Ciudad del Vaticano (Miércoles, 19-02-2014, Gaudium Press) Continuando con las catequesis sobre los sacramentos, en las Audiencias Generales de los miércoles, hoy en la mañana el Papa Francisco profundizó en el Sacramento de la Confesión. Esto lo hizo ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
Después poner de presente que somos frágiles, y que «estamos todavía sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida», el Papa Francisco recordó que la Confesión y la Unción de los Enfermos son considerados por la Iglesia como «Sacramentos de Sanación». «Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, sanarme el corazón por algo que hice que no está bien», dijo el Papa.
Foto: Radio Vaticano |
El sacramento del perdón de los pecados brota directamente «la misma tarde de Pascua [cuando] el Señor se apareció a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y luego de haberles dirigido el saludo ‘¡Paz a ustedes!’, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen’ (Jn. 20,21-23). Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que está contenida en este Sacramento. Sobre todo, el hecho que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: ‘Yo me perdono los pecados’; el perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos perdón a Jesús».
Afirmó el Papa que aunque el sacramento de la Reconciliación se realiza de forma privada con el sacerdote, esto «no debe hacer perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital. En efecto, es la comunidad cristiana el lugar en el cual se hace presente el Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una sola cosa, en Cristo Jesús. He aquí por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia».
El Papa Francisco se adentró en los sentimientos que pueden cobijar a una persona que está pronta a confesarse.
«Pero, padre, ¡me da vergüenza!», puede decir un fiel que se prepara para el sacramento. «También la vergüenza es buena, es ‘salud’ tener un poco de vergüenza -manifestó el Pontífice. Porque cuando una persona no tiene vergüenza, en mi País decimos que es un ‘senza vergogna’ un ‘sinvergüenza’. La vergüenza también nos hace bien, nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios, perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decirle al sacerdote estas cosas, que pesan tanto en mi corazón: uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia y con el hermano. Por eso, no tengan miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para confesarse siente todas estas cosas -también la vergüenza- pero luego, cuando termina la confesión sale libre, grande, bello, perdonado, blanco, feliz. Y esto es lo hermoso de la Confesión».
De forma delicada el Papa pidió que cada uno se preguntase sobre la fecha de su última confesión. «Y si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí», clamó el Pontífice. El amor de Jesús por el penitente está excelentemente bien representado por la acogida del Padre al Hijo pródigo en la parábola evangélica.
Al final de la audiencia el Papa manifestó su cercanía al pueblo ucraniano y rezó por las víctimas de la violencia en el país.
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