Ciudad del Vaticano (Miércoles, 19-03-2014, Gaudium Press) En el primer año de Pontificado del Papa Francisco, celebrado en estos días, los fieles oyeron nuevos términos, nuevas expresiones.
Y una de las más utilizadas por el Pontífice a lo largo de estos últimos doce meses, en diversas ocasiones y lugares, fue la de «mundanidad espiritual».
Según las propias palabras del Pontífice, se trata ésta de «una tentación peligrosa porque ablanda el corazón con el egoísmo e insinúa en los cristianos un complejo de inferioridad que los lleva a uniformizarse con el mundo».
En su Exhortación Apostólica «La Alegría del Evangelio», el Santo Padre fue más explícito: «En algunos, el propio mundanismo espiritual se esconde por detrás de la fascinación de poder mostrar conquistas sociales y políticas, o en una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en una atracción por las dinámicas de autoestima y de realización auto-referencial».
El viernes 17 de enero, en la homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa hizo una invitación para que se viva la docilidad espiritual, sin vender la propia identidad cristiana al mundanismo.
Entonces, ¿qué es exactamente el espíritu mundano?
La respuesta viene del Cardenal Cláudio Hummes, arzobispo emérito de San Pablo, en entrevista concedida a la Radio Vaticana:
«Mira, todos nosotros tenemos el espíritu mundano. Es la tentación de todo ser humano, de toda institución, incluso las más santas.
Jesús tuvo esta tentación, en el desierto, la de la auto-referencia.
Todo lo que vemos en el mundo de los negocios, de la política, y hasta en nuestro mundito, cada uno en el suyo, estamos siempre tentados a pensar en nosotros. Intentamos siempre optar por nosotros. Esto es mundano.
Creo que esto, en primer lugar, debe decirse claramente, es la gran tentación de todo ser humano y de toda institución: de cuidar de sí mismo y querer prestigio, poder, riqueza… es esto». (JSG)
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