Redacción (Martes, 17-06-2014, Gaudium Press) El ‘ser’, es algo todavía por descubrir.
Como lo demostró hasta la saciedad el P. Cornelio Fabro, uno de los más gigantescos hallazgos de Santo Tomás de Aquino fue descubrir y resaltar la importancia fundamental del ‘esse’, del ser. Santo Tomás no hizo a ese respecto un mero ‘collage’ entre la doctrina platónica y la doctrina aristotélica, sino que encontró algo nuevo, aunque sí solucionó los graves problemas que planteaban ciertos supuestos del gran Platón y de su discípulo.
Platón colocaba la auténtica realidad no en las cosas sensibles sino en unas grandes «Ideas», con vida propia y autonomía, de las cuáles los seres sensibles no eran sino meras apariencias. Pero resulta que esas Ideas vivas -habitando en su mundo propio, el mundo de las Ideas- pues sencillamente no existen. Y el «Filósofo» (que era como Santo Tomás llamaba a Aristóteles, dándole ese título por antonomasia) casi que le daba una autonomía absoluta a las criaturas sensibles, con sus famosas formas inmanentes.
Superando a Platón y a Aristóteles, e inspirado por la revelación cristiana, Santo Tomás negó la existencia de las Ideas platónicas viviendo aparte en su Mundo, y mostró como en la Esencia divina del único Dios verdadero sí podían morar esas ideas; que ellas no eran diferentes de la esencia divina, y que eran sí la causa ejemplar y la causa eficiente de todos los seres creados.
Asimismo, negando la eternidad del universo que proponía Aristóteles, el Aquinate mostró no sólo la necesidad del Ser divino para explicar el ser de los seres creados, sino que afirmó que la sola permanencia en la existencia de cada criatura equivale a una especie de creación constante, afirmando y purificando así la doctrina platónica de la participación del ser de los seres en el Ser divino.
En esta línea, para Tomás de Aquino Dios no es solo el Motor Inmóvil del Universo, sino que el conjunto de la Creación, como exhalación amorosa de la ‘intimidad’ de Dios, no puede ser otra cosa que una gigantesca y maravillosa sinfonía que canta a todo momento la gloria del Ser que es por esencia, del «Ser Puro» que crea y sostiene el ser de los que somos meros seres por participación.
Y tras establecer ese vínculo indisoluble entre Creador y creaturas, Santo Tomás coloca en el pináculo de la estructura de los entes al Acto de ser: lo más importante de cada ser creado es ese Acto de ser, es ese ser de los entes, de las criaturas, esa perfección de las perfecciones de la cuál se deriva cualquier otra perfección, pues si no se existiese no habría nada.
Entretanto, osamos decir que con esa doctrina el Doctor Universal de la Iglesia no ha hecho sino abrir desde el ámbito filosófico una magnífica puerta dorada, que es la puerta que da acceso al camino de la contemplación de la Esencia divina, a través del prisma de la armonía del conjunto de los seres.
En verdad, podemos afirmar que no existe el ‘verde’ en cuanto verde, sino que él es pero en un prado, o en un árbol; pero más que habitar el reino vegetal, existe el Verde presente en las ideas divinas que generan las cosas verdes. Igualmente, no existe en la realidad la idea ‘león’, pero sí existen los leones concretos, y por encima de ellos existe la idea león habitando en la Esencia divina.
En esa línea, ciertamente lo que vemos no es sino meras «apariencias», pero no en el sentido platónico, sino en el de afirmar que nada de lo que existe puede ser otra cosa sino un reflejo, una participación, un vestigio, una imagen del Ser de Dios.
Narra el Génesis que Adán por disposición divina le puso nombre a todos los animales. Como explican algunos exégetas, esto era porque el primer hombre poseía el don de la Sabiduría, que no es otra cosa que también una participación de la visión que Dios tiene del Universo. Adán veía los seres y en el momento en que tornaba explícito que era lo que Dios quería reflejar en cada especie buscaba un término que expresase esa «idea divina», hecha carne en el león, en el colibrí, en el cordero.
En el fondo, Adán puso nombre a los seres, cuando entendió lo que ellos significaban para Dios, y simbolizaban de Dios. Adán en el Paraíso, y a través del Orden de la Creación, también estaba haciendo religión…
Por Saúl Castiblanco
Deje su Comentario