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La Vigilia Pascual en la Noche Santa: El Rey de la vida, muerto, reina vivo

Redacción (Miércoles, 16-05-2014, Gaudium Press) Tres días habían pasado desde que el divino Maestro había sido injustamente condenado a muerte. Los pocos seguidores que se mantuvieron fieles se refugiaban en el interior del Cenáculo, temiendo por su propia seguridad. En ese ambiente de fracaso, miedo y consternación un nuevo día comenzaba cuando algo vino a aumentarles la turbación: María Magdalena, una de las mujeres que había permanecido a los pies de Jesús junto a la Cruz, había ido a la tumba al amanecer y la encontró vacía.

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«Llegada de las Santas Mujeres al sepulcro» –
Fresco de la Abadía de Subiaco (Italia)

Volvió y le comunicó a los Apóstoles la espantosa noticia: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto» (Jn 20, 2). Pedro y Juan corrieron hasta el lu gar y vieron en el suelo los lienzos que habían envuelto los restos mortales de Jesús. San Juan «vio y creyó» (Jn 20, 8): ¡el Señor había resucitado!

Presencia viva del Salvador en la liturgia

Dos milenios después de aquel acontecimiento, el divino Maestro aún permanece con nosotros. Entregó su vida en la Cruz y subió al Cielo, pero no se ausentó de la tierra. Su presencia entre los hombres se prolonga constantemente de diferentes maneras, como lo había prometido: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20).

Cristo está presente en su Iglesia y, de un modo muy especial, en la sagrada liturgia. El mismo Jesús que recorrió los caminos de Palestina «está presente en el sacrificio de la Misa […]. Está presente con su fuerza en los sacramentos […]. Está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta».1

Así, en la más sagrada y santa de las noches, la Iglesia nos invita a creer en la Resurrección del Señor por medio de una bellísima celebración litúrgica, en la cual cada gesto nos muestra cómo «muerto el que es la Vida, triunfante se levanta».2

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Vigilia Pascual en la basílica de Nuestra Señora
del Rosario, el 3/4/2010

Conocer el sentido mistagógico de esa celebración nos ayudará a revivir, en unión con los Apóstoles, el momento auge de la Historia de la Salvación que conmemora, haciendo que nuestra participación en la «madre de todas las santas vigilias» 3 -según la conocida expresión de San Agustín- sirva para crecer en el conocimiento y en el amor de Cristo Resucitado. Pues, como afirmó el Papa Benedicto XVI, «la liturgia no es el recuerdo de acontecimientos pasados, sino que es la presencia viva del Misterio pascual de Cristo que trasciende y une los tiempos y los espacios».4

Bendición del fuego y preparación del Cirio Pascual

En armonía con la importancia central y única del episodio de la Historia de la Salvación rememorado en ella, la ceremonia de ese día empieza de una forma completamente diferente a lo habitual. La víspera del Domingo de Resurrección, cuando el sol ya se ha puesto, el pueblo se reúne fuera de la iglesia, recordando que los Apóstoles y las Santas Mujeres tuvieron que salir del Cenáculo para constatar la Resurrección del Señor.

La ausencia de luz evoca las tinieblas sobrenaturales de la humanidad del Antiguo Testamento. Sólo una hoguera rasga las sombras, rememorando que por medio de Jesús, la «Luz del mundo» (Jn 8, 12), el Padre dio a los hombres la gracia e instauró la nueva alianza. «Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo» (2 Co 5, 17), exclama el Apóstol.

Acercándose en silencio, el sacerdote bendice el fuego nuevo, dando inicio a la celebración.

A continuación graba varios signos en el Cirio Pascual que nos recuerdan que éste es figura del Salvador resucitado: la Cruz de nuestra Redención, las letras griegas alfa y omega -primera y última del alfabeto-, y los guarismos del año corriente, porque siendo el Señor el Principio y Fin de todas las cosas, el tiempo se calcula en función suya. Seguidamente graba en el centro y en los extremos de la cruz cinco granos de incienso, en memoria de la atención prestada por Santa María Magdalena y por las demás Santas Mujeres al Sagrado Cuerpo del Salvador, cuyas cinco llagas nos curaron. (cf. Is 53, 5).

En obediencia al mandato de predicar el Evangelio a toda la Creación (cf. Mc 16, 15), el pequeño grupo de la Iglesia naciente transmitió la fe en la Resurrección del Señor a todos los pueblos. De modo semejante, el fuego nuevo es transmitido al Cirio Pascual por medio de una pequeña vela encendida en el fuego bendecido, mientras el celebrante recita: «La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu».5

Triple «Lumen Christi»

Al igual que la llama del Cirio rasga la noche, Jesús Resucitado ven ce a la muerte y abre a la humanidad caída las puertas de la eterna Bienaventuranza: «Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto» (1 Co 15, 20). Él es la verdadera columna de fuego (cf. Ex 13, 21) que durante la noche guía al nuevo Israel por el desierto de esta tierra de exilio hacia la Tierra Prometida. Por eso, con el alma jubilosa se organiza la procesión de entrada en el templo, imagen terrena de la Jerusalén celeste, de la cual nos convertimos en herederos.

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«Predicación de San Pedro», por Pedro Serra – Museo de Bellas Artes, Bilbao (España)

No obstante, el cortejo se detiene en tres ocasiones para que la Luz de Cristo sea aclamada por todos, resaltando de este modo el misterio de la Santísima Trinidad que el Hijo Encarnado nos ha revelado. En la primera parada, cuando el diácono canta » Lumen Christi «, proclamamos la divinidad del Padre, que se manifestó por medio de su Hijo: «Nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11, 27). En la segunda, proclamamos la divinidad de Dios Hijo, la verdadera Luz que vino al mundo y alumbra a todo hombre, dándoles el poder de ser hijos de Dios a todos los que le reciben (cf. Jn 1, 9.12). Y en la tercera proclamamos la divinidad del Espíritu Paráclito, enviado por Jesús a sus discípulos, que nos santifica y nos conduce a la Verdad (cf. Jn 14, 16-17.26). Finalmente, el Cirio Pascual se coloca en el presbiterio donde a continuación se hace el solemne anuncio de la Pascua del Señor.

Solemne proclamación de la Pascua

En los primeros siglos de la Iglesia, ese anuncio le incumbía al diácono más joven presente en la celebración, y lo hacía improvisadamente, según la inspiración de ese momento, en un desbordamiento de entusiasmo por la Resurrección del Salvador. En la actualidad se hace mediante el Pregón Pascual, un bellísimo cántico cuya letra algunos autores atribuyen a la pluma de San Ambrosio o a la de San Agustín.

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«Travesía del Mar Rojo», por Antonio Tempesta – Museo de Bellas Artes, Tours (Francia)

Este majestuoso himno, cuyo contenido merece una verdadera meditación, nos invita a elevar nuestros corazones a la contemplación de las bellezas de nuestra Redención y dignamente alabar a Dios por el exceso de amor manifestado en la entrega de su Unigénito para la salvación de los hombres. Prepara nuestro espíritu para uno de los principales elementos de esta vigilia, la Liturgia de la Palabra, que una vez más adquiere una manera diferente de lo habitual en las otras celebraciones a lo largo del año. En el recogimiento de esa noche, nos presenta una síntesis magnífica de la Historia de la Salvación a través de nueve lecturas -siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo- que nos recuerdan «las maravillas que Dios ha realizado para salvar al primer Israel» y cómo «al llegar los últimos tiempos, envió a su Hijo para que, con su muerte y resurrección, salvara a todos los hombres».7

Cristo lleva a la perfección la Antigua Alianza

A cada una de las perícopas del Antiguo Testamento proclamadas en esa noche le acompaña un salmo responsorial, al que le sigue una oración que esclarece cada una a la luz de la Revelación de Jesucristo. Así, por ejemplo, la posterior a la primera lectura (Gn 1, 1-2,2) subraya que el acto de la Creación es sobrepasado en grandeza por «el sacrificio pascual de Cristo en la plenitud de los tiempos».7 Y en la correspondiente a la séptima lectura (Ez 36, 16-28) se señala que la nueva y definitiva purificación de los espíritus y de los corazones anunciada por el profeta Ezequiel fue realizada por medio de «quien todo procede», 8 Jesucristo, nuestro Señor.

Teniendo, pues, una visión general de las maravillas obradas en la Antigua Alianza y del modo cómo en Cristo todo fue llevado a la perfección (cf. Mt 5, 17), los fieles están preparados para unir sus voces a la del celebrante cuando, tras las siete lecturas veterotestamentarias, entone solemnemente el «Gloria a Dios en el cielo», en acción de gracias por tantos beneficios. En ese momento las campanas, enmudecidas desde el Viernes Santo, llenan el aire con sus festivos repiques, mientras las voces del co ro dan testimonio con las notas del himno de alabanza la alegría por la Resurrección del Señor. Todo en el templo refleja ese sentimiento de júbilo: las luces se encienden, se descubren los retablos adornados con flores y velas encendidas, exultan los corazones de los fieles.

Terminado el himno, una nueva oración, seguida por la lectura de la Epístola a los Romanos, subraya y resume el significado de los ritos anteriores: enteramente renovados por la gloria de la Resurrección del Señor, debemos servirle de todo corazón, pues, así como Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere más, hemos de considerar que «quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios» (Rm 6, 9-11).

Una palabra que resume nuestra alegría

Si la tónica dominante durante la Cuaresma fue la penitencia preparatoria para las fiestas pascuales que se acercaban, ahora, vencidas las tinieblas del pecado, los hombres redimidos por la Sangre del Redentor pueden entonar un cántico nuevo, como lo hicieron Moisés y los israelitas tras el paso del Mar Rojo: «Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria» (Ex 15, 1).

En el período pascual, ese canto se resume en una sola palabra rica en significado, que nos invita a alabar a Dios: «¡Aleluya!».9 Omitida durante cuarenta días, regresa a la liturgia en la Noche Santa, cuando es cantada tres veces antes de la lectura del Evangelio. Y para expresar con más elocuencia la alegría desbordante de toda la Iglesia, el cantor usa un tono más alto cada vez.

No obstante, un detalle del ceremonial hace contrapunto a la alegría reinante: las dos velas que, en las Misas solemnes, acompañan el Evangelio hasta el ambón y que aquí permanecen mientras se lee el Evangelio, son omitidas en la Vigilia Pascual. La ausencia de esas dos mechas ardientes nos recuerda la falta de fe de los discípulos en la Resurrección de Jesús y nos advierte contra los peligros de la incredulidad.

Resucitando de los muertos, resucitó a la humanidad del sepulcro

En íntima relación con la Celebración de la Luz que abrió la Vigilia Pascual en la Noche Santa lle ga el momento de la Liturgia Bautismal, durante la cual los catecúmenos, después de haber sido debidamente preparados en el período cuaresmal, se convertirán en «hijos de la Luz» y en «luz» ellos mismos.10 Regenerados en las aguas bautismales, su nacimiento a la vida sobrenatural quedará de este modo especialmente vinculado a la definitiva victoria de Cristo sobre la muerte.11

Esta tercera parte de la ceremonia empieza con la Letanía de los Santos, a través de la cual la Iglesia ruega la intercesión de los bienaventurados habitantes de la Jerusalén celeste a favor de los que van a nacer a la vida de Cristo. Se demuestra así la comunión entre el Cielo y la tierra, realizada por el que es el «Mediador de la Nueva Alianza» (Hb 12, 24) y cuyo nombre sagrado es, por esta razón, invocado al principio y al fin del cántico.

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Proclamación de la Palabra durante la Vigilia Pascual del 23/4/2011

Seguidamente, el celebrante sumerge en el agua el Cirio Pascual diciendo: «Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente».12 Así, Cristo, luz del mundo y agua viva, santifica el líquido elemento que será la materia del sacramento pórtico de todos los demás, como lo hizo con ocasión de su Bautismo en el río Jordán.

Tras el rito del Bautismo, el ritual sabiamente prevé que todos los presentes, uniéndose a los recién bautizados, realicen la renovación de las promesas bautismales y reciban la aspersión del agua bendita, a fin de que el recuerdo de su bautismo los colme de la alegría de ser cristianos y los alerte sobre la necesidad de mantener siempre limpia la alba túnica bautismal.

«Resucitó de los muertos, y resucitó al hombre de lo profundo de su sepulcro»

La última parte de la Vigilia Pascual está compuesta por la Liturgia Eucarística, renovación incruenta del Sacrificio del Cordero inmaculado, Cristo, que la Iglesia interrumpió dos días, para permanecer «junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte».13 En ese momento los neófitos se acercan por primera vez al Banquete Eucarístico, y todos reciben al que «fue tomado del rebaño y arrastrado al matadero, sacrificado al atardecer y sepultado por la noche; sobre el madero no fue quebrantado, en la tierra no sufrió corrupción, sino que resucitó de los muertos, y resucitó al hombre de lo profundo de su sepulcro». 15

Una invitación para nuestra fe

Al entrar en el sepulcro, San Juan «vio y creyó» (Jn 20, 8). Más felices serán también «los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29).

En estos tiempos en que la omnipresencia del pecado hace especialmente opaco el fino velo que nos separa de las realidades eternas, la Iglesia nos invita a fortalecer nuestra fe participando piadosa y activamente en las ceremonias litúrgicas. Cristo resucitó, venciendo al pecado y la muerte. Y los esplendores de la Liturgia Pascual nos dan testimonio de que junto al Señor no hay nada que temer. Por muy larga que nos parezca la noche, por muy densas que se presenten las tinieblas, Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.

Por el Diác. Felipe Paschoal, EP

(Rev. Heraldos del Evangelio – Marzo 2013)

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1 CONCILIO VATICANO II. Sacrosanctum concilium , n.º 7.
2 SECUENCIA. Domingo de Pascua en la Resurrección del Señor. LECCIONARIO. Lecturas para los domingos y fiestas del Señor. In: MISAL ROMANO. Texto unificado en lengua española. Edición típica aprobada por la Conferencia Episcopal Española y confirmada por la Congregación para el Culto Divino. 17.ª ed. San Adrián del Besós (Barcelona): Coeditores Litúrgicos, 2001.
3 SAN AGUSTÍN. Sermo 219 , 1: ML 38, 1088.
4 BENEDICTO XVI. Audiencia General, del 3/10/2012.
5 VIGILIA PASCUAL. Celebración de la Luz. In: MISAL ROMANO, op. cit., p. 278.
6 VIGILIA PASCUAL. Liturgia de la Palabra. In: MISAL ROMANO, op. cit., p. 286.
7 VIGILIA PASCUAL. Oración después de la primera lectura. In MISAL ROMANO, op. cit., p. 287.
8 VIGILIA PASCUAL. Oración después de la séptima lectura. In: MISAL ROMANO, op. cit., p. 289.
9 La expresión hebrea, transcrita al griego como ? λληλο??α , significa literalmente «alabad al Señor».
10 Cf. CCE 1216.
11 Aunque no sea obligatorio administrar el sacramento del Bautismo durante la Vigilia Pascual, ésta «se vive en plenitud cuando la comunidad puede presentar a niños o adultos para el renacimiento bautismal» (MISSAL DOMINICAL. Missal da Assembleia Cristã. São Paulo: Paulus, 1995, p. 345).
12 VIGILIA PASCUAL. Liturgia Bautismal. In: MISAL ROMANO, op. cit., p. 294.
13 CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR. Rúbrica del Sábado Santo. In: MISAL ROMANO, op. cit., p. 274.
14 MELITÓN DE SARDES. Homilía sobre la Pascua , n.º 71.

 

 

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