Ciudad de México (Martes, 01-07-2014, Gaudium Press) Las Hermanas Misioneras de la Santísima Virgen de los Dolores siguen al pie la misión que su fundadora, Madre Virginia Padilla Jiménez, les dio: acompañar a aquellos que sufren ofreciéndoles la reparación de sus dolores a través de la oración y la caridad.
Aprobada el 28 de agosto de 1983, durante una Solemne Celebración Eucarística en la Basílica de Guadalupe presidida por el Arzobispo de México, en la época el Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, la congregación tiene su espiritualidad basada en el amor a Jesucristo, presente en el sacramento de la Eucaristía, «por Él que la Iglesia vive y crece continuamente».
A través de la participación diaria en la celebración de la Santa Misa «para interceder delante de Dios por la humanidad. Nos entregamos a la oración con espíritu de reparación por nuestros pecados y los de nuestros hermanos», expresó la Madre Rosa María Chico Paredes, superiora de la Congregación.
«Nos entregamos con espíritu de reparación a la oración por los que sufren, por los que necesitan, por los que no conocen a Cristo; también pedimos por el Santo Padre, por los obispos, sacerdotes, diáconos y seminaristas, pues con su vida y ejemplo pueden llevar a muchos al Señor, pero también los pueden distanciar», afirmó.
Además de la oración, las Hermanas Misioneras de la Santísima Virgen de los Dolores, participan también de la función pastoral de la Iglesia a través de obras de caridad como la educación en los colegios para niños carentes, la catequesis y otros servicios.
Su casa de formación está localizada próxima a la Basílica de Guadalupe, pues el deseo de la Madre fundadora era que las jóvenes novicias se formasen bajo la mirada amorosa de la Santísima Virgen de Guadalupe y que la devoción a Ella les ayudase a la solidez de su vocación.
El proceso de formación de las Misioneras de la Santísima Virgen de los Dolores, Reparadoras de sus Dolores, es de nueve años: uno de aspirantado, uno de postulantado, uno de noviciado y seis años de juniorado, con la finalidad de que las jóvenes adquieran una formación gradual que les ayude a alcanzar una madurez integral, idónea para estar al servicio de Dios en la Iglesia. (EPC)
Con informaciones de la SIAME.
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