Ciudad del Vaticano (Lunes, 10-01-2014, Gaudium Press) En la meditación previa al rezo del Ángelus, el Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio del día, aquel que habla de la misión del cristiano de ser sal de la tierra y luz del mundo.
Foto: Radio Vaticano |
El Pontífice inició mostrando como los primeros destinatarios de esas palabras -los discípulos- eran hombres simples, a los que el Hombre-Dios les encomendaba una gigantesca misión: » ‘Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo’ (Mt 5,13.14). Pero esto nos sorprende un poco, si pensamos en quienes tenía Jesús ante sí cuando decía estas palabras. ¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente simple… Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y precisamente su afirmación se entiende como una consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si serán pobres de espíritu, si serán dóciles, si serán puros de corazón, si serán misericordiosos… ¡serán la sal de la tierra y la luz del mundo!». Para cumplir tan elevada misión, el cristiano debe encaminarse por la senda señalada por Jesús en el Sermón de la Montaña.
«Los cristianos, nuevo Israel, reciben por lo tanto una misión en relación a todos los hombres: con la fe y con la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda a la humanidad. Todos nosotros bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos en el mundo en un evangelio viviente: con una vida santa daremos ‘sabor’ en los diversos ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo con el testimonio de una caridad genuina», dijo el Papa Francisco.
La luz de la que habla el Evangelio no es otra sino la luz de Cristo, la luz de la Fe Cristiana, que el discípulo de Jesús debe conservar, trasmitir, difundir: «Es también muy bonito conservar la luz que hemos recibido de Jesús. Custodiarla. Conservarla. El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva la luz, ¡siempre da luz! Una luz que no es suya, pero es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús».
Después del rezo del Ángelus el Papa recordó que el 11 de febrero, día de la Virgen de Lourdes, el mundo cristiano conmemora la Jornada Mundial del Enfermo, y pidió a todos los fieles «colocar a las personas enfermas al centro de la comunidad». Asimismo agradeció la digna labor de todos los agentes sanitarios, quienes «encuentran cada día en los enfermos no sólo cuerpos marcados por la fragilidad, sino a personas, a quienes ofrecer atención y respuestas adecuadas».
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