San Pablo (Miércoles, 11-06-2014, Gaudium Press) «Enviad vuestro Espíritu y renovad la faz de la tierra» – así la Iglesia suplica a Dios, confiada en la fuerza vivificadora y en la acción renovadora del Espíritu de Dios. Animada por la fuerza del Espíritu de Dios, la Iglesia atravesó 20 siglos de historia, a pesar de las dificultades y debilidades humanas, que no fueron pocas…»
Fue de esta forma que el Arzobispo de San Pablo, Cardenal Odilo Pedro Scherer, inició su más reciente artículo, que aborda sobre el espíritu de los evangelizadores.
Según Mons. Odilo, «la acción del divino Consolador, del Abogado y Defensor, del Consejero, del Soplo vivificante y de la Divina Unción confortó siempre de nuevo a la Iglesia de Cristo», mostrándole las decisiones a tomar y el camino a seguir, además de dar discernimiento a los pastores, constancia y virtud a los santos, coraje a los mártires y alegría y esperanza al pueblo de Dios en el camino del Evangelio.
«En el momento actual de la historia, la Iglesia busca enfrentarse, de manera renovada, con su identidad y misión. De muchos modos, somos llamados a vivir la alegría de la Fe en una renovada autenticidad de vida cristiana y en el celo por la transmisión de la Fe. De donde podemos recibir la capacidad para hacerlo, sino del propio Señor de la Iglesia, que concede su Espíritu Santo en abundancia a quien lo invoca», escribió.
Al citar el último capítulo de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, «Evangelii Gaudium» (La Alegría del Evangelio), el purpurado comentó que el Santo Padre observa en la Iglesia la necesidad de «evangelizadores con espíritu», «abiertos a la acción del Espíritu Santo, que hace reconocer las maravillas de Dios e infunde la alegría de la salvación».
«El Espíritu Santo hace perder el miedo y despierta corajudos y dedicados testigos de Jesucristo».
Sin embargo, conforme explicó Mons. Odilo, una nueva evangelización depende de nuevos evangelizadores, animados por la fuerza del Espíritu de Cristo y llenos del «fuego» del Espíritu, «que los consume de amor a Dios y a los hermanos».
Para el Arzobispo de San Pablo, el Espíritu Santo nada más es que el Alma de la Iglesia, pues sin él, el ardor misionero enfría y la llama de la Fe se apaga.
«En el domingo de Pentecostés, pedimos que Dios realice ‘todavía hoy, mediante su Espíritu, las maravillas que realizó al inicio de la predicación del Evangelio’ (Oración del Día). Planeamientos y programas pastorales, con métodos apropiados para su implementación, son necesarios.
Pero no son ellos que garantizan el fruto de la evangelización: esta es obra de la gracia del Espíritu Santo y de los corazones que se abren a su acción, con libertad y generosidad. Y de evangelizadores animados por el Espíritu Santo y dóciles a Él», concluyó. (LMI)
De la redacción de Gaudium Press, con informaciones de la Arquidiócesis de San Pablo
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