domingo, 24 de noviembre de 2024
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El mensaje de Dios que portan las criaturas

Redacción (Lunes, 19-05-2014, Gaudium Press) El ser nos trae noticia de Dios, la existencia de las cosas y de los hombres nos aporta el suave perfume del Creador.

Dice Ángel Luis González en su muy didáctica obra ‘Ser y Participación’ que la presencia del Ser Divino en el ser de cada creatura no es algo meramente teorético, sino que tiene un aspecto religioso, en el sentido de que bien visto, el ser de la criatura manifiesta la causalidad del Creador y al Creador mismo. La mera existencia de cada criatura es una ocasión para concluir la existencia de Dios.

Esto anterior, en un lenguaje más llano, simplemente repite aquello que ya nos dice la Escritura: «El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje». Salmo 18 (2-7)

Esta es la verdadera sabiduría: ver a Dios en sus obras.

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Esa conclusión resuelve un problema que muchas veces se plantea en la vida espiritual y que es el siguiente: Al final, ¿son buenas o son malas las creaturas para la salud espiritual del hombre?

«Huid de las creaturas», dicen algunos manuales de piedad. El profundo Kempis en su Imitación de Cristo tiene un acápite titulado «Del desprecio de todas las criaturas para hallar al Criador», donde se puede leer: «Por esto pues, se hallan pocos contemplativos, porque son raros los que saben desasirse del todo de las creaturas y de lo perecedero».

Es que la mera criatura sí puede ser un obstáculo, cuando ahí detenemos nuestro caminar que siempre debe enrumbarse al Absoluto. Pero la criatura también puede ser un puente, cuando comprendemos que la criatura es inexplicable sin el Creador.

Verdaderamente, Dios no solo creó, sino que mantiene en el ser a las criaturas:

La presencia del Ser en el ser del ente no es transeúnte sino permanente: ninguna criatura puede mantener su ser, perdurar en el ser si la causa creadora no mantiene su actuación, ya que depende de ella en su ser y en su obrar, es decir, son efectos suyos, y suprimida la causa desaparece el efecto. He aquí un texto de Tomás de Aquino que sintetiza lo que se acaba de señalar: ‘Dios es ‘per se’ causa directamente del mismo ‘esse’, como comunicando el ser a todas las cosas, al igual que el sol comunica la luz al aire y a lo demás que es comunicado por él. Y lo mismo que para la conservación de la luz en el aire se requiere que perdure la iluminación del sol, así para que las cosas sean conservadas en su ser, es preciso que Dios conceda el ser incesantemente (Deus esse incessanter tribuat rebus) y en consecuencia todas las cosas no solo cuando comienzan a ser, sino también en cuanto son conservadas ‘in esse’se comparan a Dios como lo hecho al que lo hace… Es necesario que Dios esté presente en todas las cosas en cuanto tienen ser. El ser es lo que más íntimamente está presente en todo; luego es preciso que Dios esté presente en todas las cosas (Comp. Theol., I, c. 130). 1

Por tanto, ahí, sí, en las criaturas, Dios está constantemente presente.

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Esto quiere decir que cuando no vemos a Dios en las criaturas sino que vemos a la mera criatura, lo que estamos viendo no es sino la más exterior de las exterioridades, pues lo más íntimo de cada criatura es su ser, y este ser fue creado, es sostenido, y no es más que una participación de Dios.

Entonces queda hecha la invitación: descubrir detrás de las meras apariencias de las cosas, la más profunda realidad, que es la realidad divina, esa que sí nos sacía, esa que que es el mayor anhelo de lo más profundo de nuestro ser.

Por Saúl Castiblanco

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1 González, Ángel Luis. Ser y Participación – Estudio sobre la Cuarta Vía de Tomás de Aquino. EUNSA. 3ra. Edición. Barañáin – España. 2001. p. 253.

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