educación puede cooperar para que esta dimensión decisiva de la existencia humana reciba justas orientaciones para el desarrollo de una existencia humana verdaderamente integrada e integradora? ¿Cómo las instituciones educativas abordan tales aspectos de la existencia humana, decisivos para la convivencia social integrada, armoniosa, respetuosa?
Para Mons. Jaime, hay, tal vez, especialistas y técnicos en el arte de la educación que no consideran tales afirmaciones e indicaciones; habría, tal vez, aquellos que consideren todo esto tarea exclusiva de los padres, de la familia; encontraremos otros también que, tal vez, dirán que todo eso nada tiene que ver con educación… ¿Será?
«Cierto es que encontramos tantas realidades donde respeto, valores, aptitudes, deseos, sueños, impulsos, reglas, aspectos fundamentales de la convivencia humana civilizada son simplemente ignorados. Y en el empuja-empuja de las responsabilidades, vemos un número creciente de personas siendo lanzadas para las ‘periferias existenciales’.»
El arzobispo de Puerto Alegre afirma que no quedan dudas que un número siempre mayor de personas tiene acceso a la institución escuela; que creció el número de aquellos que llegaron a la universidad. Pero él cuestiona: ¿bajo qué condiciones? ¿Cuáles serían los resultados objetivos de esta realidad? ¿Mejoró lo convivencia social? ¿Vemos personas mejor formadas, mejor informadas?
«¡Ahora, información no puede ser considerada sinónimo de formación! ¿Quién, al final, define el proyecto socio-educativo de un pueblo, de una nación? No es raro encontrar adolescentes analfabetos que hace años frecuentan la institución escuela; tampoco es raro encontrar personas que pasaron por el tercer grado (educación terciaria) y que no conocen reglas básicas de la lengua madre. ¡Tampoco es raro encontrar profesores – en algunos países poseen lugar social de destaque; son considerados maestros; gozan de respeto público! – asustados, rehenes de grupos que actúan impunemente», destaca.
¡Por último, Mons. Jaime resalta que corazones educados, orientados, formados e informados crecen en sabiduría y gracia delante de los demás y del Eterno! (FB)
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