Ciudad del Vaticano (Martes,04-02-2014, Gaudium Press) Esta mañana ha sido presentado el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2014, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede. La presentación estuvo a cargo del Cardenal Robert Sarah, Presidente del Pontificio Consejo «Cor Unum», y los monseñores Giampietro Dal Toso y Segundo Tejado Muñoz, respectivamente, secretario y subsecretario del mismo dicasterio. El título del mensaje «Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza», es «una cita de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios en la que el apóstol los alienta a mostrar su generosidad ayudando a los hermanos de Jerusalén que están atravesando dificultades», señala el mensaje Pontificio.
El Papa Francisco hace una importante distinción entre la pobreza entendida según el Evangelio, y la miseria y sus diferentes tipos.
«Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». El Pontífice explicó cuál es la esencia radical de la pobreza del Verbo Encarnado: «Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se ‘vació’, para ser en todo semejante a nosotros. ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, ‘trabajó’ con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado», expresa el Papa.
Papa en la Casa Santa Marta Foto: Radio Vaticano |
«La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino -dice san Pablo- ‘…para enriqueceros con su pobreza’ «, recalcó el Pontífice. Es esta una pobreza que es a la vez riqueza, afirmada también por el Apóstol de las Gentes, que «conoce bien la ‘riqueza insondable de Cristo’, ‘heredero de todo’ «.
Una pobreza de Cristo que es riqueza para el hombre
Esta pobreza de Jesús al asumir la condición humana, es la fuente de las más genuinas riquezas a las que puede acceder el hombre: «La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su ‘yugo llevadero’, nos invita a enriquecernos con esta ‘rica pobreza’ y ‘pobre riqueza’ suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito. Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos ; podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo».
El Papa aquí ya ha introducido el término ‘miseria’. Va a profundizar en ese tema.
La miseria y las miserias
«La miseria no coincide con la pobreza», afirma el Papa. «La miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo».
No menos preocupante es «la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros -a menudo joven- tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza!».
Una miseria moral que «también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera».
«El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza!». El Pontífice resalta la belleza de la alegría del anuncio de la Buena Nueva.
Finalmente, el Papa Francisco manifiesta su firme deseo que «este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona».
El texto completo del Mensaje se puede hallar aquí.
Con información de News.va
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