Ciudad del Vaticano (Jueves, 24-04-2014, Gaudium Press) Todavía cuando era el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, el actual Papa Francisco presentó testimonio en el proceso romano para la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II, siendo testigo ocular, en el Tribunal de la Diócesis de Roma, en 2005.
El diario católico italiano «Avvenire» publicó recientemente un artículo con el testimonio del Cardenal Bergoglio, que inició de la siguiente manera: «Depongo por ciencia directa, por tanto, haré referencia a aquella que fue mi experiencia personal con el Siervo de Dios Juan Pablo II».
El entonces Arzobispo de Buenos Aires destacó, sobre sus encuentros con Juan Pablo II, la mirada del beato, «que era de un hombre bueno», «su gran capacidad de escucha en relación a todos» y también «la memoria, yo diría, casi sin límites», pues «él recordaba lugares, personas, situaciones con que tuvo contacto en sus viajes», era la señal de que prestaba la máxima atención a cada circunstancia, y en particular, en relación con las personas que encontraba. Señal ésta, para mí, de verdadera y gran caridad».
En la época de la visita Ad Limina en 2002, el futuro Papa rememoró un día mientras celebraba con el Santo Padre y afirmó que la forma como Juan Pablo II se preparaba para la celebración lo había emocionado.
«Él estaba arrodillado en su capilla privada en actitud de oración, y vi que de tanto en tanto leía alguna cosa escrita en una hoja que tenía delante de sí, y después apoyaba la frente sobre las manos. Era evidente que rezaba con mucha intensidad por aquello que, pienso, era una intención que estaba escrita en aquel papel. Después, releía alguna otra cosa escrita en este mismo papel y retomaba la actitud de oración y así por delante. Y solamente después de haber terminado, se levantaba para vestir los paramentos», contó.
Al referirse sobre los últimos años de vida del Papa, el Cardenal Bergoglio resaltó que «Juan Pablo II nos enseñó, no escondiendo nada de los otros, a sufrir y a morir», siendo esto, en su opinión, un acto heroico.
«No debe ser olvidada su particular devoción a Nuestra Señora, que debo decir, influenció también en mi piedad. Por último, no dudo en afirmar que Juan Pablo II, a mi ver, ejerció todas las virtudes, en un sentido global, de forma heroica, dado a la constancia, al equilibrio y la serenidad con que vivió toda su existencia. Y esto fue visible a los ojos de todos».
Al final del testimonio, el entonces Arzobispo de Buenos Aires confesó haberlo considerado un hombre de Dios.
«Su muerte fue heroica y esta percepción, creo que ha sido universal. Basta pensar en las manifestaciones de afecto y de veneración reservadas a él», concluyó. (LMI)
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