St. Paul (Martes, 08-04-2014, Gaudium Press) En medio del compromiso de la Iglesia por la Nueva Evangelización, cada vez más necesaria en una cultura cada vez más alejada de Dios, los católicos podemos hacer mucho (o dejar de hacer) con nuestro testimonio diario. El autor Brantly Millegan, editor asistente de la plataforma Aleteia, propuso una lista de cuatro defectos con los cuales podríamos ser motivo de escándalo para los demás en las cosas simples de nuestra vida cotidiana. «Podemos hacerlo mejor», animó Millegan. «Tenemos la plenitud del Evangelio de Jesucristo y acceso pleno a su gracia infinita».
Los católicos están llamados a un testimonio más decidido cimentado en la gracia de Dios que fluye a través de la Iglesia. Foto: STLYouth. |
La reflexión del autor no propone una crítica general o sistemática a los católicos, sino que muestra aspectos en los que individualmente los fieles pueden no vivir adecuadamente su fe. Estos defectos darían una idea errada de la fe a los no católicos, «proporcionándoles razones fáciles para no tomar el catolicismo en serio».
Jesús en el centro de la vida
El primero de los defectos es no hablar suficientemente de Jesús. Por supuesto, esto no tiene que ver con la doctrina de la Iglesia: «Jesús el es centro absoluto de la fe católica, el inicio y el fin de todo», explicó Millegan. «Está representado en la Cruz, en el centro y al frente de la mayoría de templos católicos, es su Evangelio el que tenemos el deber de llevar a los confines de la tierra y Él se hace presente de manera misteriosa sobre el altar en cada Eucaristía».
Cristo está en el centro de la fe de la Iglesia y debe siempre ocupar el lugar preponderante. Foto: Erick Parker. |
Sin embargo, los católicos podemos obviar con facilidad la figura de Cristo y podemos enfocar nuestras conversaciones espirituales y religiosas en temas importantes, pero que no se dirigen directamente a Jesús, al punto de casi no mencionarlo incluso. En este sentido, los no católicos pueden llegar a confundirse y «tienen derecho a escandalizarse por eso». La solución no es reaccionar al extremo, sino simplemente «mantener un orden apropiado de las cosas. Los católicos deben seguir la doctrina de su propia Iglesia y poner a Jesús primero», propuso Millegan. «Todo lo demás está dispuesto para acercarnos más a Él».
Una segunda fuente de escándalo, comentó, es el descuido de muchos fieles en el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Citando a San Jerónimo, quien a su vez es citado por el Concilio Vaticano II, «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo». En este punto la doctrina de la Iglesia es igualmente clara, explicó el autor: «La Biblia es la Palabra de Dios inspirada y determinante en todo lo que enseña», por lo cual es una fuente primordial para conocer el camino de la salvación. «Los católicos tenemos la Biblia y somos motivados a leerla, pero la mayoría no lo hacemos», alertó.
Testimonio creíble
El respeto y obediencia del Magisterio de la Iglesia son una orientación clara también para los no creyentes. Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press. |
La tercera fuente de escándalo para los no católicos podría parecer confusa: no contradecirlos en defensa de la doctrina. Si bien muchas personas intentan no «imponer» su punto de vista o se muestran abiertas a otras perspectivas en beneficio del diálogo, en realidad esta actitud puede ser justo lo contrario de lo que esperan ellos de una persona de fe. «¿Por qué deberían ellos tomar en serio la doctrina católica si parece que los propios católicos no la asumen seriamente?», cuestionó el autor.
Este aspecto no se limita a los contenidos de la doctrina, sino al debido respeto de las autoridades eclesiásticas, afirmó Millegan. La figura del Obispo, comprometido con Dios en la tarea sagrada de cuidar y enseñar la fe, ofrece una solución real a la confusión y falta de unidad presentes fuera de la Iglesia. Sin embargo, ese testimonio se ve afectado por el disenso y la falta de obediencia que desafortunadamente son tolerados por muchos creyentes.
Finalmente, la causa más habitual de daño a quienes no conocen o se han alejado de la fe es no practicar las verdades que la Iglesia enseña y ordena. «A nadie le atrae la hipocresía», expresó Millegan. «Este mensaje no es revolucionario, pero nosotros los católicos podemos siempre recordarlo». La realidad del pecado está siempre presente y no es exclusiva de los creyentes, pero «¿al menos estamos intentando?¿Nuestra fe hace alguna diferencia?».
«Sobra decir que la Iglesia tiene posiciones morales contraculturales», comentó el autor. «Pero su testimonio se reduce grandemente cuando los católicos no parecen estar intentando vivirlas». De esta forma es difícil inspirar a los no católicos al grado heroico de virtud que demanda la Iglesia de forma universal. En este sentido, Millegan señala que la Iglesia necesita un reforma. «Una reforma real, del tipo de la cual los santos fueron modelos, en la cual renovemos nuestra dedicación a la fe católica».
Es a través del testimonio coherente y comprometido como los creyentes «podemos de forma más efectiva cumplir el mandato de Cristo y el primer propósito de la existencia de la Iglesia: llevar el Evangelio de la salvación a todo el mundo», concluyó el editor.
Con información de Aleteia.
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