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"Gracias a la resurrección todas las verdades de la fe encuentran su confirmación y prueba definitiva"

Londrina (Miércoles, 23-04-2014, Gaudium Press) Mons. Orlando Brandes, arzobispo de la arquidiócesis de Londrina, en Brasil, escribió un reciente artículo sobre la Resurrección de Jesús. Al inicio del texto, el prelado afirma que la resurrección es la verdad culminante de la fe cristiana, la verdad central del cristianismo. Para él, todo sucedió «según las Escrituras», o sea, la resurrección es el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento y del propio Jesús.

De acuerdo con el arzobispo, la noche de la Pascua es también una Noche Feliz, pues sin la resurrección desmorona el cristianismo. «Gracias a ella todas las verdades de la fe encuentran su confirmación y prueba definitiva. Se confirma la divinidad de Jesús», destaca Mons. Orlando, que además resalta que no es fácil creer en la resurrección. Él recuerda que hasta los discípulos tuvieron dificultades, y Jesús llegó a censurar la incredulidad de ellos.

«Todo eso comprueba que la resurrección es un hecho nuevo, un acontecimiento inédito, la mayor y la más sorprendente noticia. Todo depende de la resurrección: Jesús, el Evangelio, la Iglesia, la verdad, el bien, la esperanza, el futuro. Sin ella todo se rompe, fracasa, desaparece. La humanidad siempre se preguntó sobre el pos-muerte. Jesús resucitado es la respuesta. Así, no caemos en lo absurdo, en la nada, en el vacío, ni somos coaccionados a seguir la filosofía de la reencarnación», completa.

Otra cuestión reflexionada por el prelado es que gracias a la resurrección hablamos de la vida después de la muerte, la visión del rostro de Dios, de la gloria que nos espera, del cielo y de la plenitud de la vida. Él resalta que todas las cosas participarán de la gloria de Dios y así la creación llega al máximo de su evolución, se llega a la cristificación.

«Todo sería vano, inútil y lamentable afirma el Apóstol Pablo sin la resurrección. La vida sería apenas una diversión que acabaría en náusea. Gracias a la resurrección la vida no es tirada, sino, transformada y el cuerpo resucita incorruptible, glorioso, espiritual, con la materia espiritualizada, transformada, glorificada».

Según Mons. Orlando, creer en la resurrección significa: creer en el triunfo de la verdad, en la invencibilidad del bien, en la inmortalidad del amor, en la continuidad de la vida, en la coronación del sufrimiento, en la superación del vacío, en la plenificación de la humanidad. Citando a Santo Tomás de Aquino, el arzobispo recuerda que él describió la vida eterna como: inefable convivencia con Dios y con todos los electos; luz verdadera que todo aclara; plena saciedad de los deseos y esperanzas del ser humano; eterna alegría que nadie puede sacar; ventura completa.

«Ojo alguno vio lo que Dios preparó para los que en él creen y esperan. He aquí la felicidad perfecta que llamamos cielo. Con un gesto de amor, una sonrisa, un elogio, una actitud en favor de la vida y del bien, somos testigos de la resurrección», evalúa.

Además de eso, enfatiza el prelado, la Pascua de 2014 está marcada por la Campaña de la Fraternidad, por la canonización de San José de Anchieta, de los beatos Juan Pablo II y Juan XXIII, y por la asamblea de la Conferencia Nacional de Obisos del Brasil, en el Santuario de Aparecida, para contemplar la renovación de la parroquia «comunidad de comunidades». Él resalta que la resurrección de Jesús es la mayor alegría, mayor fiesta y mayor verdad de los cristianos que refuerza la alegría del Evangelio, la alegría de la evangelización, y hace brillar en el rostro de la Iglesia el esplendor irradiante de la luz de Jesús resucitado.

Por último, Mons. Orlando explica que el sábado tiene en la tradición veterotestamentaria una importancia decisiva para los judíos, siendo evidente que solo un acontecimiento de gran poder podía provocar la renuncia al sábado y su substitución por el primer día de la semana. Conforme él, solo un acontecimiento con fuerza poderosa podía cambiar la centralidad del sábado: este acontecimiento fue la resurrección del Señor.

Para el arzobispo, desde los principios de la comunidad primitiva la celebración del Día del Señor es una de las pruebas más fuertes de que en tal día sucedió algo extraordinario: el descubrimiento del sepulcro vacío y el encuentro con el Señor resucitado.

«La resurrección fue un viaje decisivo después de la catástrofe de la cruz. En cada domingo profesamos y confesamos nuestra fe en la resurrección del Señor. Los cristianos deberían respetar el domingo con tanto o más celo que los judíos respetan el sábado, y los islamitas el viernes», concluye. (FB)

 

 

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