Redacción (Miércoles, 07-05-2014, Gaudium Press) ¿Cómo atraer a más personas a la Eucaristía? ¿Cómo evangelizar en los tiempos modernos, cuando tantas cosas han cambiado a nuestro alrededor? El bloguero estadounidense Marc Barnes propone un camino interesante: hacer énfasis en preservar la identidad propia del Misterio, y cuidar la forma del sacramento para que la liturgia no resulte algo tan similar al resto de la cultura que pierda de vista el singular (e inigualable) aporte que tiene para la vida.
La Eucaristía es por sí misma, misterio y atracción. Foto Gustavo Kralj / Gaudium Press. |
Según Barnes, una tendencia actual es «presentar la Divina Liturgia en un modo de similaridad», lo cual es comprensible desde la intención de acercarla a las personas y atraerlas. «La música de la Misa se hace similar a la música de la cultura», propone el autor como ejemplo de esta actitud. «La ropa que vestimos para la Misa se hace similar a nuestro atuendo cotidiano». Otros elementos como la postura, el lenguaje, la arquitectura, pueden también presentarse de la misma manera, lo cual motiva una pregunta del autor: «¿Qué hace el modo de similaridad a la forma como la gente encuentra la Eucaristía?¿Qué le hace el modo al mensaje?».
Similitud y diferencia
Para responder esta duda, el autor compara la relación de los fieles con el sacramento con el amor humano. El hecho de que un hombre y una mujer puedan «tener cosas en común» permite que se conozcan inicialmente, pero la diferencia entre ambos es precisamente lo que genera el deseo de una comunión más profunda y la eventual unión «de dos vidas enteramente únicas y diferentes». Aplicando el ejemplo a la evangelización, Barnes sugiere que «ya que estoy acostumbrado a algo, no temo participar en ello, y en este sentido una liturgia de similaridad funciona». Sin embargo, advierte que «si no estoy acostumbrado algo, porque eso eso es totalmente diferente, soy empujado al núcleo de un misterio». Lo que no se agota en la primera mirada atrae más, lo opuesto atrae, lo contrastante es más atractivo.
Foto: Gustavo Kralj / Gaudium Press. |
Sobre la Liturgia y el modo de atraer a ella, Barnes advierte que se debe cuidar de la forma para que no deshaga el mensaje, ya que el objetivo de la misma «no es simplemente estar allí, sino enamorarse». Para ello, debe conservar su misterio. «La similaridad engendra confort porque no requiere nada de nosotros (…) No hay éxtasis, es decir, no hay un ir más allá de mí mismo», y esto puede sencillamente conducir al aburrimiento. Lo similar ya es conocido, y el centro de la Liturgia «es el Misterio Pascual, lo ‘no conocido’ Pascual, y precisamente porque permanece desconocido, sigue siendo algo digno de que apliquemos la pasión de nuestra vida entera hacia ello, para intentar comprenderlo».
«Si el objetivo de la Iglesia es llamar a sus hijos a amar a Dios, a buscarlo y buscar la comunión íntima con Él, entonces una Liturgia opuesta a nosotros tiene sentido», explicó el autor, «una Liturgia empapada en una disimilitud que acentúa los misterios que no podemos comprender (…). En resumen, lo que se necesita es una liturgia que requiere éxtasis de nuestra parte «. Esta situación se muestra paradójica, pero se identifica para Barnes con la figura de Jesucristo, quien se hizo similar a los hombres pero manifestó su diferencia – que es Dios, infinito, todopoderoso… – «y por eso lo seguimos con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza», describió.
¿Cómo atraer?
Para conseguir este objetivo, el bloguero aconsejó no dividir la Eucaristía con el fin de atraer, sino conservar su identidad de principio a fin. «Ninguna parte de la Eucaristía debería ser una publicidad para la Eucaristía. Ningún ‘tipo’ de Misa – una ‘Misa contemporánea’ o una ‘Misa de jóvenes’- debería ser reducida ser un escalón hacia una ‘Misa más madura'». Para el autor, el carácter de la Eucaristía como sacramento y sacrificio es suficiente por sí mismo y el trabajo se reduce a «permitir que la Eucaristía sea lo que es».
«Al trabajar duro para revelar la Eucaristía como el Misterio Pascual de acuerdo a las rúbricas y enseñanzas de la Iglesia, nosotros atraemos, porque la diferencia es siempre una fuerza más atractiva y unitiva que la similaridad», propuso Barnes. Para él, la comodidad debe ser desplazada por el amor, «ese maravilloso e incómodo éxtasis hacia lo que no somos». De esta manera, se evita el riesgo de que lo que se hace para atraer arruine el propósito mismo para el cual se atrae a las personas al misterio de la Eucaristía. «Que sean nuestra vidas las que atraigan las personas a la Liturgia, que nuestra vida contenga esa similaridad, esa narrativa virtuosa y natural que cree la necesaria condición de confort para atraer a las personas cerca del misterio, pero ¡permitan que el misterio siga siendo un misterio!».
Esta perspectiva redescubre el valor de la Eucaristía y preserva la tradición y la liturgia del temor de no ser suficientemente cercana o comprensible a las personas. «La verdad sobre las personas es extraña, queremos lo que no podemos tener, nos interesamos por lo que no podemos comprender y nos llena más un encuentro que está por entero por encima de nosotros que uno que encaja fácilmente y es conocido en el tejido de nuestras vidas», destacó el autor. «Acentúen el misterio con el acento presente en las propias rúbricas de la liturgia, háganlo por no otro motivo que el amor al misterio, y el amor al prójimo, para que le dé una razón, una provocación y una motivación para lanzarse hacia la fuente misma del amor: la Divina Liturgia», concluyó.
Con información de Bad Catholic en Patheos.com
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