sábado, 23 de noviembre de 2024
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"En San José de Anchieta se ve el devoto de María": Responsable por la programación brasileña de la Radio Vaticana habla del Apóstol del Brasil

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 16-04-2014, Gaudium Press) Jesuita, como el P. José de Anchieta, buen conocedor de la vida del Santo de cuya causa de canonización fue vicepostulador, el P. César Augusto dos Santos nos recibió en la Radio Vaticana para hablar sobre algunos aspectos menos conocidos de la vida de San José de Anchieta. Nacido en 1945, en Barra de Piraí (RJ), y ordenado sacerdote en 1975, el P. César Augusto dos Santos, SJ, es Licenciado en Filosofía, Bachiller en Teología y Máster en Brasil Colonial por la Pontificia Universidad Católica de San Pablo. Vive actualmente en Roma, donde es responsable por la programación brasileña de la Radio Vaticana.

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P. César Augusto dos Santos

Gaudium Press – Una primera pregunta se impone: ¿Por qué demoró 417 años la canonización del P. José de Anchieta?

P. César Augusto dos Santos – Debido a diversos problemas. Los jesuitas comenzaron el proceso luego después de su muerte, pero, meses después, el Papa Urbano VIII promulgó un decreto estipulando que ningún proceso de canonización podría ser abierto antes de 50 años del fallecimiento del candidato.

Transcurrido ese plazo, se retomaron los trabajos. Superando dificultades ocasionales, inclusive una nueva interrupción, la causa avanzó hasta el momento que para mí es el más difícil en todo proceso de canonización: la declaración de las virtudes heroicas del candidato. En esa etapa se analiza todo cuanto él escribió, todo cuanto se habla sobre él. Nada queda sin ser examinado. Anchieta fue aprobado, recibió el título de Venerable. Pero ahí la Compañía de Jesús fue expulsada de Portugal y Brasil. Más: fue suprimida en la Iglesia. Más 110 años de paralización.

Tenemos, por tanto, un proceso realmente demorado, pero no una demora de cuatro siglos: descontadas todas esas interrupciones debidas a factores externos, tenemos una causa que se prolongó por cerca de 200 años. Además de eso, considérese que, después de cada interrupción, no se reiniciaba sin un previo análisis de todo cuanto había sido hecho antes. La causa de Anchieta enfrentó todos esos obstáculos.

Gaudium Press – ¿Cuál es el significado de una canonización sin requerir el milagro previo?

P. César Augusto dos Santos – Precisamos, aquí, hacer una distinción. La Iglesia tiene dos caminos a seguir, en esta materia. El más común es el de los milagros: se requiere un milagro para la beatificación, otro para la canonización. Entonces, cuando se trata de un santo relativamente reciente, la Iglesia pide esas señales. El otro medio es la canonización equivalente. Este es el caso de Anchieta.

En esta vía de canonización, la Iglesia considera la antigüedad y continuidad de la devoción. Como vimos arriba, la causa de Anchieta tiene más de cuatro siglos; a pesar de todos los contratiempos mencionados, ella continuó. Cuando los jesuitas retornaron al Brasil, encontraron la devoción al P. Anchieta firme.

Otro aspecto a tomar en consideración es la amplitud de la devoción. Mirando a la inmensidad del Brasil, es inevitable un interrogante: «¡Mi Dios! ¿Será posible él tener devotos en todo ese país de tamaño casi continental?». Dejé de lado la cuestión de los milagros y me puse a pesquisar en San Pablo, en los archivos de la Asociación Pro-Canonización de Anchieta – CANAN. Encontré algo también aquí en Roma. y me quedé boquiabierto al constatar que en cada estado del Brasil había por lo menos 50 devotos «multiplicadores»: personas que no solo rezaban, sino difundían la devoción, hablaban con el padre, distribuían estampas, escribían pidiendo reliquia. Diez cartas por mes y una infinidad de e-mails.

Gaudium Press – ¿Cuáles son los trazos más resaltantes en la personalidad de Anchieta, por así decir, profética, construyendo una sociedad nueva en una tierra virgen?

P. César Augusto dos Santos – Un marco fuerte de su personalidad es la devoción a la Virgen María y la confianza en su auxilio. Cuando estudiante en Coimbra, sintiendo que el ambiente en la universidad no era muy bueno, se dirigió a la Catedral, pidió la protección de la Madre de Dios e hizo voto de castidad. En las situaciones difíciles, recurría siempre a Ella. Se ve eso años después cuando, ya en Brasil, retenido en la aldea de Yperoig como rehén de los [indios] tamoios y en riesgo de vida y de romper su voto de castidad, rezó a María y luego comenzó a agradecer, escribiendo en las arenas de la playa el poema prometido.

Otra característica de él es el amor por aquellos que va catequizar. Él no impuso una religión a los indígenas. Él los observó y amó.

Ignacio de Loyola nos presenta la contemplación de las dos banderas: la de Cristo, simple, pero llena de servicios, es la Cruz; la de Satanás, repleta de glorias mundanas, no lleva a nada. Y Anchieta hizo la opción por la bandera de Jesucristo en Brasil, como misionero. Así, yo veo en él también ese lado ignaciano, el cual es importante observar: la Compañía de Jesús no es del Cristo glorioso, sino del Cristo que carga la Cruz, que está haciendo la Redención. Anchieta se sentía muy compañero de Jesús, y es exactamente esa la opción que él hizo en Coimbra.

Entonces, en San José de Anchieta se ve el devoto de María, el jesuita en el sentido ignaciano y también, diría yo, un hombre de cultura que tiene ese respeto por los indios, aprende su lengua, va aprender la medicina indígena con los payés. Ahora, él es un gran maestro. La ciudad de San Pablo nace exactamente porque él es el maestro de Piratininga y las familias van a vivir en torno a aquel colegio.

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San José de Anchieta

Gaudium Press – ¿Qué comentario le sugiere el hecho de haber él escrito en la arena el famoso poema en alabanza de Nuestra Señora?

P. César Augusto dos Santos – Anchieta es un hombre culto y con una memoria gigantesca. Sin tener libro alguno a mano, él escribió ese poema de 6 mil versos, demostrando conocimientos de la Biblia, de los Padres de la Iglesia, de todo. ¿Cómo aprendió eso? Probablemente con los dominicos de San Cristóbal de la Laguna, en su adolescencia. En Coimbra también, donde se mostró alumno dedicado. Su vasta cultura era tan reconocida que el P. Nóbrega, superior provincial, lo colocó en el Colegio de Piratininga como profesor de sus colegas y hasta de él mismo. Ese hombre bendecido por Dios se destacó como maestro y como religioso de profunda humildad y gran capacidad de reflexión.

Gaudium Press – Los jesuitas comenzaron a formar en América una civilización, incentivando las cualidades de los indígenas y defendiéndolos contra la esclavitud. ¿Cuál es el papel de la auténtica cultura en la evangelización?

P. César Augusto dos Santos – Esta es una pregunta muy profunda. Anchieta tenía consciencia de su misión, pero era altamente respetuoso, no imponía. Hay una diferencia fundamental entre los misioneros y gran parte de los colonizadores del siglo XVI, portugueses o españoles, que fueron al Nuevo Mundo a conquistar la tierra. Anchieta y los jesuitas, a pesar de ir a la América portuguesa a pedido del rey Juan III, tienen consciencia de que su misión es una misión al servicio del Papa para la cual parten imbuidos de esa espiritualidad de San Ignacio.

No van a imponer el Cristianismo. Van a llevar a Jesucristo, van a evangelizar. Luchan para que el indio sea libre, tienen para él una palabra amiga, quieren bautizarlo. Y enfrentan al colonizador portugués: «O cambias de vida o no te doy la absolución». Era una posición muy diferente, de la cual transcurrió una situación tan difícil que ellos fueron una vez expulsados de San Pablo, exactamente por ser contrarios a esa esclavización.

Los jesuitas tenían un modo de actuar diferente, que privilegiaba a la persona. Así, el P. Anchieta estudió el idioma indígena y compuso la gramática de la lengua entonces más hablada en la costa de Brasil, representó piezas teatrales, usó toda su cultura como instrumento para la catequesis del indio. Actuó también en el campo de la medicina. Llegó a América sabiendo hacer sangría – trajo su navaja…-, ¡pero observó que los payés usaban raíces, hojas y arcilla, y funcionaba! Aprendió, entonces a emplear también esos recursos. O sea, él era maestro, pero buscaba aprender, asumía también una posición de discípulo. Eso denota grandeza.

Ahora, cuando percibieron la imposibilidad de impedir a los portugueses de cazar indios para esclavizarlos, los jesuitas tuvieron la idea de reunirlos en aldeas. Nacieron así los Aldeamientos. ¿Fue algo bueno? Sí, pero peligroso y con una falla. Por un lado, ellos protegían a los indios, y hasta facilitaban la catequesis; por otro, sin embargo, los indígenas perdían la cultura de la respectiva tribu, e inclusive se anulaba el liderazgo del cacique. Entonces, fue una actitud muy buena de los misioneros, pero acarreó esas consecuencias. Con nuestros conocimientos de antropología y sociología, hoy vemos eso, pero los jesuitas de entonces no percibían.

Gaudium Press – ¿Puede decir algo sobre sus numerosos milagros?

P. César Augusto dos Santos – Veamos algunos de esos milagros, hechos con el objetivo de ayudar a los otros. Cierto día, él encontró un niño indio con una fea herida en el rostro, tal vez un cáncer de piel. Anchieta obtuvo su pronta cura rezando sobre él palabras del Evangelio. En otra ocasión, estaba en la playa de Bertioga cuando vio una ballena comenzar a «jugar» con una canoa que se encontraba en lugar peligroso, poniendo a los tripulantes en riesgo de vida. El santo, entonces, ordenó al cetáceo: «¡Vete!». Y este obedeció. También la naturaleza se doblaba al poder de sus oraciones. En la hora prevista para la representación de una pieza teatral catequética al aire libre, se toldó el horizonte de pesadas nubes, señal de mucha lluvia. Solo Anchieta no se preocupaba: «¡No va llover!». Y así sucedió. Cuando terminó la pieza y todos tuvieron tiempo para llegar a la respectiva casa… cayó el temporal.

Doy ahora mi testimonio personal: ¡él es gran intercesor junto a Dios! Cuando preciso, rezo a él y obtengo lo que pido. Muy tranquilo, Anchieta escucha el pedido y lo lleva a Dios. Y Dios lo atiende.

Gaudium Press – Él llegó al Brasil con apenas 19 años de edad. ¿Qué mensaje trae ese hecho para la juventud brasileña?

P. César Augusto dos Santos – Vea, un europeo de 19 años, culto, de buena familia, hizo su opción por un ideal. Partió para el Brasil, donde se deparó con una situación peor de lo que imaginaba. Subió de sotana a la Sierra del Mar, enfrentando lluvia, serpientes, insectos, obligado a andar gateando en ciertos trechos. ¡Y era de salud débil!… Ese joven sacó de dentro de sí una fuerza increíble y se tornó el hombre del cual hoy, transcurridos más de cuatro siglos, se habla con admiración y veneración. Y el Papa lo colocó como modelo para todo el mundo.

¿Cuál era el secreto de ese joven? Él era hombre como todos nosotros. Sin embargo, con su gran fe en Dios, su gran fe en María, sabía que ese poder no era de él, sino venía de Dios.

Entonces, su mensaje para el joven de hoy es: ¡Enfrente los desafíos! ¡No huya! Los desafíos están ahí para ser vencidos, y la fuerza está dentro de ti. ¡Confíe en Dios, confíe en María y vaya adelante!

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