Redacción (Martes, 09-06-2014, Gaudium Press) No me acuerdo muy bien cuál fue la última kermés en la que participé con tanta alegría, pues, en todas ellas, tuve la oportunidad de volver a ver personas que ya no veía hace tiempos, amigos de la infancia que residen en las localidades de la iglesia donde frecuento, y principalmente, contemplar ese período festivo en presencia de Nuestro Señor Jesucristo.
Yo me acuerdo de la época en que trabajé en una kermés. Fue en la Iglesia Nuestra Señora de la Candelaria, en la región episcopal Santana, en la ciudad de San Pablo. El día fue agitado, como en cualquier iglesia que estuviese haciendo una kermés. Tuvimos que reunirnos a la tarde para programar lo que íbamos a hacer de noche, para servir de la mejor forma posible al pueblo de Dios que estaba presente en las redondeces de la parroquia y dentro del espacio de fiestas de la Iglesia.
En aquel día, corría de un lado para el otro. Muchos me saludaban, preguntaban como yo estaba, pero ni siquiera podía parar para dar un minuto de atención, algo que me dejó un poco triste, pues me gusta ser atento con las personas que conozco.
El día en general fue muy provechoso. Además de trabajar y ofrecer mis esfuerzos por la comunidad, todavía aproveché para estar nuevamente en presencia de Dios y tener un momento especial más con mis colegas parroquianos.
Todavía hoy, recuerdo aquellas veces que mis padres me llevaban a las kermeses que ocurrían en la Iglesia Nuestra Señora de Fátima [ndr. en San Pablo, Brasil], hoy desactivada debido a las fuertes lluvias que destruyeron parte de la parroquia y que actualmente pasa por reformas. Eran fiestas increíbles, con comidas diversas, y juegos para aprovechar la noche.
Pero realmente, si tuviese más madurez en la época, o mejor, si yo tuviese la edad que tengo ahora en aquel tiempo, tal vez aprovecharía de otra forma. Quien sabe rezando, pidiendo a Nuestra Señora que protegiese nuestro hogar y nos bendijese con su inmenso amor.
Sin embargo, creo que fue mejor así. Cuando se es niño, no se piensa mucho lo que nos va suceder más adelante, a lo largo de la vida. Mientras estamos jugando y aprovechando la compañía de nuestros padres, nosotros estamos siendo cuidados por nuestro Padre Celestial, que nos guarda en su infinito amor y nos prepara para vivir otras alegrías y momentos festivos en un futuro muy próximo.
Por Leandro Massoni Ilhéu
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