Ciudad del Vaticano (Miércoles, 26-03-2014, Gaudium Press) Hoy, en la Audiencia General de los Miércoles, y en la saga de las catequesis sobre los sacramentos, el Papa Francisco habló sobre el sacramento del Orden y el sacramento del Matrimonio, «dos sacramentos que corresponden a dos vocaciones específicas», y estableció un parangón entre ellos.
Foto: Radio Vaticano |
Ante una Plaza de San Pedro colmada de fieles el Pontífice insistió en la visión del ministerio ordenado concebido como servicio: «Los ministros que son elegidos y consagrados para este servicio -ha dicho refiriéndose al primer sacramento- prolongan en el tiempo la presencia de Jesús si lo hacen con el poder del Espíritu Santo en el nombre de Dios y con amor».
Los ordenados están a la cabeza de la comunidad, sí, pero para Jesús esto significa poner la propia autoridad al servicio de los demás. «El que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo»… Un obispo que no está al servicio de la comunidad no actúa bien; un cura o un sacerdote que no está al servicio de la comunidad, se equivoca».
La unión sacramental con Cristo debe derivar en un «amor apasionado por la Iglesia». «El obispo, el sacerdote, aman a la Iglesia en su propia comunidad; la aman mucho, como Cristo ama a la Iglesia… El marido ama a su mujer, como Cristo ama a su Iglesia. El ministerio sacerdotal y el del matrimonio son dos sacramentos que representan el camino por el que las personas se dirigen habitualmente al Señor».
Finalmente, el Pontífice citó las palabras del Apóstol a Timoteo, en las que recomienda «no descuidar, es más, reavivar siempre el don que hay en él». «Cuando no se alimenta el ministerio con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la celebración cotidiana de la Eucaristía o incluso frecuentando el sacramento de la Penitencia, se termina por olvidar, inevitablemente, el verdadero sentido del propio servicio y la alegría que nace de la profunda comunión con Jesús… El sacerdote que no hace estas cosas, a la larga pierde la unión con Jesús y adquiere una mediocridad que no es buena para la Iglesia. Por esto tenemos que ayudar a los obispos y sacerdotes a orar, a escuchar la Palabra de Dios que es el alimento diario, a celebrar la Eucaristía todos los días y a confesarse con regularidad».
El Papa Francisco invitó también a los jóvenes que sienten la llamada al ministerio consagrado a cuidar esta invitación y a rezar «para que crezca y dé frutos en toda la Iglesia».
Al término de su catequesis el Papa pidió igualmente la oración de todos por los ministros ordenados de la Iglesia, «en particular por aquellos que se encuentran en dificultad o que necesitan recuperar el valor y la frescura de su vocación.»
Con información de Radio Vaticano
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