Madrid (Viernes, 14-03-2014, Gaudium Press) Los obispos españoles eligieron ayer a Mons. Javier Salinas Viñals como nuevo Presidente de la Comision Episcopal de Apostolado Seglar.
Mons. nació en Valencia el 23 de enero de 1948. Cursó estudios eclesiásticos en el Seminario valenciano, recibiendo la ordenación sacerdotal el 23 de junio de 1974. Es Doctor en Catequesis por la Pontificia Universidad Salesiana de Roma (1979-1982). Su ministerio sacerdotal lo inició en la Parroquia de San Jaime de Moncada, de donde fue coadjutor entre 1974 y 1976. Este último año fue nombrado superior del Seminario Menor de Valencia, cargo que desempeñó hasta 1977, cuando fue nombrado consiliario diocesano del Movimiento Junior.
Tras su estancia en Roma, volvió a Valencia como delegado episcopal de Catequesis, de 1982 a 1992; capellán y director espiritual en el Colegio Seminario Corpus Christi de Valencia, de 1987 a 1992; y Vicario Episcopal, de 1990 a 1992. Este último año fue nombrado Obispo de Ibiza, sede de la que estuvo al frente hasta 1997, cuando fue promovido a la diócesis de Tortosa.
El 16 de noviembre de 2012 fue nombrado por el Papa Benedicto XVI Obispo de Mallorca.
En la Conferencia Episcopal Española fue hasta ayer presidente de la Subcomisión Episcopal de Catequesis desde 1999.
El 23 de octubre de 2012 la Santa Sede le nombró miembro del Consejo Internacional para la Catequesis (COINCAT), organismo consultivo vinculado a la Congregación para el Clero.
El papel del laico
Para Mons. Salinas Viñals «los fieles laicos, que tienen la gran tarea de ser testigos del arte de vivir que Cristo nos enseña, en el corazón mismo de las realidades humanas, especialmente en la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, ámbito donde la persona humana puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral. Comunidad de generaciones y garante de un patrimonio de valores y experiencias colectivas».
Cuando tomó posesión de Mallorca señaló además que el criterio fundamental de su misión sería «hacer de la Iglesia, como recordaba el Beato Juan Pablo II, «la casa y la escuela de la comunión», la fuente y el fundamento de la cual es Dios, que es misterio de Amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A su luz podemos reconocer la dignidad sagrada que se refleja en todo rostro humano. Edificar el Cuerpo de Cristo lleva a desarrollar la capacidad de ver lo que hay de positivo en el otro, para valorarlo como regalo de Dios (cf. NMI 43). En esta dinámica de comunión eclesial se sitúa una dimensión propia de mi ministerio episcopal: ser pregonero del Evangelio, ‘magister fidei et doctor veritatis’. De ahí que todas mis actividades deberán estar ordenadas a esta misión primordial. Ayúdenme me todos a cumplirla. Nuestro mundo tiene necesidad de que le hablen de Dios, y también que presenten el mundo a Dios en la oración. Se trata de una misión que no debe estar sujeta a las efímeras modas culturales, sino que debe estar impulsada por aquella libertad que sólo la certeza de pertenecer a Dios puede dar. Una misión que me corresponde realizar como un deber principal, con respeto y temor, pero con gran constancia y libertad de espíritu».
Mons. Salinas les pidió a los fieles el día de su toma de posesión que le ayudasen «a llevar adelante esta misión que me ha sido confiada. Lo he recibido como un don del Señor, que me sitúa a la cabeza de esta Iglesia diocesana para hacerla crecer como comunidad en el Espíritu por medio del Evangelio y los Sacramentos. Estamos viviendo el Año de la Fe que el Santo Padre, de forma tan oportuna, ha convocado para retomemos de nuevo el camino de una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. En este contexto se sitúan estas palabras de Benedicto XVI que quiero que guíen mi ministerio episcopal: «El mundo de hoy necesita personas que anuncien y testimonien que es Cristo quien nos enseña el arte de vivir, el camino de la verdadera felicidad, porque Él mismo es el camino de la vida; personas que tengan ante todo ellas mismas la mirada fija en Jesús, el Hijo de Dios: la palabra del anuncio siempre debe estar inmersa en una relación intensa con Él, en una profunda vida de oración. El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios para poder hablar de Dios»
Gaudium Press / José Alberto Rugeles
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