Washington (Viernes, 28-02-2014, Gaudium Press) «¿Qué lo que explica que los monjes trapenses sean exitosos no sólo en sus negocios sino en todas las cosas que hacen?», se preguntó August Turak. Él quiso dar una respuesta en su reciente intervención junto a los jóvenes profesionales del Catholic Information Center en Washington, EE.UU.
¿Quién es Turak? Es alguien conocido en los medios empresariales estadounidenses. Ha trabajado con compañías de televisión, empresas de software, y otras corporaciones. Es además un reconocido escritor, colaborador del Wall Street Journal, el New York Times, y Forbes. También fue ganador del concurso de ensayo del Templeton Foundation’s Power of Purpose. Y Turak es también un asiduo visitante de la Abadía Trapense en Mepkin, Carolina del Sur, EE. UU.: él considera que buena parte de su éxito lo debe al convivio con los trapenses, o «cistercienses de la estricta observancia».
Los trapenses son famosos en el mundo entero por los productos que fabrican para la venta y con ello su sostenimiento económico. Panes, pastelillos, quesos, cerveza, hasta ataúdes, son muchos los elementos de excelente calidad que se pueden obtener en las «tiendas» de los monasterios trapenses, y que son apreciados por los conocedores.
Primero Turak quiso poner de presente esa relación entre la vida de piedad, de oración y el trabajo que hay en los monasterios cirtercienses y que hace parte esencial de la espiritualidad benedictina. «Para un monje trapense, oración y trabajo son indistinguibles». «Ellos siempre están orando, ellos siempre están trabajando», y estas dos prácticas están muy relacionadas. «La oración es trabajo -es un duro trabajo orar- y «el trabajo es una oración». De esta manera Turak mostró como el sentido del trabajo en los trapenses es místico: cuando ellos trabajan no están simplemente fabricando un producto sino que están caminando por un sendero espiritual. Esto trae como consecuencia que para los monjes el trabajo constituya un servicio y que el trabajo no tenga las manchas del egoísmo.
Los monjes se enfocan no «en hacer que el éxito ocurra sino en cómo ocurre el éxito», dice Turak, contrastando esta idea con la que inspira a muchas compañías comerciales.
La vida espiritual de los monjes hace también que cada uno en su trabajo no esté pensando en cómo le va a salir de bien «su» producto, sino en «construir comunidad». Cada uno piensa en el beneficio de la comunidad y esto hace que se cree una cultura de la virtud y del trabajo. «Todo se trata en poner primero a los demás», afirma Turak, resaltando que el secreto está en el servicio que busca atender a las necesidades del cliente, más que en el provecho, promoción y avance del beneficio de quien produce.
El trabajo para los monjes es una misión
Es entonces un trabajo asumido ofrenda a Dios y como servicio a los demás, y enraizado en la vida de oración lo que produce el éxito de los trapenses. Por esto, Turak afirma que la excelencia del trabajo de los monjes es que ellos lo han tomado como una «misión»: «Aquello que usted realmente necesita es una misión»
Sin embargo, la trasformación para llegar a considerar así al trabajo, y la pasión y la excelencia que de ello resulta, es también la consecuencia de un duro trabajo. «Es fácil de decir, es realmente difícil de hacer. Los monjes pasan toda su vida trabajando en ello», expresa Turak.
«Los monjes no son exitosos a pesar de que tienen los más altos estándares éticos, sino precisamente porque los tienen», dice. El escritor afirma que de esa manera se cumple lo que ya proclamaban los antiguos griegos: «Cada uno es aquello que de forma repetida hace», es decir, con lo que hacemos vamos creando hábitos que forman nuestra personalidad. Y también, «que la excelencia no es una escogencia, sino un hábito».
Con información de Catholic News Agency
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