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Sed perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto

Redacción (Viernes, 13-06-2014, Gaudium Press) En el Concilio Vaticano I, la Iglesia declaró como dogma de fe que Dios puede ser conocido por la luz natural de la razón humana, a través de las cosas creadas (cf. DH 3026). Es en este sentido que Tomás de Aquino presenta cinco vías con que se puede llegar al conocimiento de Dios. En la cuarta vía, el Doctor Angélico recomienda analizar los grados de perfección. En la creación se observan los minerales, plantas y animales, con las bellezas y perfecciones propias a cada grado. Así, contemplar una construcción gótica, un nacer del sol o escuchar el suave cántico de los pájaros ayudan a elevar la mente al Creador.

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Foto: Archivo-Gustavo Kralj / Gaudium Press.

De la misma forma, explica Plinio Corrêa de Oliveira, basándose en Santo Tomás, que hay nobles y plebeyos, grandes y pequeños, ricos y pobres, más inteligentes y menos para el beneficio no solo de los superiores, sino también de los inferiores ya que el menor al recibir auxilio del mayor, ve en este una imagen de Dios Altísimo, y la dedicación del menor tiene algo de devoto al propio Dios. De este modo, fue dado a cada criatura humana el don de reflejar algunas de las infinitas perfecciones divinas.

Por consiguiente, Santo Tomás de Aquino asevera que toda la bondad y perfección, parcialmente distribuidas en las criaturas, está en Dios unificado de modo pleno y universal. Igualmente, San Pablo predicó a los Hebreos: «Mientras la ley elevaba al sacerdocio hombres sujetos a las debilidades; el juramento, que sucedió a la ley, constituye el Hijo, que es eternamente perfecto». (Hb 7, 28).

El Aquinate usa los términos acto y potencia para probar que Dios es la Perfección absoluta. Él explica que algo es perfecto mientras está en acto. El hombre se encuentra en acto en ciertos aspectos y en otros en potencia. Por ejemplo, un joven puede ser alumno en acto y profesor en potencia, pues está estudiando sobre alguna ciencia que luego podrá enseñar. Sin embargo, Dios es diferente, porque él no puede crecer en conocimiento, pues sabe todo; no puede tornarse más fuerte, una vez que ya es perfectísimo. Por tanto, Dios es acto puro, es la Perfección infinita. Con efecto, en una de las apariciones a Santa María Faustina Nuestro Señor Jesucristo afirmó: «Yo soy santo, tres veces santo y siento aversión al menor pecado».

Para propagar las enseñanzas del divino Maestro al mundo contemporáneo, Pablo VI declara que todos nosotros somos llamados a la santidad (cf. LG 40). Plínio Correa de Oliveira explica que la perfección moral es la santidad. Y esta es la práctica en grado heroico de las tres virtudes teologales – Fe, Esperanza y Caridad -, de las cuatro cardinales y así como los mandamientos, que son las virtudes aplicadas a cada circunstancia concreta.

Al unir esas ideas, podemos llegar a la conclusión de que Nuestro Señor quiere que lo imitemos, haciéndonos una invitación: «sed perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto». (Mt 5, 48). Por tanto, busquemos siempre realizar todas nuestras acciones, sea para nuestro bien o para el de los otros, con la mayor perfección y hagamos el firme propósito de nunca ofenderlo y, con la ayuda de la gracia, cumplir la voluntad divina.

Por: Yolaynet Encarnación Cuevas

 

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