Redacción (Lunes, 19-05-2014, Gaudium Press)
Hay todavía un tipo especial de contrición, un profundo y continuo pesar de las faltas pasadas, que fortalecen el propósito de no venir a ofender más a Dios, según nos explican MELLET y HENRY:
«Los antiguos padres y los santos […] presurosos de responder más perfectamente al Evangelio y de establecer en sí más profundamente el arrepentimiento, nos presentan un tipo de virtud un tanto especial que es la compunción».
«Compunción nos hace pensar en ‘acupuntura’. De hecho es la misma etimología. La compunción es el estado del alma que se siente, por así decir, picada de todos los lados, quemada interiormente por el disgusto que le causan sus pecados pasados, sus debilidades, sus cobardías, el alejamiento de Dios donde ella está.» (in VV.AA. 1956 p. 647-648, traducción propia). [2]
¡Cuán excelente es este dolor perfecto! ¿Cuál otro dolor en este mundo puede traer tanta paz y consuelo? Llorar sus pecados es mucho más fructuoso que los demás llantos terrenales y mundanos. ¿Quién ya vio el llanto de una madre traer a su hijo de vuelta a la vida? ¿O entonces, uno, que, al llorar la fortuna perdida, la ve reconstituirse? Esto no sucede. Con todo, el pecador, al deplorar profundamente sus faltas, ve su culpa apagarse por una extraordinaria bondad de la compasión divina. El dolor de haber pecado es dulce, humilde, es visto con benevolencia por Dios. Y Él además premia al arrepentido perdonándole los pecados hasta incluso los mortales (CIC 1453) y, dependiendo del grado puede hasta apagar las penas temporales [3].
Habiendo visto las maravillas que nos trae un acto de contrición bien hecho, es de preguntarse: ¿no será una gracia tan especial que solo es concedida raramente? Sí, es una gracia especialísima, sin embargo, Dios siendo la Bondad nos incita y ayuda. A este propósito, nos aclara el teólogo P. Royo Marín:
Es muy significativo que Cristo Nuestro Señor haya dado tantísimas facilidades para la administración del sacramento del bautismo, escogiendo como materia el agua (que se encuentra fácilmente en cualquier parte del mundo) y autorizando a cualquier persona (aunque ella misma no esté bautizada) a administrarlo en caso de necesidad. Sin duda estas facilidades obedecen a que el bautismo es el más necesario de todos los sacramentos por El instituíos. Ahora bien: el acto de perfecta contrición es incomparablemente más necesario que el mismo bautismo y que la misma penitencia sacramental para la salvación de la inmensa mayoría de los hombres […] que viven fuera de la Iglesia en las tinieblas del paganismo o en las desviaciones heréticas que rechazan los sacramentos. No es creíble que Dios haya puesto el acto de contrición a una altura poco menos que inaccesible para la inmensa mayoría de los hombres que no disponen de otro medio para salvarse. Bajo el influjo de una gracia actual – sin ella sería de todo imposible -, nos parce que el acto de verdadera y perfecta contrición es relativamente fácil y al alcance de todo el mundo. (1961, p. 291, traducción propia)
Arriba, el teólogo hace mención de la necesidad que tiene de la contrición, los que no están en la Iglesia, y concluye que si también ellos pueden ser salvados por Dios, es por medio de una contrición, que es una gracia que se les concede. Siendo así, podemos afirmar: si Dios trata así a los que aún no son sus hijos, ¿cuán mejor no trata Él a un hijo suyo que, arrepentido de haberlo expulsado del alma, le pide humildemente perdón? Una prueba de esto está en la parábola del Hijo Pródigo que nos es contada por el propio Cristo Jesús.
Por el P. Michel Six, EP
BIBLIOGRAFIA
– CATECISMO DA IGREJA CATÓLICA. 11ª ed. São Paulo: Loyola, 2001.
– BARBIER. Les Trésors de Cornelius a Lapide. 5ª ed. Paris : Librairie Poussielgue Frères, 1885.
– ROYO MARÍN, Antonio, O.P. Teologia Moral para Seglares. Vol. 2 – Los Sacramentos. 2ª ed. Madrid : Biblioteca de Autores Cristianos, 1961.
– VV. AA. Initiation Théologique. Vol. 4 – L’Économie du Salut. 2ª ed. Paris : Cerf, 1956.
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[2] Les anciens pères et les saints […] soucieux de répondre plus parfaitement à l’Évangile et d’établir en eux plus profondément le repentir, ils nous présentent un type de vertu assez spécial qui est la componction.
«Componction» nous fait penser à «Acupuncture». C’est en effet la même étymologie. La componction est l’état de l’âme qui se sent pour ainsi dire piquée de tous côtés, brûlée intérieurement par le déplaisir que lui causent ses péchés passés, ses faiblesses, ses lâchetés, l’éloignement de Dieu où elle ne cesse de se tenir.
[3] Cf. Suma Teológica III, q. 87, a. 8, ad I.
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