Redacción (Viernes, 04-04-2014, Gaudium Press) Cuántas veces, querido lector, no habrá hecho usted la señal de la cruz, usado el agua bendita o recibido la bendición de algún ministro de Dios? Acciones aparentemente sencillas, tan habituales en el transcurso de la vida cotidiana de un católico, sin duda practicadas en muchas ocasiones movidos por la piedad o la convicción de que eran medios para una unión más íntima con el Señor.
Ahora bien, los gestos mencionados más arriba forman parte de una realidad mucho más profunda y maravillosa: los sacramentales.
¿En qué consisten? ¿Cuáles son sus diferencias con los Sacramentos o con los meros actos de piedad?
Santificación de las circunstancias más variadas de la vida cristiana
Los sacramentales son definidos por el Catecismo como «signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los Sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia». 1
«Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita». 2
Más adelante nos detendremos en explicar mejor algunos elementos de esta definición, como la semejanza con los Sacramentos y la fuerza impetratoria de la Iglesia para que consigan sus efectos. Pero, de momento, prestemos atención al hecho de que «han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre». 3
En efecto, en el término sacramental, se incluye una voluminosa cantidad de acciones y cosas, ya que «hay una gama entera de situaciones que afectan a individuos, familias, sociedades y naciones que necesitan la oración de la Iglesia y la bendición de Dios. Algunas de éstas no son directa e inmediatamente cubiertas por los Sacramentos. Una profesión religiosa, un funeral, la bendición de un nuevo hogar, la dedicación de una iglesia parroquial, son algunos puntos importantes de viraje en la vida del fiel. La Iglesia los acompaña no sólo con la Eucaristía y los Sacramentos, sino también por la celebración de los sacramentales». 4
Ofrecen, entonces, a los fieles bien dispuestos, la posibilidad de santificar casi todos los acontecimientos de la vida por medio de la gracia divina que fluye de los méritos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Hoy en día, explica Vagaggini, «se tiende a reservar la noción de sacramentales a ciertos ritos de la Iglesia que, por sí, no forman parte de la celebración del sacrificio y de la administración de los siete Sacramentos, sino que son de estructura similar a aquella de los Sacramentos y que la Iglesia acostumbra a usar para conseguir con su impetración efectos principalmente espirituales». 5
Aunque, de hecho, los sacramentales pueden ser tantos como tantas sean las necesidades de los hombres de cualquier época. 6
«En los fieles bien dispuestos», enseña el Catecismo, hace que «casi todos los acontecimientos de la vida sean santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, de quien reciben su poder todos los Sacramentos y sacramentales, y que todo uso honesto de las cosas materiales pueda estar ordenado a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios». 7
Así, como hemos visto, entre los sacramentales se incluyen acciones como la profesión religiosa, la consagración de las vírgenes, los exorcismos, las exequias y la bendición de personas y de lugares. Y también ciertos objetos (o cosas) como el agua bendita, las campanas o las velas benditas.
Tres categorías de sacramentales
De esta distinción entre acciones y objetos, emana una primera clasificación de los sacramentales.
Hay algunos que no permanecen, tales como rituales o ceremonias que cesan con la acción misma que los ha constituido. Forman parte de los llamados sacramentales acciones y comprenden las diversas bendiciones invocativas -como las bendiciones nupciales, de los enfermos, de las casas, etcétera- hechas sobre cosas o personas para atraer un auxilio especial o determinados beneficios celestiales; así como también ciertos ritos que acompañan a la administración de los Sacramentos, tales como la imposición de la sal y el Efeta del Bautismo; o los exorcismos, por los que la Iglesia invoca la protección divina para alejar la influencia del demonio.
Por otro lado, existen acciones que, siendo sacramentales, también hacen sacramental aquello sobre lo que se aplican. Son, por ejemplo, la dedicación de una iglesia o la consagración de una virgen, por las cuales la Iglesia entrega a Dios y a su culto, de modo permanente, personas o cosas; o las bendiciones constitutivas, cuya ejecución produce un efecto que perdura.
De estas acciones surgen los llamados sacramentales permanentes -o sacramentales cosas- sobre los que es impreso, por la consagración o bendición constitutiva, un casi-carácter que los hace aptos para que de ellos los fieles puedan hacer uso, especialmente ordenados a efectos espirituales; y que continúan siendo perpetuamente sacramentales tras la acción que los ha constituido.
En esta categoría se incluye el agua bendita, que, después de la realización del ritual por el cual ha dejado de ser agua común, permanece por sí misma como un sacramental con diversos efectos para el fiel que la usa. Lo mismo ocurre con determinados escapularios y medallas, con las velas benditas del día de la Presentación o con las palmas y ramos de olivo bendecidos el Domingo de Resurrección, entre otros. 8
Sacramentos y sacramentales
Hemos visto, en la definición dada por el Catecismo, que los sacramentales producen efectos «a semejanza de los Sacramentos» y que ambos están compuestos por signos sagrados. Ahora bien, la similitud entre ellos es tal que en los primeros tiempos de la Iglesia se incluían, bajo el término Sacramento, los siete instituidos por Cristo y los que hoy llamamos sacramentales.
En el siglo XII, esta imprecisión terminológica aún se mantenía. «San Bernardo llama Sacramento al lavatorio de pies, y el Concilio Lateranense de 1179 incluye en ese nombre la entronización de los obispos y de los abades, las exequias y la bendición de las bodas», recuerda el liturgista benedictino Manuel Garrido. 9
Y el teólogo dominico fray Barbado, conceptuado comentarista de Santo Tomás, añade que, hasta aquel siglo, «el concepto de Sacramento no se utilizaba con el mismo rigor con que hoy se utiliza. Los Sacramentos y los sacramentales, en cuanto que ambos signan cosas sacras, se mezclaban indistintamente en la terminología. 10
Pedro Lombardo y el autor desconocido de la Summa Sententiarum serían los primeros en aplicar el concepto escolástico de causa eficiente al de signo sensible, dejado por San Agustín, estableciendo un primer criterio válido para distinguir sacramentales y Sacramentos, en el propio sentido del término. 11
No obstante, es Santo Tomás de Aquino quien, cien años después, delimita el terreno con su habitual precisión y claridad al enseñar: «El agua bendita y las otras bendiciones no se llaman Sacramentos porque no conducen al efecto del Sacramento, que es la consecución de la gracia. Sin embargo, disponen al Sacramento: quitando obstáculos, como es el caso del agua bendita, utilizada contra las insidias del demonio y contra los pecados veniales; o produciendo cierta idoneidad para recibir el Sacramento, y, así, se consagran el altar y los vasos por reverencia hacia la Eucaristía. 12
Por el P. Ignacio Montojo Magro, EP
Rev. Heraldos del Evangelio – Agosto 2010
(El próximo Lunes: Riqueza espiritual y material a nuestra disposición – Auxilio en nuestros embates espirituales)
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1 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1667
2 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1668
3 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1668
4 CHUPUNGCO, OSB, Anscar J. (Editor). Sacraments and Sacramentals. In: Handbook for liturgical studies. Collegeville (Minn.): The liturgical Press, 1977, v. IV, pp. xx-vi-xxvii.
5 VAGAGGINI, OSB Cam, Cipriano. O sentido teológico da liturgia. São Paulo: Loyola, 2009, p. 96
6 La Sacrosantum concilium menciona específicamente las bendiciones en general (SC 79), ritos de profesión religiosa y consagración de las vírgenes (SC 80) y exéquias (SC 81). Pero otros muchos sacramentales han sido añadidos a esa lista por la publicación de rituales separados: la bendición de los abades y abadesas, la institución de lectores y acólitos, la dedicación de una iglesia y de un altar, la bendición de los sagrados óleos, la coronación de imágenes de la Santísima Virgen, y muchas más bendiciones contenidas en su respectivo ritual (Cf. CHUPUNGCO, OSB, op. cit., p. xxvi).
7 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1670
8 Cf., por ejemplo, VAGAGGINI, OSB Cam, op. cit., p. 96
9 GARRIDO BONAÑO, OSB, Manuel. Curso de liturgia romana. Madrid: BAC, 1961, p. 418. Ver otros ejemplos en AIGRAIN, R. (Editor). Enciclopedia litúrgica. Alba: Paoline, 1957, pp. 702-703
10 BARBADO, F. et al. Introducción a la cuestión 65. In: Suma Teológica. BAC: Madrid, 1957, v. XIII, p. 137
11 Cf. MARTIN, María del Mar. De sacramentalibus. In: MARZOA, A; MIRAS, J; RODRÍGUEZ-OCAÑA, R. Comentario exegético al Código de Derecho Canónico. 3ª ed. Pamplona: Eunsa, 2002, v. III-II, p. 1650.
12 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica, III, q. 65, I, ad 6
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