Campo Mourão (Lunes, 07-04-2014, Gaudium Press) En el artículo de Mons. Francisco Javier Delvalle Paredes, obispo de la diócesis de Campo Mourão, estado de Paraná, Brasil, él afirma que fue para la libertad que Cristo nos liberó (Gl 5,1). En su reflexión, el prelado afirma que viviendo la mística cuaresmal somos invitados a la fructífera preparación para la experiencia con Cristo muerto y resucitado para la salvación del género humano.
El obispo recuerda que en breve celebraremos la Semana Santa, cuyo ápice se encuentra en el Triduo Sacro de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Según él, apoyados en la espiritualidad propuesta por el Concilio Vaticano II, aprendemos que durante la Cuaresma los fieles deben dedicarse a oír con mayor ahínco la palabra de Dios y a la oración, preparando la celebración del misterio pascual en la liturgia y en la catequesis litúrgica (cf. Sacrossanctum Concilium, 109).
«Si la Cuaresma es comprendida como tiempo de preparación, requiere de los corazones cristianos sensibilidad y apertura necesarias, a fin de que cumpla su objetivo. Anualmente, por ocasión del ingreso en el período cuaresmal el Papa envía un mensaje a los católicos esparcidos por el mundo, orientándolos acerca de aspectos basilares constitutivos del auténtico ser cristiano a la luz de la vida nueva inaugurada por Cristo», evalúa el obispo.
De acuerdo con Mons. Francisco, en este año el Papa Francisco, en su mensaje cuaresmal, toma como baliza interpretativa la siguiente expresión de San Pablo: «Se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza» (2 Cor 8,9). Para el prelado, la expresión cargada de significado, tanto espiritual como teológico, es ocasión para que el Santo Padre despierte nuestra atención a las dimensiones prácticas de la existencia.
Para tanto, nos recuerda que «la finalidad de Jesús hacerse pobre no fue la pobreza en sí misma, mas -como dice San Pablo- ‘para enriqueceros con su pobreza’. No se trata de un juego de palabras, de una frase sensacional. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios: la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y de la Cruz».
El obispo de Campo Mourão resalta también que, guiado por tal inspiración, el Papa Francisco hace ver más allá, colocándonos delante de la miseria, caracterizada por la pobreza sin confianza. Conforme él, miseria que se constituyó por la pobreza inmersa en la desesperación de quien no ve salida para las varias dificultades de la vida; miseria entendida como incapacidad de re-erguirse de una situación de muerte y exclusión.
Tres «niveles de miseria»
«Esta miseria, a su vez, debe ser encarada por los cristianos en una forma tripartita. Siendo así, el Papa habla de miseria material, moral y espiritual. Miseria material equivalente a las condiciones de vida inhumanas impuestas a inmensos contingentes de hombres y mujeres. Miseria moral, esto es, tornarse esclavo del vicio y del pecado. En fin, miseria espiritual mientras alejados de Dios y rechazo de su amor», completa.
¿»Tales niveles de miseria son simplemente aislados»?, cuestiona el obispo, que luego en seguida nos apunta la respuesta: «No». Para él, conviven conflictivamente en el interior de coyunturas sociales y más aún, al interior de la persona que gradualmente se deshumaniza en consecuencia de innúmeros factores internos y externos.
Mons. Francisco cree que va de encuentro con la reflexión del Papa el propósito de la Campaña cuaresmal de la Fraternidad en curso en Brasil, cuyo tema es Fraternidad y tráfico humano, y el lema: Es para la libertad que Cristo nos liberó (Gl 5,1). Según el prelado, ese mal social tiene como tela de fondo la miseria humana en su vertiente más radical y salvaje. Con efecto, el imperativo máximo de esta modalidad de tráfico es la instrumentalización de la persona creada a imagen y semejanza de Dios.
«Esta práctica cruel desconsidera todo tipo de derecho o libertad personal, más allá de absolutizar la tiranía del hombre sobre el propio hombre. Ese no es el proyecto de Dios para la humanidad. La libertad concedida por Cristo en su muerte y resurrección toca las fibras más íntimas de las relaciones humanas. No se trata apenas de la liberación del pecado como realidad abstracta que no se puede tocar. Sí se trata de la liberación del mal encarnado en acciones y situaciones que desfiguran el rostro de hermanos y hermanas».
Por último, el obispo enfatiza que el tráfico humano ocurre muy cerca de nosotros, configurándose en la pluralidad de la opresión y la violencia identificables tan constantemente entre las comunidades. Él recuerda que estamos caminando a la Pascua, la fiesta de la vida y la liberación, y si resucitamos con Cristo por el bautismo, y es esa nuestra fe, ¡debemos vivir pues como resucitados!
Recordando las palabras del Papa Emérito Benedicto XVI, la resurrección de Jesucristo «es un salto de calidad en la historia de la ‘evolución’ y de la vida en general para una nueva vida futura, para un mundo nuevo que, al comenzar de Cristo, incesantemente penetra ya en este mundo, lo transforma y lo atrae para sí» (Homilía en la Vigilia Pascual, Basílica Vaticana, 15 de abril de 2006).
El prelado resalta que la calidad de vida que emana de la resurrección del Señor es antídoto contra las diferentes miserias presentes en el ser y el existir del género humano. «Aprovechemos la bendita hora de la Pascua, las celebraciones litúrgicas, la Campaña de la Fraternidad y la mística de este tiempo sacrosanto para crecer en humanidad y apoderarnos del incalculable tesoro legado por Dios en su Hijo muerto y resucitado: vida plena y abundante para todos», concluye. (FB)
Deje su Comentario