Ciudad del Vaticano (Martes, 11-02-2014, Gaudium Press) Hoy, cuando la Iglesia conmemora la fiesta de la Virgen de Lourdes, también se celebra la 22ª Jornada Mundial del Enfermo, instituida por el Beato Juan Pablo II en 1992. En esa ocasión, el Papa polaco encomendó la «eficacia sobrenatural [de la Jornada] a la mediación materna de María, Salus infirmorum y a la intercesión de los santos Juan de Dios y Camilo de Lellis, patronos de los lugares de curación y de los agentes sanitarios». Hoy martes fue hecho público por la Santa Sede el Mensaje del Papa Francisco alusivo a la Jornada.
Después de recordar el tema de esta 22ª edición -Fe y caridad: «También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16)- el Papa Francisco se introduce en el misterio del dolor a la luz de la Pasión de Cristo: «Queridos enfermos, la Iglesia reconoce en vosotros una presencia especial de Cristo que sufre. (…) Cuando el Hijo de Dios fue crucificado, destruyó la soledad del sufrimiento e iluminó su oscuridad. De este modo, estamos frente al misterio del amor de Dios por nosotros, que nos infunde esperanza y valor: esperanza, porque en el plan de amor de Dios también la noche del dolor se abre a la luz pascual; y valor para hacer frente a toda adversidad en su compañía, unidos a él».
La Jornada fue instituida por Juan Pablo II en 1992 Foto: Radio Vaticano |
Siguiendo con el análisis del sentido del sufrimiento bajo la óptica cristiana, el Pontífice afirma que «el Hijo de Dios hecho hombre no ha eliminado de la experiencia humana la enfermedad y el sufrimiento sino que, tomándolos sobre sí, los ha transformado y delimitado. Delimitado, porque ya no tienen la última palabra que, por el contrario, es la vida nueva en plenitud; transformado, porque en unión con Cristo, de experiencias negativas, pueden llegar a ser positivas».
Cristo no sólo da sentido al sufrimiento, sino que nos invita con su ejemplo a atender a los que sufren. «En virtud del Bautismo y de la Confirmación estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren. «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo. Cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios».
La Virgen Santísima -tras las huellas del Salvador- es modelo de entrega a los demás, a quienes necesitan de atención. Y también es modelo de alguien que sufre y trasforma su sufrimiento en luz: «María, animada por la divina misericordia, que en ella se hace carne, se olvida de sí misma y se encamina rápidamente de Galilea a Judá para encontrar y ayudar a su prima Isabel; intercede ante su Hijo en las bodas de Caná cuando ve que falta el vino para la fiesta; a lo largo de su vida, lleva en su corazón las palabras del anciano Simeón anunciando que una espada atravesará su alma, y permanece con fortaleza a los pies de la cruz de Jesús. Ella sabe muy bien cómo se sigue este camino y por eso es la Madre de todos los enfermos y de todos los que sufren». Por su vez San Juan, que bajo la Cruz acompaña a la Virgen, también «aprende a amar como Jesús».
Finalmente el Papa en su Mensaje confía «esta XXII Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de María, para que ayude a las personas enfermas a vivir su propio sufrimiento en comunión con Jesucristo, y sostenga a los que los cuidan. A todos, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, imparto de corazón la Bendición Apostólica».
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