Ciudad del Vaticano (Lunes, 03-03-2014, Gaudium Press) En el Ángelus dominical el Papa Francisco, con base en textos de la Escritura, recordó a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro la detallada Providencia divina sobre cada uno de los seres humanos.
«Al centro de la Liturgia de este domingo encontramos una de las verdades más confortantes: la divina Providencia», dijo el Papa al inicio de la meditación.
Foto: Radio Vaticano |
«El profeta Isaías la presenta con la imagen del amor materno lleno de ternura. Y dice asi: ‘¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!’ (49,15). ¡Que hermoso es esto! Dios no se olvida de nosotros, de ninguno de nosotros», resaltó el Pontífice.
La Providencia Divina va hasta las minucias del conocimiento de los seres creados: «De ninguno de nosotros [Dios se olvida], nos recuerda con nombre y apellido. Nos ama y no se olvida. Que hermoso es pensar en esto. Esta invitación a la confianza en Dios encuentra un paralelo en la página del Evangelio de Mateo: ‘Miren los pájaros del cielo -dice Jesús- ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta…. Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos’ «.
Recordando los deberes de solidaridad de aquellos que tienen abundancia de bienes materiales, y advirtiéndolos para que no coloquen su corazón o su seguridad en el dinero, el Papa recuerda el origen común de todos los hombres como incentivo para la superación de los problemas materiales: «Para hacer que a nadie le falte el pan, el agua, el vestido, la casa, el trabajo, la salud, es necesario que todos nos reconozcamos hijos del Padre que está en el cielo y por lo tanto hermanos entre nosotros, y nos comportemos consecuentemente. Esto lo recordé en el Mensaje para la Paz del 1 de enero: el camino para la paz es la fraternidad: este caminar juntos, compartir las cosas».
Finalmente el Pontífice invocó el amparo de «la Virgen María como Madre de la divina Providencia. A ella confiamos nuestra existencia, el camino de la Iglesia y de la humanidad. En particular, invoquemos su intercesión para que todos nos esforcemos en vivir con un estilo simple y sobrio, con la mirada atenta a las necesidades de los hermanos más necesitados».
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