Redacción (Martes, 10-06-2014, Gaudium Press) Los profundos y vertiginosos cambios en los cuales la sociedad actual se encuentra sometida, hace a la Iglesia reflexionar sobre cómo adecuadamente enfrentar este problema. Ya el papa Pablo VI, en la exhortación apostólica ‘Evangelii Nuntiandi’ nos explicaba de una manera muy incisiva: «Sabemos bien que el hombre moderno, saturado de discursos, se demuestra muchas veces cansado de oír y, peor aún, como que inmunizado contra la palabra. Conocemos también las opiniones de numerosos psicólogos y sociólogos, que afirman que el hombre moderno ha sobrepasado ya la civilización de la palabra, que se tornó prácticamente ineficaz e inútil, y estar viviendo, hoy en día, en la civilización de la imagen». [1]
Con el pasar de los años, el proceso de secularización y de relativismo en nuestra sociedad -antes totalmente cristiana- se hace cada vez mayor. A tal punto que el Papa Benedicto XVI pronunció un apelo a los jóvenes católicos, para que todos tengan una radicalidad de su testimonio de la fe y luchen contra esta ola de relativismo y mediocridad que pretende eclipsar la presencia de Dios en la sociedad hodierna: «la cultura actual, en algunas áreas del mundo, sobre todo en el Occidente, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin cualquier relevancia para la vida social. Pero el conjunto de valores que están en la base de la sociedad provienen del Evangelio -como el sentido de la dignidad de la persona, la solidaridad, el trabajo y la familia-, se constata una especie de «eclipse de Dios», una cierta amnesia, o hasta un verdadero rechazo del Cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder la propia identidad profunda.»[2]
De aquí comprendemos el papel fundamental que tiene la liturgia como un medio eficaz de enseñar y atraer a la casa de Dios a sus hijos alejados, pues este fue el instrumento idóneo utilizado por la Iglesia a través de la historia. San Ireneo de Lyon al hablar sobre la ‘Regula fidei’, nos recuerda que corresponde al Magisterio, no solamente el papel de guardián de la Escritura y la Tradición de los Apóstoles, sino también de ser dócil al Espíritu Santo en la interpretación en la enseñanza del depósito sagrado, siendo la liturgia uno de los pilares de la Tradición.
El obispo de Lyon expresa que es la Iglesia «tal como un depósito de gran valor encerrado en un vaso excelente, que rejuvenece y hace rejuvenecer el propio vaso que la contiene». [3] De esta forma la liturgia a lo largo de la Historia es el medio privilegiado que la Iglesia tuvo que convertir, catequizar y santificar el Pueblo de Dios como también atraer para sí los paganos. A este propósito es interesante la intervención que el papa Pablo VI hizo en el Congreso Mariológico de 1975, en la cual busca sacar el impase que el post Concilio dejó a la investigación teológica sobre María: «¿Cómo re-proponer adecuadamente María al Pueblo de Dios, de modo a despertar en él un fervor renovado de devoción mariana? En este sentido, se pueden seguir dos caminos. El primero es el camino de la verdad, esto es, de la especulación bíblico-histórico-teológica, que dice respecto a la colocación de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia: es el camino de los sabios, aquel que vosotros seguís, ciertamente necesario, del cual progresa la doctrina mariológica. Pero hay también, además de eso, una vía accesible a todos, hasta incluso a las almas simples: es el camino de la belleza, lo que nos lleva, finalmente, a la doctrina misteriosa, maravillosa y estupenda que forma el tema del Congreso Mariano: María y el Espíritu Santo. En verdad, María es la criatura ‘tota pulchra, es la speculum sine macula’; es el más alto ideal de perfección que en todos los tiempos los artistas buscaron reproducir en sus obras; es ‘la mujer vestida de sol’ (Ap . 12, 1), en la cual los rayos purísimos de la belleza humana se reúnen aquellos soberanos, pero accesibles, de la belleza sobrenatural. ¿Y por qué todo eso? Porque María es ‘llena de gracia’, esto es, podemos decir, la llena del Espíritu Santo, la luz de la cual en Ella refulge de un incomparable esplendor. Sí, precisamos mirar para María, para fijar su belleza inmaculada, porque nuestros ojos muchas veces son heridos y casi cegados por las engañadoras imágenes de bellezas de este mundo. ¡Cuántos nobles sentimientos, cuántos deseos de pureza, cual espiritualidad renovadora podría suscitar la contemplación de esta sublime belleza!» [4]
Atender este apelo del Papa sobre la ‘via pulchritudinis’ mariólogica corresponde a la acción de la liturgia: la cual con sus diversas ceremonias, sus variados ritos y devociones populares, catequiza a los fieles, enseñándoles la doctrina «misteriosa, maravillosa y estupenda», a la que se refiere al añorado Pontífice.
Recordando las palabras citadas arriba de San Ireneo, el Espíritu Santo inspira en la Iglesia carismas y devociones diversas que ayuda a Ella misma a conocer la grandeza y la Magnificencia del Creador. Desde sus principios la Esposa de Cristo supo desarrollar en su liturgia algo muy de su aprecio: la devoción a la ‘Theotokos’, la Santa Madre de Dios, nacida del ‘sensus fidelium’ popular, que intuía que Ella era el camino más fácil para llegar a su Hijo Santísimo, nuestro Redentor. La sabiduría de la Iglesia supo percibir este «signum magnum» (Ap 12,1) y de esta manera cultivó y enriqueció en las celebraciones litúrgicas esta devoción nacida del pueblo de Dios, pues «tanto en Oriente como en Occidente, las expresiones más altas y más límpidas de la piedad hacia la bienaventurada Virgen María florecieron en el ámbito de la Liturgia, o entonces en ella fueron incorporadas.» [5]
P. Felipe Isaac Paschoal Rocha, EP
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[1] «Qui sunt hodie homines, eos novimus, orationibus iam saturatos, saepe saepius audiendi fastidientes atque – quod peius est – contra verba obdurescentes videri. Neque vero sententias plurimorum psychologicis socialibusque rebus doctorum ignoramus, qui eosdem dicunt civilem cultum, a verbis appellatum, utpote inefficacem iam et inutilem esse praetergressos, atque in praesenti novum attigisse vitae cultum, ab imaginibus appellandum». PAULO VI. Evangelii Nuntiandi, 08 dez. 1975. In: AAS 68 (1976) 42. p. 32. (Tradução disponível em: http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/apost_exhortations/documents/hf_p-vi_exh_19751208_evangelii-nuntiandi_po.html, acesso em 21 ago. 2011).
[2] «La cultura attuale, in alcune aree del mondo, soprattutto in Occidente, tende ad escludere Dio, o a considerare la fede come un fatto privato, senza alcuna rilevanza nella vita sociale. Mentre l’insieme dei valori che sono alla base della società proviene dal Vangelo – come il senso della dignità della persona, della solidarietà, del lavoro e della famiglia -, si constata una sorta di ? eclissi di Dio ?, una certa amnesia, se non un vero rifiuto del Cristianesimo e una negazione del tesoro della fede ricevuta, col rischio di perdere la propria identità profonda». BENTO XVI. Mensagem para a XXVI Jornada Mundial da Juventude 2011, 06 ago. 2010. In: AAS 102 (2010) 1. p. 460. (Tradução do autor).
[3] «Quasi in vaso bono eximium quoddam depositum iuvenescens, et iuvenescere faciens ipsum vas in quo est». IRINEU DE LYON. Adversus haereses III, 24, 1. (Tradução do autor).
[4] «Qua nova aptaque ratione Maria christiano populo proponenda est, ut in eo marialis pietatis renovatum studium excitetur? Hac in re duplex nobis panditur via, atque in primis via veritatis: via scilicet investigationis biblicae, historicae ac theologicae, spectantis ad locum Mariae proprium statuendum in mysterio Christi et Ecclesiae; quam viam, doctorum nempe virorum viam, vos sequimini, eademque perutilis est ad mariologiae studia provehenda. Sed alia via est, et quidem omnibus pervia, humilions etiam condicionis hominibus, quam
viam pulchritudinis appellamus : ad quam viam tandem perducit ipsa arcana, mirabilis ac pulcherrima doctrina de Maria et Spiritu Sancto, in qua studia Congressus Mariani versari debent. Ac revera Maria « tota pulchra » est eademque « speculum sine macula » ; item exstat supremum atque absolutissimum perfectionis exemplar, cuius imaginem omni tempore artifices in suis operibus effingere conati sunt; Mulier amicta sole est, in quam purissimi humanae pulchritudinis radii una confluunt cum radiis pulchritudinis caelestis, qui superioris quidem sunt ordinis, sed percipi possunt. Curnam haec omnia? Quia Maria « plena gratia » est, hoc est – ita dicere possumus – quia plena est Spiritu Sancto, cuius supernaturale lumen in ea incomparabili splendore refulget.
Profecto, nobis opus est ad Mariam adspicere in eiusque inconta minatam pulchritudinem oculos convertere, quippe quos saepe nimis offendant et quasi obcaecent fallaces pulchritudinis imagines huius mundi. Contemplatio excelsae Mariae pulchritudinis, ex contrario, quot egregios animi sensus gignere potest, quot generosa proposita puritatis, quot invitamenta ad pietatis rationem amplectendam, quae vere animos renovet».
PAULO VI. Discurso ao Congresso Mariólogico e Mariano, 16 maio 1975. In: AAS 67 (1975) 3. p. 338. (Tradução do autor).
[5] «Tum in Orientis tum in Occidentis regionibus lectissimas atque splendidissimas voces pietatis erga beatam Virginem aut intra ipsius Liturgiae fines floruisse, aut esse in eius corpus adiunctam». PAULO VI. Marialis Cultus, 2 fev. 1974. In: AAS 66 (1974) 15. p. 127. (Tradução disponível em:http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/apost_exhortations/documents/hf_p-vi_exh_19740202_marialis-cultus_po.html, acesso em 10 out. 2011).
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