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Santiago (Lunes, 23-06-2014, Gaudium Press) Cientos de fieles participaron con mucho fervor de la Solemnidad de Corpus Christi en el Arzobispado de Santiago, durante la jornada de este domingo 22 de junio, en una de las manifestaciones públicas de fe más importantes de la Iglesia capitalina.
Con la celebración de la Santa Misa, en la Iglesia de San Francisco -una de las más antiguas de Chile- el Cardenal Ricardo Ezzati dio inicio a la jornada, en la que destacó que el motivo de esta fiesta es Jesús mismo, «el Pan Vivo bajado del cielo, el Señor resucitado que quiere caminar dando vida a nuestra ciudad».
«Nos encontramos en esta tarde en esta Iglesia histórica de San Francisco», dijo el purpurado al comenzar su homilía, «donde nuestros antepasados han proclamado su fe en el Señor, para celebrar también nosotros esa misma fe, la fe en la presencia real de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía».
«La Iglesia no sería Iglesia sin la Eucaristía»
«Efectivamente, la Eucaristía es el memorial de la presencia del Señor. Quienes estamos aquí en esta tarde, y los cristianos del mundo entero en esta fiesta de Corpus Christi, estamos invitados a hacer memoria, a recordar y a no olvidar», agregó.
En este mismo sentido, el purpurado aseguró que en el pan y el vino consagrados por el celebrante «está realmente Jesús Resucitado, Jesús que es el fundamento de nuestra fe, que alimenta también nuestra fe para que con ella podamos llegar a la vida eterna».
«La Iglesia no sería Iglesia sin la Eucaristía, y es por eso que también nuestra vida cristiana no es auténticamente vida cristiana sin la Eucaristía (…) Por eso el día domingo es el día en que los cristianos nos reunimos para celebrar la cena del Señor, y para manifestar nuestra fe viva en la presencia de Jesús que camina junto con nosotros», dijo.
Masiva y fervorosa procesión
Tras el oficio religioso, los fieles se congregaron en procesión para acompañar a Jesucristo Sacramentado en su recorrido por las céntricas calles de Santiago. Cada Iglesia fundadora funcionó como una estación en donde los devotos pudieron reflexionar sobre el servicio a la comunidad, la vida de los que están por nacer y su protección, y la evangelización.
Como es tradición cada año, el último tramo de la procesión se hizo sobre una gran alfombra de flores que guiaba hasta la Catedral Metropolitana. Ya en el templo, la comunidad se postró para adorar a Dios, en un momento de profundo silencio y oración. Finalmente, la celebración concluyó con la solemne bendición de la ciudad de Santiago y sus habitantes.
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