viernes, 22 de noviembre de 2024
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En la eucaristía Dios se hace "encontradizo" a los hombres para infundirles vida: Arzobispo emérito de Corrientes, Argentina

Corrientes (Viernes, 20-06-2014, Gaudium Press) Mons. Domingo Salvador Castagna, Arzobispo emérito de Corrientes, Argentina,realizó una sugerencia de homilía para el próximo Domingo, cuando el país austral celebrará la solemnidad del Corpus Christi.

«La presencia de Jesús en la Eucaristía revela, a quienes tienen fe, que Dios se hace encontradizo con ellos para infundirles la vida debilitada o perdida», afirmó Mons. Castagna, en una de sus múltiples reflexiones que quiere sirvan de meditación en esa solemnidad.

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La adoración eucarística es «fuente inagotable de transformación y de vida». «Los apóstoles, y toda la Iglesia en ellos, recibieron la misión -que Jesús recibió de su Padre – de anunciar y celebrar el misterio pascual. La Eucaristía guarda la enorme riqueza de la salvación. Es Cristo mismo, Dios encarnado, que personalmente redime a todo hombre que cree en Él», aseguró y agregó: «El culto de adoración introduce a la persona en su intimidad convirtiéndose para ella en fuente inagotable de transformación y de vida», expresa el prelado.

A continuación, el texto de la sugerencia:

1.- El Pan de Vida. Es muy difícil dar forma literaria a lo inefable. Jesús emplea un lenguaje que, para su recta traducción, necesita de una inteligencia angélica. No es la que rige el idioma corriente. Para entender a Dios es preciso dejarse adoptar por Dios y abandonar la pretensión de recrearlo todo, como si Él no existiera. Para conocer la Verdad, toda ella, es preciso que se produzca un cambio profundo, obra exclusiva del divino Artífice: el Espíritu de la Verdad. Es explicable que una buena parte de los seguidores de Jesús no estuvieran preparados para entender el anuncio de la Eucaristía. Un discurso sin paliativos literarios. El concepto de lo sacramental no tenia precedentes. La Vida que el Hijo de Dios quiere transmitir a los hombres procede de un alimento sustancial, verdadero Pan de Vida.

Él es el «Pan bajado del Cielo», el alimento transmisor de la Vida que los hombres necesitan para recuperar la que han perdido, y mantenerse en ella. Desde ese angulo del pensamiento se entiende la misteriosa revelación de su Cuerpo y Sangre como comida y bebida: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo». (Juan 6, 51)

2.- La fe conduce a la Eucaristia. Celebramos hoy ese admirable Misterio. Hace más de dos mil años que la Iglesia de Jesús vive alimentándose de ese Pan, «Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Juan 6, 55-56). Todo el discurso es directo, claro y estremecedor. Muchos no lo soportaron entonces – tampoco hoy lo soportan – y frágiles en el amor a su Maestro, lo abandonaron: «Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo» (Juan 6, 66). La fe conduce a la Eucaristía, reconociendo en ella su cumbre y plenitud. Si se produce un auténtico crecimiento en la fe, la Eucaristía aparece en el horizonte de la vida cristiana como una necesidad.

Sin ella no hay Vida, ni Verdad, ni santidad. Releyendo el texto evangélico, hoy anunciado, nos sorprende la acentuación de la enseñanza difícil del Maestro: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes» (Juan 6, 53). Hoy, como entonces, se nos presenta el desafio de atravesar la carne y la sangre y llegar a la Vida que ese alimento celestial nos transmite. Jesús, Pan bajado del cielo en la Eucaristia, nos ofrece – en Ella – su carne y sangre como el alimento transmisor de la Vida.

3.- Que el mundo sea notificado. Los esfuerzos de santos Pontífices, como los que vienen sucediéndose entre los siglos XX y XI, se orientan a que el mundo reciba el flujo de Vida que emana del Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo. Es el propósito principal del ministerio apostólico, con el énfasis propio de cada personalidad. Los Apóstoles trabajan incansablemente por concretarlo y mueren por mantenerse fieles al mismo. Es de la mayor urgencia que el mundo sea legítimamente notificado. Si no se produce el contacto directo con el Dios encarnado, el mundo sucumbirá en la dispersión, buscando inútilmente a su Pastor. Cristo, solícito y compasivo, sigue contemplando con dolor a la muchedumbre dispersa. Lo hace suscitando, en su Iglesia, vocaciones misioneras y testigos santos. En consecuencia no es la habilidad organizativa la que acreditará la eficacia de su actividad evangelizadora sino la presencia testimonial de sus santos.

4.- La Eucaristia es Cristo. La presencia de Jesús en la Eucaristia revela, a quienes tienen fe, que Dios se hace encontradizo con ellos para infundirles la Vida debilitada o perdida. La Encarnación, y su término (la Resurrección), supera el encuentro: Dios se hace hombre, hace suya su vida y le transmite la plenitud de la propia. Los Apóstoles, y toda la Iglesia en ellos, recibieron la misión – que Jesús recibió de su Padre – de anunciar y celebrar el Misterio Pascual. La Eucaristia guarda la enorme riqueza de la salvación. Es Cristo mismo, Dios encarnado, que personalmente redime a todo hombre que cree en Él. El culto de adoración introduce a la persona en su intimidad convirtiéndose para ella en fuente inagotable de transformación y de Vida.

Con información de Aica

 

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