domingo, 24 de noviembre de 2024
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Comunidad española hace exitoso ofrecimiento a las jóvenes: vivir 15 días de clausura

Valladolid (Lunes, 05-05-2014, Gaudium Press) La comunidades religiosas a menudo desafían la idea que se tiene comúnmente de los jóvenes. En lugar de una vida de comodidades, de reconocimiento social o de éxito según los parámetros del mundo, ofrecen una vida de sacrificio y entrega desinteresada, o el recogimiento de una vida humilde alejada del ruido y la agitación. Su estrategia parece ser acertada. Esta es la experiencia del Convento de Carmelitas de Valladolid, España, Monasterio del Corazón de Jesús y San José, que se atrevieron a proponer a las jóvenes una experiencia que dista mucho de las emociones fuertes, agitada vida social y el éxito terrenal: probar durante quince días la vida religiosa de clausura.

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Dos religiosas pasean por el jardín del convento. Foto: Monasterio del Corazón de Jesús y San José.

La original iniciativa fue posible gracias a un permiso especial concedido por la Santa Sede el 03 de julio de 2012, ya que esto no es posible bajo las reglas normales de este tipo de monasterios. Esto se suma a un segundo permiso especial, que es el de permitir a los fieles acompañar a las religiosas en la Adoración Eucarística de los jueves a las 09:30 de la noche. La experiencia se ha convertido en un testimonio hacia el mundo exterior y una fuente demostrada de nuevas vocaciones.

La insaciable sed de Dios

«Nosotras sentimos que esto es lo que Dios nos pide y que esto es bueno para el pueblo de Dios», afirmó a Religión en Libertad la Priora del Convento, Madre Olga María del Redentor. «Dicen que hay descristianización, pero ¿qué les damos nosotros para compensar? ¿Por qué no podemos ofrecerles lo nuestro de una manera comprensible, sobre todo estando convencidas, como estamos, de que es lo mejor?».

Para la religiosa, la mayor pobreza del hombre de hoy es espiritual, «la pérdida de conciencia del hombre de su vida interior», explicó. «En nuestra sociedad todo está montado para no despertar a ese hombre interior, y para anestesiarlo, porque así se le manipula mejor. Intentan que no sea consciente de su dimensión trascendente, y eso lleva a un vacío y a una crisis de valores». Sin embargo, la Priora explicó dónde radica el éxito del llamado de la Iglesia en este contexto: «Lo que no pueden apagar es la sed. Y el hombre busca saciarla, aunque a veces lo haga por caminos equivocados».

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Un crucifio del Monasterio, con una de las cotidianas invitaciones a conservar la vida de piedad y adoración. 

Esto es lo que las jóvenes encuentran en su experiencia de vida religiosa, y que ha motivado que el convento pase de nueve religiosas a 26, todo un récord de crecimiento para este tipo de comunidades religiosas. El impacto del crecimiento también es notorio en la edad de las religiosas: el 80 por ciento de las mismas es menor de 45 años. El éxito entre las jóvenes no es otro que el de la experiencia de la espiritualidad, que puede ser en algunos casos el primer contacto real con la fe. «Muchas están perdidas y no saben cómo rezar. Tienes que llevarles de la mano», describió Sor Olga María del Redentor. «No hay ningún secreto. Simplemente vivimos nuestra vocación con la mayor autenticidad posible».

La experiencia de las jóvenes que prueban la vida religiosa ofrece una solución a su necesidad más profunda. «El hombre hoy está cada vez más deshumanizado y es más frío. Las relaciones entre las personas tienden a ser más superficiales y tenemos menos vínculos afectivos. Si esto ocurre con los otros hombres, imagine lo que pasa con Dios», expuso la Priora. «Nosotros se lo enseñamos, lo descubren, les gusta y se enganchan. Y ya no pueden prescindir de Él». Pero este éxito al abrir las puertas del convento – limitadamente – no puede llevar a la comunidad a perder su carácter de clausura, aclaró la religiosa: «No podemos dar lo que no tenemos. Necesitamos salvar ese espacio de clausura, porque si no estamos llenas, no podemos dar».

Esta es la misión del Carmelo de Valladolid – Campo Grande: cambiar una visión a menudo negativa de la vida contemplativa y ofrecer a la juventud saborear las riquezas espirituales que han atraído a tantas generaciones a lo largo de la historia. «Lo menos importante son las limitaciones materiales y formales. Lo que la clausura hace es crear un espacio de libertad para vivir serenamente, sin interferencias de todo lo que en el exterior contamina», comentó la Madre Olga María del Redentor. «Aquí puedes expresar tus sentimientos y tus afectos sin que nadie te etiquete. Fuera no es tan fácil».

Con información de Religión en Libertad.

 

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