San Pablo (Lunes, 23-02-2014, Gaudium Press) «Saludo…. de modo especial al numeroso grupo de la Asociación Internacional de Fieles de Derecho Pontificio, Heraldos del Evangelio, para que siendo fieles a la Iglesia, a su Magisterio, permanezcan unidos a sus pastores y anuncien corajudamente, por el mundo entero, a Cristo Nuestro Señor. Sed mensajeros del Evangelio por la intercesión del Corazón Inmaculado de María. Mi bendición apostólica. ¡Alabado Sea Nuestro Señor Jesucristo!»
Con estas palabras el Papa Juan Pablo II saludaba, el 22 de febrero del 2001, a los miembros de la Asociación Heraldos del Evangelio presentes en la Sala Pablo VI, por ocasión del reconocimiento de la entidad como siendo de Derecho Pontificio.
Poco antes, con su aval de Papa, Juan Pablo II había reconocido e interpretaba como siendo de Derecho Pontificio la Asociación Internacional de Fieles Heraldos del Evangelio. Era la primera aprobación Pontificia del milenio.
En 1985, el Papa Beato describía cómo debería ser una asociación laica de fieles para actuar dentro de la «nueva evangelización» que él proponía: «Para esta sublime misión de hacer florecer una nueva edad de evangelización, son necesarios heraldos del Evangelio, experimentados en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy y, al mismo tiempo, sean contemplativos y apasionados por Dios».
Dieciséis años después, el mismo Papa tenía delante de sí, pidiendo su Bendición Apostólica, una Asociación de Fieles que se proponía, en las manos de Pedro, colaborar en esa nueva evangelización: ¡Pedro pidió y el Señor lo atendió!
Otorgando la aprobación pontificia a los Heraldos del Evangelio, el Beato Juan Pablo II, por el poder de las llaves, ligó esta institución a los Cielos. Después de este reconocimiento y la Bendición del Santo Padre el crecimiento, la expansión y los frutos del apostolado de los Heraldos del Evangelio crecieron en todos los sentidos, no solo en número.
Una expansión por todo el mundo, un aumento constante de adherentes y un crecimiento continuo en el cultivo de su carisma y espiritualidad es lo que surge como tónica propia de los Heraldos para quien los observa.
Se percibe que, en la devoción Eucarística, los Heraldos buscan constantemente las fuerzas para la labor apostólica; en la devoción a Nuestra Señora es donde ellos encuentran el manto de la Madre bondadosa para protegerlos y, en el servicio al Papa, se nutren de la doctrina divina y sienten la fuerza de la roca que es Pedro, pues, dentro de su espiritualidad, no existe cosa más bella que amar, venerar y servir al Romano Pontífice.
Del seno de esta institución de laicos, un nuevo ramo brotó: ya florece, contiene en sí la fuerza de la expansión y sus frutos ya abundan. Nació de los Heraldos la Sociedad Clerical de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Virgo Flos Carmeli. En poco tiempo, más de una centena de nuevos presbíteros sirven a Dios, a la Iglesia y al prójimo.
Donde existe una Casa de los Heraldos en el mundo, los 13 años de Aprobación Pontificia están siendo conmemorados con actos de acción de gracias. Misas están siendo celebradas en agradecimiento por los beneficios y favores recibidos.
En el alma de cada Heraldo del Evangelio se eleva una oración en agradecimiento a Dios por su fundador, Monseñor João Scognamiglio Clá Dias: él supo, en el silencio del corazón, oír la voz del Espíritu Santo e iniciar esta obra toda puesta en el servicio de la Iglesia y del prójimo.
En este día que coincide con la fiesta de la Cátedra de San Pedro, los Heraldos se vuelven especialmente a Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, y piden para verdaderamente ser lo que, en la homilía de la Celebración Eucarística de agradecimiento en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, en ese día en 2001, decía de los Heraldos el Cardenal Jorge María Mejía: «el brazo del Papa». (JSG)
Deje su Comentario