Redacción (Viernes, 14-02-2014, Gaudium Press)
Amor a la Pasión de Cristo y a María Santísima
Durante su vida de religioso, en él sobresalía, sin duda, un arraigado amor a la Pasión del Señor. Tal veneración sentía por los sufrimientos de Jesús que nunca se separaba del crucifijo: «Cuando conversaba, lo mantenía disimuladamente en la mano y lo apretaba con cariño; cuando dormía, lo colocaba sobre el pecho; cuando estudiaba, lo ponía junto al libro y, de vez en cuando, lo miraba y besaba con tanto afecto y fervor, que la imagen de metal se fue gastando hasta quedar borrados todos los trazos de la fisionomía». 14
A esa devoción característica de la congregación en que ingresara, entretanto, se unía un amor «entusiasta, ingenioso y encendido a la Santísima Virgen». 15 Su famoso Credo de María nos revela el encanto de esa alma apasionada por la Madre de Dios: «Creo, oh María, […] que sois la Madre de todos los hombres. […] Creo que no hay otro nombre, fuera del nombre de Jesús, tan desbordante de gracia, esperanza y suavidad para aquellos que lo invocan. […] Creo que quien se apoya en Vosotros no caerá en pecado, y quien Os honra alcanzará la vida eterna. […] Creo que vuestra belleza ahuyentaba todo movimiento de impureza e inspiraba pensamientos castos». 16
Corta existencia, puntillada de actos heroicos
En la mente del novicio Gabriel, no había espacio para ningún otro pensamiento a no ser Jesús y María. Y sentía una tan entrañada necesidad de llevar a las últimas consecuencias su entrega a Dios y a María Santísima que, cierta vez, al oír los pasos de su director espiritual, abrió la puerta de la celda y, arrojándose a sus pies, le suplicó: «¡Padre, si encuentra en mí cualquier cosa, por pequeña que sea, que no agrade a Dios, yo, con su ayuda, quiero arrancarla a todo costo!». 17 El sacerdote le respondió que, en el momento, nada veía, con todo no dejaría de alertarlo al percibir alguna señal. Con esa garantía, el dócil religioso se calmó completamente.
Su corta existencia fue salpicada de actos admirables, pues todo practicaba con espíritu de entera elevación y sublimidad: «Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias, mas en ejecutar bien las ordinarias» 18, acostumbraba decir.
La última sonrisa
Después de un año y medio de noviciado, en febrero de 1858, Gabriel dio inicio a los estudios para el sacerdocio, pasando a vivir finalmente en el convento de Isola del Gran Sasso, donde vendría a fallecer. El 25 de mayo de 1861, recibió las órdenes menores en la Catedral de Penne. Por los arcanos designios de la Providencia, sin embargo, no llegaría a tornarse presbítero.
Al final de ese mismo año, una terrible tuberculosis lo acometió. Ahora, lejos de impedirle el avance en las vías de la virtud, la fatal enfermedad le servía para escalar con más rapidez las alturas de la santidad. Dios dispuso que él fuese siendo consumido de a poco por la enfermedad, para aumentarle los méritos y dar a los otros ocasión de edificarse con su ejemplo.
En el lecho de muerte, le restaba todavía enfrentar el peor drama de su vida: los últimos asaltos del demonio y la terrible prueba proveniente de una «noche oscura del alma». 19 Entretanto, también de esa última prueba salió vencedor. El sacerdote que le prestaba asistencia en la hora suprema lo oyó repetir tres veces, en cortos intervalos de tiempo, esta frase de San Bernardo, por la cual él reconocía delante de Dios su propia debilidad: «Vulnera tua, merita mea. ¡Mis méritos son vuestras llagas, Señor!». 20
En la mañana del 27 de febrero de 1862, con el corazón desbordante de alegría, las manos cruzadas sobre el pecho, apretando el crucifijo y la imagen de la Virgen Dolorosa, Gabriel sonrió por la última vez, extasiado, al contemplar con los ojos del alma a Aquella a quien sirviera en la Tierra con tanta dulzura. El «santo de la sonrisa» tenía, entonces, apenas 24 años de edad.
San Gabriel de Nuestra Señora de los Dolores continúa siendo, para la juventud actual, un inapreciable ejemplo de renuncia intransigente al pecado, de amor entusiasmado a la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo y de devoción entrañada a María Santísima.
Por la Hna. Lucía Ordoñez Cebolla, EP
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14 ARDERIU, José. Modelos de santidad. San Gabriel de la Dolorosa. 4.ed. Barcelona: Balmes, 1960, v.II, p.116.
15 ECHEVERRÍA, Lamberto de. San Gabriel de la Dolorosa. In: ECHEVERRÍA, Lamberto de,
LLORCA, Bernardino, REPETTO BETES, José Luís. (Org.). Año Cristiano.
Madrid: BAC, 2003, v.II, p.576.
16 FUENTE, op. cit., p.212218.
17 Idem, p.223
18 ARTICOLI COLLEGATI, La vita, op. cit.
19 Assim denomina São João da Cruz as terríveis provas interiores atravessadas pela alma que procura alto estado de perfeição. Cf. SÃO JOÃO DA CRUZ. Noche. 1, 8. In: Obras completas. Madrid: Espiritualidad, 1957, p.524.
20 BERNARD, op. cit., p.283.
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