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Lourdes: manantial milagroso

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La gruta de Massabielle, lugar de las apariciones.

Redacción (Martes, 11-02-2014, Gaudium Press) El agua es uno de los signos más reveladores del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en Francia. A la fuente que de allí brotó por manos de la Virgen llegan cada 11 de febrero miles de peregrinos, especialmente enfermos, con la esperanza de ser sanados por mediación de la Madre de Dios y la bendición que brota de aquel milagroso manantial.

Todo comenzó en la novena aparición de Nuestra Señora a Santa Bernardita el 25 de febrero de 1858. En aquella ocasión, y en la gruta de Massabielle -lugar de las apariciones-, la Virgen pidió a la joven que bebiese agua del manantial «vete a beber y a lavarte en la fuente». Ella, haciéndole caso a María y al no ver allí ninguna fuente de agua se dirigió al Río Gave, vecino de la gruta, pero Nuestra Señora de inmediato le dijo «no vayas allá; ven a la fuente que está aquí» y le señaló un lugar en una roca.

Bernardita, fue donde le indicó Nuestra Señora, hizo un pequeño hoyo, que comenzó a humedecer, y tomó con sus manos el agua que de allí brotaba y sólo pudo beberla en un cuarto intento, porque inicialmente era turbia y luego se hizo cristalina.

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Santa Bernardita bebió del agua que de allí brotó.

La Virgen no demoró en obrar el primer milagro gracias al manantial milagroso. Louis Bourriete, un picapedrero, había perdido la vista hace 20 años. Conociendo de las cosas extraordinarias que ocurrían en la gruta de Massabielle, y con fe de que Nuestra Señora podría curarlo gracias a la fuente,frotó sus ojos con un poco de agua de la fuente y recobró la vista.

Desde entonces son innumerables los testimonios de milagros obrados por María gracias a la fuente de Lourdes, no solo curaciones para el cuerpo, sino también para el alma de quienes beben de ella.

Símbolo de vida nueva

Justamente el beato Juan Pablo II, en su visita a Lourdes en agosto de 2004 se refirió al signo de conversión que también representa el agua que brota en el santuario mariano: «En la gruta de Massabielle, la Virgen santísima salió al encuentro de Bernardita, revelándose como la llena de la gracia de Dios, y le pidió hacer penitencia y oración. Le indicó una fuente de agua y la invitó a beber de ella. Esta agua, que brota siempre fresca, ha llegado a ser uno de los símbolos de Lourdes: símbolo de la vida nueva, que Cristo da a los que se convierten a él».

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Miles de peregrinos, especialmente enfermos, llegan al Santuario con la esperanza de ser sanados por mediación de la Madre de Dios y la bendición que brota del milagroso manantial.

«Sí; el cristianismo es fuente de vida, y María es la primera guardiana de esta fuente. La indica a todos, pidiéndoles que renuncien al orgullo, que sean humildes, para obtener la misericordia de su Hijo y colaborar así a la instauración de la civilización del amor», continuó el Papa polaco.

Por su parte, el Papa Emérito Benedicto XVI en su viaje a Lourdes en septiembre de 2008 con motivo del 150º aniversario de las apariciones marianas, también señaló: «Es el gran misterio que María nos confía también esta mañana invitándonos a volvernos hacia su Hijo. En efecto, es significativo que, en la primera aparición a Bernadette, María comience su encuentro con la señal de la Cruz. Más que un simple signo, Bernadette recibe de María una iniciación a los misterios de la fe. La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados. El poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza. Este misterio de la universalidad del amor de Dios por los hombres, es el que María reveló aquí, en Lourdes. Ella invita a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación».

Gaudium Press / Sonia Trujillo

 

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