Madrid (Miércoles, 19-03-2014, Gaudium Press) En publicación realizada hoy en su blog albergado en Infocatolica, el médico católico Luis Ignacio Amorós responde algunas de las afimaciones del profesor y ginecólogo Fernando Bonilla Musoles, quien en entrevista con el diario El Mundo, dadas a luz también hoy, expresa opiniones que contradicen la doctrina católica en aspectos bioéticos. Esta discusión se da mientras en España hace curso una ley de modificación del aborto.
El Dr. Amorós -quien es además voluntario de Cáritas y ministro extraordinario de la comunión- destaca en varios apartes de su respuesta el hecho de que el profesor Bonilla es cofundador del Instituto Valenciano de Infertilidad.
En cursiva van los textos del diario El Mundo que serán comentados por el Dr. Amorós. La letra «P» indica la pregunta del diario, y «R» la respuesta del profesor Bonilla:
P. La última vez que hablamos me dijo que los curas le autorizaban a practicar abortos, ¿continúa siendo así?
R. Cuando tengo problemas consulto, y consulto a los curas que saben de biología, no a los «curitas» que hay por ahí. Claro que me autorizan, aunque me piden prudencia.
Dr. Amorós |
La enseñanza de la Iglesia no es, a la manera humana, una contraposición de opiniones personales de «los curas» (menos aún de supuestos curas que saben de biología y otros que no). El magisterio fija los términos de la moral explicada en términos actuales a través del Catecismo de la Iglesia Católica, que en su punto 2271 explica: «Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado, permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral».
Por tanto, cualquier sacerdote que aconseje un aborto participa en el mismo pecado que quién lo comete.
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P. ¿Cuándo un feto [sic] empieza a ser vida?
R. Un nuevo ser nace en el momento en que se une un espermatozoide y un óvulo. Pero ese nuevo ser no tiene vida ninguna hasta que se implanta […] El huevecito [sic] que pasa esos días buscando su sitio no es vida.
Como está más que explicado y sabido, con la concepción comienza el desarrollo de un nuevo ser humano. Resulta difícil corregir a quien ya se corrige sólo: en la primera frase el profesor Bonilla admite que con la concepción ya hay un nuevo ser (otra cosa sería impensable en un cátedro de ginecología), para a renglón seguido afirmar arbitrariamente que hasta que el embrión no se implanta no tiene vida (lo de «huevecito» es una falacia: la comparación de huevo- infecundo- sería con ovocito, no con óvulo fecundado).
¿Y desde la concepción hasta su implantación qué tipo de ser es? ¿Un ser muerto? Si no tiene vida, ¿cómo puede «pasarse esos días buscando su sitio»? Las cosas muertas no pueden buscar nada. ¿A partir de la implantación resucita y se convierte mágicamente en un ser vivo? Por cierto, que ya he escrito acerca de lo que ocurre en esos días preimplantatorios, y lo que se va sabiendo nos habla de un ser que está cualquier cosa menos muerto.
Como he comentado en otros artículos, este tipo de disquisiciones absurdas están orientadas a justificar de forma supuestamente científica la despersonalización del embrión (negar su humanidad es ridículo en pleno siglo XXI, por lo que ahora se le intenta presentar como un «humano no persona» en base a los más peregrinos argumentos), para poder manipularlo como objeto. Una sentencia del Tribunal Europeo de Justicia estableció en 2011 (apartado 38 de la misma) que «todo óvulo humano a partir de la fecundación debe ser considerado embrión humano», mereciendo la misma protección. Esta sentencia no se ha desarrollado como debería porque supondría el hundimiento de toda una industria de la reproducción humana socialmente aceptada.
Dado que la industria en la que participó el profesor Bonilla extrae sus beneficios de la creación, manipulación y destrucción de embriones, resulta humanamente comprensible que justifique esa despersonalización.
Lo que no resulta es católico. Bajo ningún concepto.
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P. Entonces, la píldora del día después no es abortiva como dice la Iglesia.
R. Es absurdo. La píldora no es abortadora, es un anticonceptivo. Para que una cosa sea abortadora es imprescindible que ya se haya implantado. La píldora se toma para alterar la cama donde el embrión se pega.
En su pregunta, muestra el entrevistador, no ya su conocida ignorancia del tema, sino su patente animadversión a la Iglesia (razón por la cual se publica la entrevista en este momento de presentación de un anteproyecto de ley que limita- más teórica que realmente- el aborto en España, como un instrumento más contra la modificación del aborto libre). Como es lógico, los efectos de un tratamiento no los define la Iglesia, sino la farmacología. El magisterio se limita a establecer las objeciones morales de dichos efectos.
Porque en su respuesta admite el profesor Bonilla el efecto antiimplantatorio de «la píldora del día después», negado reiteradamente por lobbies proabortistas financiados por las compañías farmacéuticas (puede verse un artículo que escribí sobre este tema aquí): «la píldora se toma para alterar la cama [efecto antiimplantatorio] donde el embrión [por lo visto ya no es un «huevecito»] se pega».
La contraposición aparente que realiza el profesor Bonilla entre anticoncepción y abortivo es falaz. Por supuesto que el efecto anticonceptivo de un fármaco no puede ser abortivo, pues anticoncepción significa precisamente evitar la concepción. Pero la píldora del día después tiene además el efecto antiimplantatorio que el profesor Bonilla le reconoce. Y es por ese efecto antiimplantatorio por el que provoca el aborto (por el mismo mecanismo que los dispositivos intrauterinos). Cosa que «la Iglesia» ha explicado suficientemente (para los que quieren enterarse). Véase a modo de ejemplo la «Declaración sobre el aborto procurado» de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 18 de noviembre de 1974, que en su punto 12 afirma: «Una discriminación fundada sobre los diversos períodos de la vida no se justifica más que otra discriminación cualquiera. […] Desde el momento de la fecundación del óvulo, queda inaugurada una vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. No llegará a ser nunca humano si no lo es ya entonces.»
La respuesta del profesor Bonilla no es católica.
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P. ¿Qué opina de que se facilite gratuitamente la píldora del día después?
R. Cualquier cosa que prevenga lo acepto. Pero una vez que hay embarazo la cosa cambia porque hay un nuevo ser. Hasta entonces, la mujer que emplee lo que le dé la gana.
No voy a abundar en lo de que las mujeres «hagan lo que les de la gana» si no hay embarazo: la enseñanza católica sobre la ordenación de la sexualidad es muy amplia. Un pequeño resumen, con referencias, se puede hallar en el Catecismo de la Iglesia Católica, números 2360-2363.
Dado que desde el momento de la concepción ya hay un nuevo ser humano, el concepto del profesor Bonilla de que no hay embarazo hasta la implantación, y que por tanto, puede ser eliminada legítimamente, no es católico. Así lo afirma la Constitución Gaudium et Spes (7 de diciembre de 1965), del Concilio Vaticano II, en su punto 51: «la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables.»
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P. ¿Tiene justificación católica obligar a tener un hijo con malformación o tras una violación?
R. Como católico te digo que entiendo que la mujer aborte en esos casos. Yo no puedo comprender que a una mujer con malformación fetal le digan que hay que esperar al nacimiento para ver qué pasa.
Nuevamente, es de notar la formulación de la pregunta del señor Nieto. Por lo visto, no asesinar a un niño en el vientre de su madre es «obligar a tener un hijo»… con una malvada «justificación católica». Una de las armas más potentes para la inmoralidad pública y legal en este tema ha sido la manipulación más descarada y aberrante del lenguaje por parte de los siervos de la cultura de la muerte (=resolución de los problemas de salud en base al asesinato del que los padece).
La enseñanza católica no dice que hay que esperar a «ver que pasa» (y eso que el índice de falsos positivos en el diagnóstico prenatal de malformaciones es cada vez más notorio, y vaya camino de generar jurisprudencia), sino que antepone el valor de la vida humana sobre cualquier patología, por grave que sea, que se padezca (y eso vale también para las patologías no congénitas).
Veamos que dice sobre esto la enseñanza católica:
«El diagnóstico prenatal […] se opondrá gravemente a la ley natural cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una sentencia de muerte.» Instrucción Donum Vitae, 2. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 22 de febrero de 1987.
«Nadie, ni siquiera el padre o la madre, pueden ponerse en su lugar, aunque todavía se halle en estado de embrión, para preferir en su nombre la muerte a la vida» (punto 14), «la vida de un niño prevalece sobre todas las opiniones: no se puede invocar la libertad de pensamiento para arrebatársela» (punto 20), «Declaración sobre el aborto», Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 18 de noviembre de 1974.
«El diagnóstico preimplantatorio es por lo tanto expresión de aquella mentalidad eugenésica que acepta el aborto selectivo para impedir el nacimiento de niños afectados por varios tipos de anomalías. Semejante mentalidad es ignominiosa y totalmente reprobable, porque pretende medir el valor de una vida humana siguiendo sólo parámetros de «normalidad» y de bienestar físico, abriendo así el camino a la legitimación incluso del infanticidio y la eutanasia». Instrucción Dignitas Personae, 22. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 12 de diciembre de 2008.
No, tampoco en esta ocasión don Fernando habla como católico.
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P. ¿Se es menos católico si se defiende una ley a plazos?
R. Eso tendrá que hablarlo con los curas y le dirán de todo. Si te mantienes fiel a tu conciencia en esta vida podrás defender cualquier cosa. Yo lo he hecho y he visto la necesidad en Latinoamérica, Filipinas o la India de que la gente disponga de métodos de planificación familiar. Y allí la Iglesia lo acepta pese a que no se diga.
El Catecismo de la Iglesia Católica (2272) es muy explícito: «La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana.»
Nuevamente, la opinión de los curas posibles o imaginarios a que apele el profesor Bonilla carece de importancia. Afortunadamente, los católicos lo somos porque creemos en Cristo, y no en los curas.
Asimismo, recurrir a la libertad de conciencia para justificar el feticidio sólo trasluce la conciencia torcida de quien la afirma. Toda conciencia rectamente formada tiende a la Verdad. Etimológicamente hablando, no puede haber varias verdades (es una contradicción); puede haber diversas opiniones pero si se contradicen, sólo una de ellas puede ser verdadera. La equiparación de las conciencias rectas que defienden la vida al mismo nivel de las torcidas que mercadean con ella no es católico.
Por último, el profesor Bonilla afirma que en ciertos países «la Iglesia» (inciso: ¿a qué se refieren los impíos cuando hablan así? ¿al Magisterio? ¿a algunos obispos o curas? ¿a la comunidad apostólica? Es difícil saberlo, ese término se ha convertido en un lugar común cada vez menos definitorio y cada vez más un sambenito) autoriza los métodos de planificación familiar. Dichos métodos, si son artificiales, están proscritos por la enseñanza católica (Catecismo de la Iglesia católica, 2368-2370). No he hallado documento alguno en el que alguna autoridad eclesial de los lugares que cita el profesor Bonilla contradiga este principio. Le emplazo a que aporte pruebas de su afirmación o la retire.
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P. ¿Detrás de esta ley está la Iglesia [Se refiere al anteproyecto de ley del ministro Ruiz Gallardón para modificar la ley del aborto]?
R. No lo sé, aunque pienso que sí. No la entiendo.
Yo no entiendo porqué el profesor Bonilla piensa que la Iglesia está detrás del anteproyecto, dado que este en realidad sigue permitiendo el aborto libre, como expliqué en este artículo, lo cual va en contra de su enseñanza.
Por otra parte, después de todas las citas del magisterio católico sobre el aborto que he aportado aquí (hay muchísimas más), soy yo el que no entiendo qué es lo que no entiende el profesor Bonilla. Tal vez no se ha leído lo que enseña la Iglesia de Cristo sobre el asesinato de no nacidos. O tal vez es que en realidad no es católico, aunque él crea que sí. Me pregunto de quién es responsabilidad que se engañe de ese modo.
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P. ¿A Francisco le gusta esta ley [se refiere al anteproyecto de modificación del aborto de Ruiz Gallardón]?
R. Por lo que he oído, creo que no.
Resulta irónico preguntar a un supuesto católico que desconoce de tal manera las enseñanzas de la Iglesia sobre aborto, cuál es la opinión del Papa (al que es obvio que no conoce) sobre el anteproyecto de ley del gobierno. La manipulación del entrevistador es tan burda que da hasta pena.
Aunque mayor pena da ver que el profesor Bonilla se presta a ella con un «por lo que he oído, creo que no». ¿Dónde lo «ha oído», profesor Bonilla, para hablar así? ¿Tiene alguna prueba de lo que afirma? Yo le voy a decir lo que he oído: he oído que S.S Francisco apuesta por seguir con el embarazo aunque sea «no deseado»; he oído que ha animado a decir siempre sí a la vida; he oído que se ha horrorizado pensando en las víctimas del aborto; he oído, en fin, y por si le sirve, que se ha «quedado helado» al conocer las cifras de abortos legales en España.
Menudo papelón del «católico» profesor Bonilla cooperando con los enemigos del catolicismo.
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P. ¿Hay que usar el condón?
R. Siempre. Todo lo que se dice contra el uso del preservativo son auténticas tonterías. Es un medio de planificación familiar excelente. Si quiere evitar el VIH use el preservativo. No entiendo cuando la Iglesia dice que no se use.
Nuevamente el profesor Bonilla no entiende a la Iglesia. Vamos a ver lo que dice la Carta Encíclica Humanae Vitae, de S.S. Pablo VI, 25 de julio de 1968: «Esta doctrina está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador (punto 12)». «Usar este don divino destruyendo su significado y su finalidad, aun sólo parcialmente, es contradecir la naturaleza del hombre y de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es contradecir también el plan de Dios y su voluntad (punto 13).» «Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer; queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación (punto 14).» O sea, que la Iglesia deja bien claro que los métodos artificiales (incluyendo el preservativo) están proscritos para la regulación de una paternidad responsable.
Sin solución de continuidad añade la función del «condón» como método barrera frente a la infección por VIH (y para otras muchas enfermedades de transmisión sexual- ETS-, añadiría yo, aunque no sean tan mediáticas). Para evitar la ETS, la Iglesia tiene un método todavía más excelente (tanto in vitro como in vivo): la castidad extraconyugal. Es más que obvio que la promoción del preservativo se ha asociado a un aumento de la promiscuidad, por la falsa sensación de impunidad que proporciona. Los frutos de la triunfante filosofía de la fornicación: 25 años de promoción en España del condón y liberacionismo sexual no han reducido ni las ETS ni los embarazos no deseados. Y de eso, es obvio, no tiene culpa la Iglesia.
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P. ¿Se deja algo pendiente?
R. Seguiría investigando en el campo de las células madre porque hasta ahora no se ha llegado a casi nada. Acepto los bebés a la carta si son para curar a un hermano.
En el campo de las células madre se ha llegado a resultados, pero investigando con células madre adultas que están alejadas de la ginecología que cultiva el profesor Bonilla. Tener un pool amplio de embriones congelados supone para el Instituto Valenciano de Infertilidad un «tesoro» de posibles células madre embrionarias con las que investigar y comercializar. Esa vía, para desgracia de los balances de beneficios del IVI, está prácticamente abandonada.
Sobre el asunto de los bebés a la carta escribí este artículo, al que remito a mis lectores si están interesados.
Hay alguna pregunta más en las que el profesor Bonilla se manifiesta a favor de la financiación pública a la fecundación in vitro de lesbianas que lo soliciten o a la legalización de los vientres de alquiler. Dado que el campo de trabajo de la empresa que él fundó es precisamente ese, creo que el conflicto de intereses que sus afirmaciones suponen es tan obvio que no merece más comentario.
A propósito del negocio del profesor Bonilla (compartido con otros ilustres ginecólogos valencianos como el doctor Pellicer, el doctor Remohí o el doctor Simón, todos ellos en la cátedra de obstetricia y ginecología de la Universidad de Valencia) dice la Instrucción Dignitas Personae, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (12 de diciembre de 2008) en su punto 12: «Hay que excluir [como moralmente ilícitas] todas las técnicas de fecundación artificial heteróloga y las técnicas de fecundación artificial homóloga que sustituyen el acto conyugal. […] La inseminación artificial homóloga dentro del matrimonio no se puede admitir, salvo en el caso en que el medio técnico no sustituya al acto conyugal, sino que sea una facilitación y una ayuda para que aquel alcance su finalidad natural». En el punto 14 se analiza además el otro efecto de la fecundación in vitro en la práctica, que es la eliminación de embriones, equiparándolo al aborto en su ilicitud moral. En el 15, se condena la selección embrionaria como contraria a la dignidad humana; en el 16, la fecundación de mujeres solteras y la «producción» de seres humanos, etc, etc (recomiendo leerla entera).
Desconozco cuan «católicos» se consideran los compañeros de viaje del profesor Bonilla, pero es obvio que ignoran por completo las enseñanzas de la Iglesia sobre las prácticas de su negocio. No me puedo pronunciar sobre la culpabilidad de esa ignorancia, pero habrá que suponer que conocen la ilicitud moral de las mismas, dado que la postura de la Iglesia es ampliamente difundida (para criticarla ferozmente) y estos doctores son personas bien informadas.
El libre albedrío existe, sin duda, pero yo cumplo con mi obligación caritativa de advertir acerca de lo que la comunidad apostólica de doscientos sesenta papas y veinte concilios ecuménicos enseña. Sobre todo en una persona que se dice a sí misma católica y mantiene una opinión y una actividad laboral tan alejada de lo que enseña la Iglesia.
Con información de Infocatolica
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